Es posible que lo sorprendente de la “Argentina K” no sea ya la manera en que el gobierno actúa como si la gente no advirtiese sus contradicciones e incoherencias y, lo realmente enjundioso, radique en la apatía que la sociedad muestra ante el menoscabo que se hace de ella. En ese caso, analizar los atropellos que se sumaron al largo listado de inoperancias oficiales en la última semana no tiene demasiado sentido pero, a esta altura de las circunstancias, hasta el menor intento es bueno aunque reste popularidad o resulte el negocio menos redituable para el mercado dirigencial argentino.

Es bueno, en consecuencia, recordar no sólo el caso de Eduardo Borocotó sino también el menos promocionado pero igualmente desleal “pase” de Paola Spatola hacia un extraño “unibloque” incapaz de disimular el tufillo a maniobra oficial. Y es que, quizás, la democracia actual sea uno de los “productos” anotados en las listas kirchneristas de precio controlado. En consecuencia, ser oposición resulta demasiado caro.

Para la mayoría de las crónicas periodísticas, los hechos políticos tienen más valor que los sociales sino no se explica que el “conflicto” con los petroleros en la provincia de Santa Cruz culmine en una suerte de “tregua” sin culpas ni culpables y con negociaciones que huelen más a pactos de silencio que a acuerdos entre partes interesadas (o interesantes, al menos)

Lo que sí cabe rescatar de los sucesos en cuestión radica en la contradicción o mejor dicho en la manipulación que el gobierno hace con la ciudadanía sin que ninguna voz se alce en son de protesta dentro de lo que suele denominarse “la casa del pueblo”, es decir el Congreso. Allí reina un excesivamente caro silencio. De otro modo no se comprende por qué quienes cortaban la ruta sureña reciben el nombre de “piqueteros” y, en cambio, quienes reclaman cortando el camino en la provincia de Entre Ríos reciben la peculiar denominación de “asambleístas”. Menos aún se entiende que en una Nación rijan leyes sustancialmente distintas como las que se aplican en uno y otro destino.

A saber, en el sur del país está prohibido cercenar el paso o protestar en la vía pública mientras que en Entre Ríos hacerlo es caratulado por el mismísimo Presidente Néstor Kirchner como una conducta “soberana”, en consecuencia, adquiere prácticamente la categoría de “derecho” el impedir el paso a los demás.
Con este tenor de incongruencias vivimos… No hay a la vista oposición capaz de elevar la voz de protesta, menos aún capaz de proponer alguna suerte de política distinta con base en la coherencia. ¿Dónde está Mauricio Macri? ¿Dónde Lilita Carrió?

Y es que, sin que nadie explique la inconsistencia de un gobierno que dice estar controlando la inflación por el mero hecho de imponer un determinado precio para una docena de productos comestibles o de limpieza -de los que, paradójicamente, menos se consumen entre el porcentaje de gente a quienes más afecta los aumentos-, no hay forma de vislumbrar una salida para lo que ha dejado de ser ya una República: la Argentina.

La crisis de credibilidad tiene, precisamente, la lógica que le falta al discurso oficial. Cuando en lo que va de gestión se han anunciado más de 3 mil proyectos de obras públicas y menos de un 5% se hallan en ejecución (y en algunos casos, ejecución que podría llamarse “transitoria”) creer en el “asombro” del gobierno por el repentino brote de aftosa se hace, por demás, complejo. Asimismo, en torno a ello no se han logrado dar explicaciones medianamente convincentes y si se tiene en cuenta el modus operandi de esta administración -que castiga y desdeña lo que no le es par-, más se profundiza la sensación de que detrás de la aftosa hay mano oficial con una forma muy especial de vacunar…

Los escollos que le depara el corto plazo al Presidente son más de los que están siendo atendidos ya en Casa Rosada. A la Justicia le tocará un capítulo especial antes de comenzar Marzo. No en vano, la Primera Dama desapareció literalmente de escena durante todo el verano: la negociación detrás del telón ha sido la mayor ocupación de la senadora Cristina Kirchner, dedicada a tejer una trama de complicidades y voluntades compradas para obtener su fin.

En otro vértice del ring, Kirchner ha de toparse con la “soberanía” que él mismo proclamara: es decir, con el pueblo de Entre Ríos a quién se dejó ir más allá de lo debido. En los despachos de Balcarce 50 saben que la solución al problema desatado con el Uruguay por las papeleras está mucho más cerca que la Haya y que la única forma de conciliación radica en alguna suerte de acuerdo político. Ahora bien, después de que se le dio rienda libre, ¿acatará el pueblo entrerriano un negociado político sin exigir nada más? La respuesta no termina de llegar a los oídos del Presidente y lo único concreto en torno al tema es que cualquier solución que se de será el comienzo de otro nuevo caos ya no con el país hermano sino con cariz netamente nacional.

El escenario no es tan benévolo como al comienzo del año se lo quiso pintar. Los supuestos “imponderables” –paradójicamente harto previsibles para el Poder Ejecutivo- se hacen notar y llegan a un aparente final sin que cierren, sin embargo, con un pasaje de ida y nada más. El regreso es una espada de Damocles difícil de sobrellevar. Y se desprende de aquí uno de los errores más peligrosos que acechan al gobierno actual: más que adentrarse en la búsqueda de soluciones han optado por encarar – con poca pericia si bien se mira – el “arte” de disimular.

Con una tregua por solución para el problema desatado en el sur, es dable esperar que otros sectores retomen los reclamos más allá de los acuerdos o desacuerdos con Hugo Moyano. El conflicto gremial será un eco molesto durante el 2006 para el gobierno. Más fuerte se oirá cuando los precios, supuestamente “controlados”, dejen en los bolsillos de la gente un notable déficit, cercenando el aire “popular” que pretende imponer el jefe de Estado devenido ministro de economía en los últimos meses. 

Por un momento, suena certera la sentencia de Woody Allen: la vocación de ciertos políticos pareciera que es hacer de cada solución un problema nuevo.

GABRIELA POUSA
(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente.