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19/06/2011 | AK 47, la balada de la muerte

Alberto Rojas

Su perfil siniestro, con ese cargador curvo como una cimitarra de la Guerra Fría, protagoniza fotografías de la guerra de Vietnam, los Jemeres Rojos en Camboya, los Tupamaros, el genocidio balcánico, las guerras chechenas, los terroristas de Septiembre Negro, las FARC, las intifadas palestinas, Irak y todas las revoluciones africanas de los últimos 50 años, incluida la primavera árabe que florece en Libia.

 

Los rebeldes que luchan contra Gadafi han vuelto a empuñar el Kalashnikov como símbolo de libertad, exactamente igual que millones de personas desde el año de su nacimiento, 1947, para convertirlo en el arma más producida (150.000 millones de unidades), más longeva (64 años en servicio), más extendida (dos de cada tres ejércitos del mundo lo usan) y la más mortífera (ninguna otra ha causado tantos muertos, ni las bombas atómicas, ni siquiera el virus más letal, ni la suma de todos los terremotos de la historia: 250.000 muertos de media cada año).

Su ‘padre’, el general Kalashnikov, repite la misma frase en todas las entrevistas: “Yo no tengo la culpa de que el arma que lleva mi nombre sea la que más gente ha matado en la historia. Yo diseñé un instrumento para la paz”. Si el inventor del AK 47 hubiera nacido en un país capitalista hoy sería de las personas más ricas del planeta, pero el anciano Mijail Kalashnikov legó la patente de su creación al Estado soviético y se condenó, de por vida, a vivir en una dacha de los Urales. Cuando cayó la URSS, el Gobierno perdió el control de los arsenales de los países satélites y millones de armas fluyeron al tercer mundo.

El periodista CJ Chivers, (el mismo que denunció en Libia el uso de bombas de racimo españolas por parte de los gadafistas), realizó una gran investigación sobre el papel del AK 47 desde su aparición hasta nuestros días. En su libro The Gun, Chivers asegura que se trata «de un rifle corto y ligero, fiable, duradero, resistente y tan simple que permite que hombres, mujeres o niños lo dominen en cuestión de horas».

Pero su prestigio no estaría apuntalado si no hubiera pasado por las manos de Arafat, Fidel Castro, Sadam, Chávez, Allende, el narcotraficante Pablo Escobar y el fallecido Bin Laden.

El arma de los récords

Sí, el Avtomat Kalashnikova sigue batiendo todos los récords. Philip Killcoat, del departamento de Economía de la Universidad de Oxford, consiguió probar que el precio del AK 47 en África ha determinado la aparición de nuevos conflictos. En cuanto un país o grupo étnico se arma hasta los dientes a bajo precio, los que le rodean se sienten desprotegidos y hacen lo propio: comprar más armamento que el vecino. Y el precio, en algunos lugares del mundo como Somalia o Pakistán, es ridículo: 50 euros por unidad.

Aunque sea un producto nacido bajo el comunismo, no existe un objeto que represente mejor el capitalismo global. En Libia, donde su escasez hace que se coticen a 1.200 dólares, no paran de recibir cajas de AK 47 procedentes de República Checa y pagados con petrodólares qataríes. Fuentes cercanas al Consejo Rebelde de Bengasi afirman a EL MUNDO que, «para sortear el embargo de la ONU, los traficantes están metiendo el armamento desde la frontera con Chad».

Felipe Sahagún, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense, asegura que «la Primera Guerra Mundial vió la irrupción de la aviación y los blindados, en la Segunda nació el arma atómica, mientras que el símbolo de las contiendas desde los años 50 hasta nuestros días es el AK 47».

Otro de los grandes responsables de la expansión mundial del AK 47 es Viktor Bout, más conocido como ‘El mercader de la muerte’, llevado al cine por Nicolas Cage en el filme ‘El señor de la guerra’. Con su flota de 28 aviones de transporte de segunda mano, este traficante que se consideraba ‘apolítico’ alternaba actividades legales como el transporte de flores frescas, marisco, ayuda humanitaria a Somalia o tropas de la ONU a Timor Oriental, con la venta de armas. Era capaz de vender AK 47 a Ahmed Shah Massoud, de la Alianza del Norte mientras hacía lo propio con sus enemigos Talibán.

El escritor Daniel Estulin, que es autor de ‘Los señores de las sombras’ y amigo de Bout, asegura que hoy «el tráfico de AK 47 tiene como origen Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán, Chechenia y Bulgaria. Ese material acaba en mercados de armas de Togo, El Congo, Chad... y con descuentos importantes». La porosidad de las fronteras africanas hace el resto: Kalashnikov de tercera o cuarta mano atraviesan países enteros vendidos por cualquier mafia que quiera hacer dinero fácil.

En la actualidad, China fabrica millones de unidades y Venezuela acaba de abrir una factoría. Teniendo en cuenta que todavía encontramos Kalashnikovs de los años 50 en funcionamiento, no parece que esté en vías de extinción.

El Mundo (España)

 



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