¿Y yo? La victoria de Hamas me deja indiferente con respecto al conflicto árabe-israelí. Muy poco separa el antisionismo de Hamas del antisionismo de Al Fatah, salvo que los terroristas de Hamas hablan directamente, mientras que los terroristas de Al Fatah desorientan. Sus tácticas incluso se solapan, pues Al Fatah niega la existencia de Israel y Hamas negocia con los israelíes. El énfasis y los estilos distintos, más que la esencia, distingue sus posiciones hacia Israel. Me repugna Hamas y he pedido su destrucción, pero también reconozco que las elecciones podrían traer beneficios, impulsando a los israelíes a reconocer por fin el profundo y extenso antisionismo de la entidad política árabe palestina.

Hamas y Al Fatah ganaron la totalidad del legislativo a excepción de 13 escaños. Un grupo terrorista de izquierdas, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, logró tres; tres partidos de izquierdas -Al Badil, la Lista Palestina Independiente, y la Lista Tercer Camino- lograron dos escaños cada uno, y otros cuatro fueron para los independientes. Con la excepción de algunas figuras marginales, el consejo rechaza totalmente el derecho de Israel a existir. O, en la cruda descripción de David Horowitz, los árabes palestinos son «el primer pueblo terrorista».

El resultado electoral fue producto en parte de más de una década de mala administración por parte de Arafat y sus camaradas, que robaron, conspiraron, desfalcaron, y gobernaron brutalmente. Hamas, en cambio, construyó una reputación de servicio a la comunidad, integridad, y modestia. Visto positivamente, el éxito de Hamas implica que los palestinos sí consideran otros temas además de eliminar a Israel. Visto negativamente, sencillamente prefieren terroristas honestos a deshonestos. La contundente victoria de Hamas, escribe Steven Plaut, de la Universidad de Haifa, es «lo único que puede forzar a los israelíes a abrir los ojos».

Su ascenso también despertará a otros; ¿acusará el Gobierno estrecho de miras de España el reciente llamamiento por parte de una publicación infantil de Hamas a que la ciudad de Sevilla sea devuelta a los musulmanes? Puede. Pero tengo esperanzas remotas de que Hamas en el poder instigue un examen de la realidad.

La comunidad «del proceso de paz» no abandonará sus apreciadas negociaciones porque gobierne una organización totalitaria y criminal. Tan inexorable como desde 1993, lo ignorará y seguirá adelante presionando en busca de más concesiones israelíes. Predigo un desarrollo calcado de la presión que hubo sobre Arafat en 1982-88 para que renunciara al terrorismo. Pero un agudo observador del conflicto, Robert Satloff, del Washington Institute of Near East Policy, duda de que Hamas sea obligado a igualar siquiera las concesiones de Arafat por entonces.

También cuento con que, a pesar de las declaraciones de que no cambiará, Hamas jugará a hacerlo. Acusando la presión financiera y diplomática, sus líderes adoptarán el hábito de Arafat de prodigar indirectas opacas y decir una cosa en inglés y otra en árabe. Al igual que Arafat, podría incluso «renunciar» al terrorismo o fingir cambiar sus estatutos.