Semejantes reacciones parecen lógicas a primera vista, porque la OEA siempre ha sido conocida en Washington más que nada por los cocteles que celebra en su esplendorosa sede, y a lo largo de una buena parte de sus 57 años de historia no ha sido mucho más que un refugio dorado para diplomáticos en vías de retiro.

Pero ahora que Venezuela se ha unido a Cuba en la promoción continental del populismo revolucionario, la OEA bien podría ser la última línea de trincheras para la defensa colectiva de la democracia representativa y los derechos humanos. Aunque su récord es errático, en años recientes la OEA sirvió para mantener la democracia en Perú, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Haití, y en el 2001 aprobó una meritoria Carta Democrática que compromete a sus miembros a aislar a cualquier país que interrumpa el estado de derecho.

Ahora, la OEA está en problemas. Según el presupuesto para el 2007 que Bush envió al Congreso la semana pasada, los Estados Unidos reducirían sus contribuciones especiales al organismo de $64 millones en el 2006, a $57 millones en el 2007. Las contribuciones especiales de varios países son usadas para misiones electorales, o para proyectos específicos de derechos humanos o antidrogas, y en su conjunto son mayores que el presupuesto regular de la organización.

''Es una señal de una significativa reducción de nuestro involucramiento en América Latina, y particularmente una mala señal en contra del multilateralismo'', dice Luis Lauredo, un ex embajador de Estados Unidos ante la OEA. ``La OEA tiene cien defectos, pero es lo único que tenemos''.

La OEA ya estaba en problemas financieros, porque varios de sus países miembros están muy retrasados en sus pagos anuales. Argentina, el mayor deudor, no ha pagado en tres años, y debe $10.7 millones, mientras Brasil debe $3.4 millones, Venezuela $2.4 millones, y la República Dominicana $700,000.

El Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, me dijo en una entrevista telefónica que aunque las operaciones regulares no se verán afectadas, la propuesta de recorte del presupuesto de Estados Unidos podría afectar algunas de las misiones de observación electoral de este año a Nicaragua, El Salvador, Perú o Ecuador.

El embajador de Estados Unidos ante la OEA, John Maisto, me señaló que no habrá reducción en el compromiso de Estados Unidos con la OEA, sino un regreso a los niveles normales de ayuda, después de un pago extraordinario el año pasado relacionado con temas impositivos.

Pero muchos funcionarios de la OEA temen por la fortaleza financiera de algunas de sus operaciones más prestigiosas, como la Comisión de Derechos Humanos.

''Sería un golpe muy serio para nosotros'', dice Santiago Cantón, secretario general de la Comisión de Derechos Humanos. ``Ya tenemos un retraso de 1,500 casos, y algunos de ellos toman hasta ocho años en ser procesados. Esto complicaría las cosas aún más''.

¿Aprobara el Congreso los recortes de Bush? Fuentes legislativas dicen que es probable que el Congreso aumente un poco las contribuciones propuestas por el Presidente, pero no por mucho.

La principal prioridad de Washington es Irak, y la guerra contra el terrorismo. El hecho de que el proyecto de presupuesto del 2007 de Bush incluya un corte general de 28 por ciento en los fondos de asistencia para el desarrollo en América Latina refleja la realidad política de la capital estadounidense.

A juzgar por lo que escucho de varios analistas en Washington, y lo que leo en muchos de los correos electrónicos que recibo de todo Estados Unidos, hay una cierta ''fatiga de cooperación'' de un sector de la población norteamericana en lo que a América Latina respecta. ''Los países latinoamericanos no han hecho nada para ayudarse a sí mismos, a diferencia de China y Europa del Este'', me escribió una lectora norteamericana esta semana, respondiendo a una columna en la que critiqué los recortes propuestos por Bush. ''Cada vez que hay una elección, eligen a otro bocón izquierdista, los ricos se van, y los pobres se quedan más pobres''.

Mi conclusión:

Con todo respeto, no estoy de acuerdo. Por el contrario, a Estados Unidos le conviene profundizar sus lazos con América Latina, ayudar a que la región crezca, y lograr que la prosperidad de todo el continente ayude a reducir la inmigración ilegal, el narcotráfico, y las amenazas a la seguridad. Y no se puede construir una mejor relación mediante los recortes de ayuda externa, ni reduciendo los fondos a la principal organización multilateral de la región.