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14/02/2006 | El nuevo marco de las relaciones comerciales entre China y Cuba: un reto para EEUU

Elías Amor Bravo

A finales del año pasado, las autoridades cubanas anunciaron con gran entusiasmo los acuerdos que se firmaron tras la visita a la Isla del presidente de la República popular china Hu Jintao.

 

En total, 16 convenios dirigidos a poner en marcha ayudas directas en materia de cooperación y la explotación conjunta de los recursos minerales, fundamentalmente níquel y cobalto, de los que Cuba posee importantes yacimientos.

El marco de las relaciones políticas y comerciales de China y Cuba no ha sido siempre fácil. Con la excepción de un período muy breve al inicio de la revolución, cuando la política de gestos de ruptura con Occidente parecía la regla de oro de los nuevos dirigentes cubanos y se produjeron intensos contactos entre los dos países, posteriormente, y durante más de 20 años, todo se redujo a operaciones muy concretas y de escasa continuidad. La dependencia del régimen cubano de las subvenciones soviéticas no ofrecía espacio para veleidades políticas, sobre todo, cuando rusos y chinos siempre mantuvieron una frialdad y distancia que se trasladaba sobre los distintos aliados en cada una de las partes. A partir del inicio de la perestroika, y tras la visita de Gorbachov a La Habana, el régimen cubano ya tenía muy clara cuál debía ser su apuesta para ganar tiempo. Los acontecimientos se precipitaron y a finales de la década, las relaciones con China volvieron a intensificarse hasta que en 1993, en pleno período de grave crisis económica en la Isla tras el derrumbe del socialismo real en Europa del Este, se produjo la visita del presidente Jiang Zemin, sin que nadie en La Habana se pronunciara sobre los terribles sucesos producidos unos años atrás cuando el ejército comunista chino se enfrentó a los jóvenes estudiantes en Tian an Men. A partir de entonces, los contactos han sido frecuentes, y aunque en el régimen de Castro se han observado con cierto desdén los procesos de expansión económica registrados en China, la necesidad de encontrar recursos económicos ha situado a la ortodoxia del régimen en segundo plano respecto del gigante asiático.

China ha experimentado en los últimos años profundas transformaciones, y fruto de ellas, sus relaciones comerciales con los países latinoamericanos han experimentado un continuo crecimiento cuantitativo y cualitativo. Aun cuando el modelo económico imperante en China apuesta claramente por el capitalismo, la dirección política comunista supone que buena parte de las relaciones comerciales se basen en convenios y acuerdos bilaterales como los que se han firmado recientemente con el régimen cubano. Cabe preguntarse, en tales condiciones, ¿por qué Cuba interesa a China? Y sobre todo, ¿por qué ahora? El análisis de la economía regional durante 2005, que viene realizando CEPAL, confirma que China ha experimentado un aumento en sus cuotas de mercado, tanto en exportaciones como en importaciones. Las necesidades de materias primas del gigante asiático le han llevado a dirigir sus compras hacia los países de América Latina que poseen grandes reservas de determinados productos necesarios para mantener en funcionamiento las plantas industriales que se expanden por doquier en China. Por otra parte, los indicadores confirman que las bases del crecimiento económico en aquel país dependen de unas exportaciones altamente competitivas que están desplazando de los mercados más importantes a los países occidentales, cuyos sectores industriales maduros se ven abocados al cierre o la reconversión. América Latina es un espacio en el que estas tendencias se vienen poniendo de manifiesto de forma evidente. Los países de la región se benefician de un aumento de los ingresos de exportación de las materias primas que producen gracias a la mayor demanda de China, que supera con creces las necesidades de los países industrializados tradicionales. De igual modo, sus importaciones de bienes intermedios y manufacturas son mucho más baratas que cuando se compran a los productores tradicionales, ya que los precios de exportación del gigante asiático son difíciles de igualar. Sorprendentemente, en América Latina las relaciones comerciales con China son muy beneficiosas porque generan valor añadido y ganancias en la relación real de intercambio, una tendencia absolutamente beneficiosa para los países de la región, que no han necesitado realizar ajustes para alcanzar estos resultados en el corto plazo que están en el origen de crecimientos medios del 4,1% como los que apunta CEPAL.

El régimen cubano no ha querido perder tiempo y ha reaccionado. Uno de los convenios firmados ha apostado por la enseñanza del chino en Cuba a estudiantes que, previsiblemente, van a tener un papel relevante a nivel continental. Otro de los acuerdos atiende a la biotecnología cubana, un sector puntero a nivel mundial que está intensificando sus vías de comercialización. El aplazamiento en diez años de las deudas contraídas por el gobierno cubano con China de 1990 a 1994 es otro dato interesante, pero no deja de ser calderilla, con las previsiones de construcción y explotación conjunta chino cubana de los yacimientos de níquel en Moa. Los 12 millones de dólares concedidos en proyectos de cooperación en materia de sanidad y educación permiten al gobierno cubano mantenerse firme frente a la Unión Europea, por ejemplo, cuyo parlamento ha mostrado su posición mas firme hacia el respeto a los derechos humanos en la Isla.

Es cierto que el régimen de Castro ha encontrado válvulas de escape hacia los populismos emergentes en América Latina, y así, los "maestros y médicos" cubanos se expanden no sólo en Venezuela, sino en Ecuador, Bolivia y allí donde sea necesario. Es cierto que por estas vías, alguna financiación se puede conseguir, pero es sólo pan para hoy y hambre para mañana. La apuesta por China del régimen de Castro es otra cosa. Tiempo habrá estudiar con más detalle lo que puede significar, pero sólo a título de ejemplo, situar al principal competidor estratégico de Estados Unidos a 90 millas al sur, es toda una hazaña. ¿Hay quién de más?.

Elías Amor, Economista ULC

Diario Exterior (España)

 



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