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04/04/2011 | Los deberes de la potencia

Armando Gonzalez

En una columna reciente que titulé “Excepcionalismo Americano” usé una cita del presidente Obama donde él expresaba, despectivamente, su desacuerdo con el concepto. Es por eso de especial satisfacción el oír al Presidente, en su alocución a la nación el lunes pasado sobre la situación en Libia, expresarse así: “Algunas naciones pueden volver el rostro ante atrocidades en otros países.

 

Pero Estados Unidos es diferente y, como Presidente, yo rehúso esperar por la aparición de imágenes de crímenes y de tumbas colectivas antes de entrar en acción”. Si el Presidente nos oyera podríamos replicarle: “Amén, señor Presidente. Es ese sentimiento, entre otros, lo que hace a nuestro país una nación excepcional”.

Pero este no es el momento para recriminaciones. Este momento requiere cerrar filas detrás de nuestros líderes, aceptar que es un período de aprendizaje para este presidente y darle la oportunidad, con discreción patriótica, para que se trague muchas de las críticas que hizo desde sus escaños en congresos estatales y nacionales a los líderes que, en aquel momento, tenían responsabilidades similares a las que él tiene hoy. Darle la oportunidad de aprender cuán fácil es mirar los toros desde la barrera. Y cuán difíciles son las cosas cuando le toca estar en la arena sujetando la capa y la espada.

El Presidente teme el poder de nuestra influencia como potencia. El poder que ahora le corresponde a él aplicar. Por las influencias bajo las cuales ha vivido, Obama vive obsesionado por el fantasma del “imperialismo”. Pero si los que se han lanzado a las calles en Teherán, El Cairo, Túnez y Trípoli vieran el mismo fantasma, ¿ por qué es que piden nuestra ayuda? Los pueblos que se están despertando prefieren nuestra asistencia a nuestra penitencia. Y Estados Unidos y su líder deben responder a esa súplica. Sin titubeos. Sin vacilaciones.

Pero eso también requiere cuidado. Y buscar respuesta a algunas preguntas básicas:

¿Cuáles son nuestros objetivos militares?

El texto de la resolución de la ONU bajo la cual se ampara nuestra acción en Libia autoriza el uso de aviación para proteger a la población “bajo amenaza de ataque” por las fuerzas de Kadafi. Pero hemos interpretado el mandato liberalmente: nuestros ataques han preparado el terreno para una contraofensiva terrestre cuyo éxito depende de nuestro apoyo aéreo. Si esa contraofensiva se estanca, ¿cómo responderemos? ¿Con un bloqueo aéreo permanente, creando así un protectorado de la OTAN en el este de Libia? ¿Dándole armas a los rebeldes para que terminen el trabajo?.

¿Quiénes son estos rebeldes?

No tienen que ser santos para ser mejores que Kadafi. Pero han salido a la luz pública suficientes dudas para cuidarnos de no establecer una sucursal de al-Qaeda en Trípoli.

¿Cómo definimos el punto final de nuestra involucración en este conflicto?

Hay que terminar la misión exitosamente. Y hay que levantar el campamento tan pronto sea posible.

¿Es esta acción en Libia una peligrosa distracción de nuestros otros problemas en el Medio Oriente?

Pensemos en Afganistán-Pakistán, Irán, Irak, Yemen, Egipto post-Mubarak.

Mientras buscamos respuestas a estas preguntas, un consejo al bando conservador: tranquilidad.

Estamos en guerra y tenemos que ganarla. Ignoremos la risible designación de esta guerra como “Acción Militar Cinética”, y esperemos que el Presidente le dé una patada en los inmencionables a los cretinos que crearon la expresión.

Los conservadores debemos ser generosos con nuestra crítica constructiva. Criticar las vacilaciones, los titubeos. Pero no llevar las cosas al extremo de parecer que no creemos en la victoria. No apuntemos el índice a cada fallo. A cada pronunciamiento tonto. Pongamos primero a la misión y al país. Y aceptemos que esto implica, a veces, la necesidad de mordernos nuestra lengua colectiva.

Deseémosle al Presidente lo mejor en su gestión. Porque es nuestro presidente. El país va a la guerra con el presidente de turno. El de hoy no es el que los conservadores preferimos. Podemos reemplazarlo en el 2012 y debemos trabajar para eso. Pero primero, reemplacemos a Kadafi y ayudemos a Egipto, Túnez, Bahrein, Yemen y ¿quién sabe? A Irán y Siria.

La izquierda de hoy espera que Estados Unidos pierda sus guerras. Algunos, inclusive, parecen alentar una derrota americana. Los conservadores somos el bando de la libertad. El bando de la victoria. Porque, al final, si prevalecemos en Libia, y en Afganistán, y en Irak, la victoria será de Estados Unidos.

agonzalez@miamiherald.com

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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