La victoria del candidato nacionalista Ollanta Humala comprensiblemente preocupa a muchos chilenos. Pero después de que suavizara su discurso en campaña, Chile debiera esperar con moderada tranquilidad que Humala, a diferencia de sus predecesores, construya una relación de menos a más con nuestro país.
La Presidenta Bachelet solía decir que se hace campaña en poesía, pero se
gobierna en prosa. Humala, que llegó al poder criticando los altos niveles de
exclusión del modelo de economía de mercado, deberá demostrar que es capaz de
distribuir mejor la riqueza, sin matar la gallina de los huevos de oro.
Los candidatos populistas inevitablemente devienen en presidentes populistas
cuando la economía está en crisis. Pero cuando la economía anda bien, los
líderes ceden ante la tentación de mantener el modelo, centrando sus esfuerzos
en reducir la pobreza y mejorar la distribución. Así lo hizo Lula en 2002 y la
propia Concertación chilena en 1990, cuando supo mantener lo bueno.
Antes, como candidato populista, Humala fue derrotado. Ahora, llegó al poder
gracias al apoyo de moderados, incluidos algunos amigos históricos de Chile,
comprometidos con la democracia y el modelo social de mercado, como el nobel
Mario Vargas-Llosa. En la campaña de segunda vuelta, Humala pragmáticamente
abandonó su populista programa para conseguir esos apoyos. La cercanía al poder
es el mejor antídoto contra el extremismo. Humala necesita mantener las altas
tasas de crecimiento para poder cumplir sus promesas de más inclusión, más
democracia, más Estado y menos corrupción.
Como estratégico militar, Humala focalizará sus prioridades en ampliar las
oportunidades de desarrollo. Su discurso nacionalista devendrá en iniciativas de
infraestructura. Para Humala, el desarrollo es cemento y el crecimiento se mide
en carreteras. Sus promesas populistas lo llevarán a negociar con empresas
extranjeras para proveer gas más barato a los peruanos, cuestión que inducirá a
mayor desarrollo de la economía doméstica.
Sus diatribas nacionalistas evolucionarán en una defensa de la libre
competencia y en iniciativas para mejorar los derechos de los consumidores. Sus
críticas a la corrupción lo obligarán a fortalecer las instituciones.
Humala no necesita demostrar su nacionalismo. Ahora precisa calmar los
temores en Perú y en el exterior. Al dar señales cordiales hacia Chile, Humala
matará varios pájaros de un tiro. Si sus predecesores decepcionaron en su
relación con Chile, hay buenas razones para esperar que su triunfo traiga gratas
sorpresas en la relación con nuestro país y en la consolidación de una
democracia construida sobre un modelo social de mercado cada vez menos
excluyente en el Perú.
Patricio Navia es miembro del Consejo Académico de
CADAL.