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09/03/2011 | Rusia saca partido de las revoluciones árabes

Pilar Bonet

Moscú se presenta como un abastecedor energético fiable mientras teme el contagio a zonas islámicas de Asia Central .

 

Rusia saca partido de las revoluciones árabes del norte de África. El alza de los precios de los hidrocarburos, su principal exportación, permite a la economía rusa superar las secuelas de la crisis de 2008, y el Kremlin aprovecha la inestabilidad de otros productores para presentarse como un fiable abastecedor de crudo a la UE.

Políticos y analistas coinciden en que EE UU y sus aliados no deben intervenir militarmente en Libia. Según el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, es muy importante que ninguno de los jugadores externos haga "movimientos bruscos" o intente imponer recetas y valores. Lavrov es partidario de juzgar a los responsables de la violencia contra civiles en Libia. Lo que no explica es cómo procesarlos y qué hacer si la revuelta popular no acaba por sí misma con el régimen.

En Rusia hay dos corrientes de opinión sobre las revoluciones en el norte de África. La primera, compartida por el ex primer ministro y arabista Yevgueni Primakov, considera que la lucha contra las tiranías tiene una lógica interior, que es una lucha contra la injusticia, la corrupción y las desigualdades sociales. La segunda, influida por la teoría de la conspiración, cree que los amotinados actúan instigados por fuerzas externas, especialmente norteamericanas, que persiguen sus propios fines. En este último campo se sitúa Igor Sechin, el viceprimer ministro, quien dice sospechar que los directivos de Google "manipularon" la energía popular en Egipto.

El presidente, Dmitri Medvédev, ha mostrado afinidad por la teoría de una conspiración dirigida también contra Rusia. Durante su reciente visita a Bruselas, el jefe de Gobierno, Vladímir Putin, expresó el temor a que los radicales puedan llegar al poder en el norte de África. "Recuerdo que no hace mucho nuestros socios exhortaban a [celebrar] elecciones libres y democráticas en los territorios autónomos palestinos y fue [el movimiento islamista] Hamás quien las ganó", subrayó Putin.

Rusia quiere que las decisiones sobre Libia sean canalizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. En Moscú, una eventual acción unilateral de la OTAN o de países de la Alianza en el Magreb reabre viejas heridas, ya que evoca las dos intervenciones unilaterales que dañaron gravemente las relaciones con Occidente. La primera de ellas, en 1999, cuando la OTAN bombardeó Yugoslavia, y la segunda, en 2003, cuando EE UU y sus aliados invadieron Irak. La diferencia es que ahora EE UU tiene ya dos frentes bélicos abiertos.

Una "intervención humanitaria" podría causar a Rusia divergencias con Occidente, ahora que las "relaciones comienzan a estabilizarse", según Vitali Naumkin, director del Instituto de Estudios Orientales de la Academia de Ciencias. Para este experto, el mundo árabe ha iniciado una fase de "profunda transformación" y tiene un "gran potencial y energía", y hay que dejar que se desarrolle sin interferencias. Naumkin considera que Muamar el Gadafi como líder de Libia está "condenado". También fuentes anónimas del Kremlin, citadas por Interfax, se han referido al coronel como "un cadáver viviente sin lugar en el mundo moderno civilizado".

Pero Georgui Mirski, uno de los principales expertos rusos en Oriente Próximo, había advertido que Gadafi era más fuerte que los presidentes de Túnez o Egipto. La cuestión, para Mirski, es cómo hacer para que el libio se vaya sin provocar un segundo Afganistán o Irak. Gadafi lucha con un armamento -"incluidos aviones Mig de fabricación rusa"- superior al que poseen los rebeldes, afirma. Solo queda el argumento militar, pero una intervención bélica norteamericana en apoyo de los rebeldes puede ser "contraproducente" y causar "confusión" entre quienes ven a EE UU como enemigo del mundo islámico. Ahora bien, prosigue Mirski, una victoria de Gadafi mostraría que, si un dictador tiene fuerza para resistir en el poder tras provocar un baño de sangre en un determinado país, la comunidad internacional, incluida Rusia, que dio por vencido al dictador antes de tiempo se verá en una "situación idiota".

Vista desde Moscú, la coyuntura internacional es buena para defender nuevas vías de transporte de combustible desde Rusia, como el gasoducto del Norte (por el fondo del Báltico), animar a los inversores extranjeros y criticar, en nombre de Gazprom, la política energética de la UE. Para la petrolera francesa Total, Rusia aparece como un refugio "tranquilo y seguro" para las incertidumbres de otros lugares. Total, que opera en Libia, ha establecido una alianza estratégica con la empresa de gas Novotek para explorar los yacimientos de la península ártica de Yamal. Total tiene un 25% del consorcio para explotar los yacimientos de Shtokman, en el mar de Barents. Rosneft, por su parte, anunció un acuerdo con la americana ExxonMobil para explorar una zona en el mar Negro.

Pero las revoluciones tienen también efectos negativos sobre la economía rusa. En Bruselas, Putin dijo que la subida de los precios del petróleo supone una "amenaza grave" para el crecimiento mundial y las empresas rusas pueden ver perjudicados sus intereses. En febrero, Gazprom, que realiza exploraciones en Libia desde 2006, llegó a un acuerdo con ENI para adquirir el 50% de la participación de la empresa italiana en la explotación del yacimiento del Elefante, cuyas reservas se estiman en 110 millones de toneladas.

Pese a sus importantes contratos de armamento, Moscú apoyó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que impuso sanciones a Libia, entre ellas la prohibición de venta de armas. Serguéi Chémezov, jefe de la corporación estatal Rostejnologia, calculó que el montante de negocio no realizado en Libia es de 2.880 millones de euros. Según el experto Naumkin, estas pérdidas serán solo temporales y cualquier régimen que llegue al poder en Libia diversificará las compras de armamento, dado el fuerte antiamericanismo local. "Nuestros contratos volverán", afirmó el experto.

La subida de los precios del crudo ha alterado las previsiones económicas de Rusia para 2011. El fondo de estabilización no se gastará, como se preveía, sino que aumentará (hasta 1.450.000.000 rublos o más de 37.000 millones de euros), lo que permite a Rusia volver por primera vez al nivel de las reservas acumuladas antes de la crisis, según el ministro de Finanzas, Alexéi Kudrin. Sin embargo, habrá más inflación (hasta el 8%) y será más difícil impulsar alternativas al desarrollo basado en las materias primas. En su lucha contra la inflación, a fines de febrero, el Banco Central incrementó la tasa de refinanciación un cuarto de punto (hasta el 8%), por primera vez desde la crisis económica.

Rusia ve "revoluciones de color verde desestabilizadoras" donde Occidente las ve "liberadoras" y esta falta de sintonía ha producido algún desencuentro en reuniones con dirigentes occidentales. Moscú teme que el ambiente revolucionario pueda contagiarse a su propio territorio en el Cáucaso del Norte, y también, a los países de Asia Central y el sur del Cáucaso. Fuentes del Kremlin afirmaban estar muy preocupadas por Uzbekistán. En ese país centroasiático, densamente poblado y de enormes diferencias sociales, el presidente, Islam Karímov, dirige con puño de hierro una sociedad generadora de emigrantes y puede no tener los instrumentos necesarios para controlar protestas sociales, si estas se producen, según dijeron fuentes del Kremlin a interlocutores occidentales.

Fuentes expertas en Uzbekistán afirman que se está produciendo una fuga de capital desde allí y señalan que los precios de los alimentos en el mercado interno pueden aumentar y resultar desestabilizadores, en parte por los contratos por los que Uzbekistán abastecerá de bienes de consumo a los soldados norteamericanos en Afganistán, en sustitución de otros proveedores.

Desde medios liberales rusos, las revueltas del norte de África son contempladas con envidia. Los árabes, contemplados con arrogancia desde Moscú, han resultado "más dignos que nosotros", en el sentido de que "dejaron de quejarse" y "echaron a los que les robaban", según el experto Alexéi Malashenko.

El Pais (Es) (España)

 



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