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06/07/2011 | La paz es posible

Maye Primera

A la luz de la inminente agudización del conflicto palestino–israelí, sería interesante hacer un análisis general de lo que es un conflicto y bajo esa luz tratar de entender mejor este. Me refiero a todas las estrategias impulsadas hacia la consecución para lograr un acuerdo, tanto independientemente por países, como por parte de la ONU, sin llegar a un arreglo con su contraparte, Israel.

 

Por definición, un conflicto, según el Dr. Juan Antonio Blanco “…es una situación en la cual una o más partes tienen –o creen tener- objetivos mutuamente incompatibles...” En esencia, en este caso, la disputa es territorial: los israelíes consideran que tienen el derecho a existir y tener un estado judío democrático al menos en parte de la tierra ancestral de su pueblo. Señalo “parte de la tierra ancestral” pues, hasta hoy, los hechos demuestran que han renunciado a todos los territorios ocupados luego de derrotar a sus agresores sin que se arriesgue su seguridad. Esto incluye la retirada de la Franja de Gaza en aras de conseguir la paz.

Por otra parte, la Autoridad Palestina, de acuerdo a declaraciones de sus dirigentes, clérigos y algunos intelectuales, continúa promoviendo, hasta en su sistema de educación, la negación a aceptar la existencia del estado judío de Israel y la creación de un estado palestino en todo el territorio. Esto cuenta con la consecuente desaparición de Israel pese a haberse enmendado desde 1996 su carta magna por parte de Yassir Arafat. Súmese a esto el reciente acuerdo con el grupo terrorista Hamas, cuyo documento fundacional aún especifica el objetivo de hacer desaparecer el estado de Israel a través de la matanza de todos sus habitantes no musulmanes.

Este conflicto es definido por la negativa de los palestinos a aceptar la realidad de que Israel está allí para quedarse, que los judíos están decididos a no ser jamás un pueblo errante, pues la historia nos enseñó lo que ello significa. Por razones que no voy a señalar en este artículo, quienes vieron la posibilidad de que este conflicto escalara hasta el nivel actual decidieron, en unos casos por indiferencia, y en otros por maldad, no terciar a tiempo y encontrar una solución viable que habría evitado tanta sangre y tanto sufrimiento de inocentes de ambos pueblos.

Es cierto que los israelíes necesitan de su tierra para existir, al igual que los palestinos necesitan su territorio, libre y delimitado por las fronteras de su estado. Sus vecinos y correligionarios crearon, a fuerza de maltrato, explotación, discriminación y desprecio, un pueblo que no existía y que quiere ser, pero que también ha aprendido a ser ciudadano de tercera clase bajo el dominio de “sus hermanos”. Ni egipcios, ni sirios, ni jordanos, ni libaneses, ni iraquíes, ni kuwaitíes, quieren ser los palestinos. Creo que están en su derecho, pero a través de un acuerdo con sus inevitables vecinos, los israelíes, quienes hasta hoy, a pesar de todo, han sido sus mejores aliados en materia de salud, educación e infraestructura.

Ambos pueblos necesitan y tienen el derecho a su seguridad física, económica y social. Merecen que se respete su identidad cultural. Merecen poder participar libre y efectivamente en las decisiones que afecten sus vidas. Hasta hoy sólo los israelíes, tanto árabes como judíos, disfrutan de esos derechos. Ya es hora de que también lo sea para los palestinos. Desafortunadamente, los palestinos aún no han llegado a la conclusión de que el único camino hacia objetivos tan nobles es el de la negociación de buena fe con los israelíes. La principal diferencia estriba en que, al contrario de Israel, sociedad que pese a sus defectos, funciona bajo un estado de derecho en el que se respetan los derechos humanos y civiles de sus ciudadanos, en la sociedad palestina lamentablemente aún no es así.

Los israelíes disfrutan de programas de seguridad social y posibilidades de acceder por su trabajo a condiciones de vida dignas, no son discriminados ni por su género, raza, credo, origen nacional u orientación sexual. Lo contrario ocurre en la sociedad palestina con la añadidura de que la violencia es usualmente el método empleado para resolver sus conflictos internos.

Los actores principales de este conflicto fueron los judíos fundadores del estado de Israel y los árabes que habitaban parte del territorio a finales del siglo XIX. Como se sabe, dicha población era escasa dada la aridez e inutilidad del terreno. No es hasta bien entrado el siglo XX que, gracias a las fuentes de trabajo creadas por los judíos, la población árabe comienza a incrementarse. Así en 1948 con la creación del estado de Israel estalló la crisis que nos envuelve hasta hoy. Como no me canso de promover, la paz es posible, pero sólo por acuerdos de buena fe entre las partes. Quiera Dios que así sea.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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