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18/02/2006 | ¿Mundos divididos?

Érika Ruiz Sandoval

¿Existe una brecha transatlántica? Estados Unidos y la Unión Europea tras la crisis de Irak. Esther Barbé (coord.). Madrid: Los Libros de la Catarata, 2005, 238 pp.EUR 15.00

 

Desde que Robert Kagan publicó en junio de 2002 su artículo "Power and Weakness", sobre la relación Europa-Estados Unidos, se han escrito múltiples textos que tratan de explicar las diferencias entre europeos y estadounidenses. En esta misma línea, llega desde España este libro de 12 capítulos escritos por los jóvenes investigadores del Observatorio de Política Exterior Europea que dirige Esther Barbé, catedrática de Relaciones Internacionales de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Empero, este volumen no es "uno más" en la lista de publicaciones recientes sobre la "brecha trasatlántica". La diferencia principal entre ésta y otras iniciativas similares es que la obra editada por Barbé no habla de los contrastes entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos en un vacío o en términos puramente abstractos. Tampoco parte de generalidades o de metáforas que pretenden ubicar a la UE y a Estados Unidos en planetas distintos.

Por el contrario, ya desde el primer capítulo, nacido de la pluma de la propia Barbé y Anna Herranz, se contextualiza la discusión sobre las divergencias trasatlánticas que estalló con la guerra de Irak a partir del análisis de otros momentos álgidos de la relación UE-Estados Unidos. Pero, más importante aún, este primer capítulo presenta y justifica las directrices que han de seguir los demás textos del volumen.

Así, los capítulos restantes responden, con base en ejemplos específicos, a las siguientes interrogantes: primero, si las divergencias, si existen, son producto de las transformaciones estructurales del sistema internacional tras el fin de la Guerra Fría y los atentados del 11 de septiembre de 2001; segundo, si las diferencias son consecuencia de cambios en el ámbito de los valores, es decir si las sociedades europeas y estadounidense se han ido alejando hasta tener visiones distintas del mundo, y, tercero, si las diferencias entre europeos y estadounidenses son de carácter coyuntural y, por tanto, imputables a la política exterior de George W. Bush.

Con base en estas preguntas, en apenas poco más de 200 páginas, el libro hace un minucioso tour de force por los principales temas de la agenda internacional, así como por áreas geográficas específicas en las que la brecha trasatlántica tiene o no un impacto, siempre a partir de una perspectiva comparada entre la UE y Estados Unidos. Este método es de agradecer, pues escapa de los tópicos, de las caricaturas y de los partidismos para presentar información puntual a partir de la cual el lector pueda concluir si en verdad hay un divorcio entre los socios trasatlánticos o si las diferencias son cuestiones de matiz o producto de la coyuntura.

La primera parte del libro se concentra en los principales temas de la agenda internacional. Albert Aixalà y Maria A. Sabiote analizan las estrategias de la UE y de Estados Unidos en materia de seguridad y terrorismo, para concluir que se ha abierto una brecha prácticamente insalvable en este ámbito. Carme Suárez, tras analizar las cifras de los intercambios trasatlánticos, concluye que en el ámbito económico es aplicable aquello de que it's business as usual, pues no hay crisis ni brecha entre Estados Unidos y la UE. En la dimensión ambiental, Oriol Costa apunta que las relaciones trasatlánticas sufren de una enfermedad crónica, producto del distanciamiento entre la UE y Estados Unidos desde que iniciaron las negociaciones internacionales sobre el calentamiento global en los ochenta. En los temas de gobernanza global -- reforma de las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional -- , Pablo Aguiar y Alfonso González Bondia subrayan que el unilateralismo estadounidense y la concepción de la UE de sí misma como adalid de la gobernación democrática son incompatibles y no ayudarán a enfrentar eficazmente los retos internacionales. Por último, Eduard Soler i Lecha y Jordi Vaquer i Fanés se adentran en el laberinto minado de Medio Oriente para concluir que hay una brecha trasatlántica y también una brecha dentro de la UE con respecto a qué hacer con la región; sin embargo, es una brecha que puede cerrarse, ya que, más allá de las diferencias en las percepciones y los valores, también hay intereses estratégicos compartidos.

La segunda parte del libro se centra en el contexto, es decir en cómo se aprovecha el resto del mundo de la brecha trasatlántica. En el caso de América Latina, Albert Aixalà y Ángel Bermúdez afirman que la brecha entre la UE y Estados Unidos obligó a que los latinoamericanos manifestaran su postura en el tema de Irak, lo que quizá les ayudó a tomar conciencia de su papel en el mundo. Por su parte, Francesc Serra i Massansalvador señala que Rusia, el otrora enemigo común, ha seguido una estrategia basada en alternar sus alianzas con Bruselas y Washington según le convenga, mientras que la UE y Estados Unidos, aunque a veces difieren y hasta compiten, están de acuerdo en que es fundamental preservar la estabilidad rusa. Roger Serra echa un vistazo al nuevo polo emergente -- China -- , y concluye que chinos y europeos se relacionan entre sí para mitigar su dependencia de Estados Unidos, pero no se alían en contra de los estadounidenses; más bien, europeos y estadounidenses siguen estrategias distintas, pero complementarias, con respecto al gigante asiático.

Pero así como la brecha puede abrir ventanas de oportunidad para, según qué actores internacionales, también puede limitarlos. Federico Guerrero Cabrera y Débora Miralles i Solé se ocupan del impacto de la brecha en las políticas de Estados Unidos y de la UE en la región de los Grandes Lagos y concluyen que, aunque ambos actores tienen diferentes estrategias y valores con respecto a la región, al no ser un tema prioritario para ninguno de los dos no rivalizan en el escenario africano. Elisabeth Johansson-Nogués y Érika Ruiz Sandoval dan otra vuelta de tuerca al argumento para trazar tendencias sobre la brecha a partir del análisis de las políticas de Estados Unidos y de la UE en torno a sus respectivas periferias. De la comparación entre el Tratado del Libre Comercio de América del Norte y la Política Europea de Vecindad concluyen que los vecinos son un reto económico y un reto político para ambos, pero ninguno de los dos tiene una estrategia óptima para enfrentarlos. Por último, Laia Mestres analiza los efectos de la brecha sobre la unidad europea y concluye que, a pesar de su notoriedad, la crisis interna que provocó Irak fue sólo una crisis más y que los desarrollos posteriores permiten afirmar que todos los estados miembro, están dispuestos a seguir trabajando en el proyecto europeo. No obstante, para poder seguir avanzando, tendrá que haber un acercamiento entre las dos posiciones más enfrentadas -- la británica y la francesa -- , lo cual, aunque difícil, no es imposible. El libro cierra con un texto de Esther Barbé que hace las veces de conclusión y epílogo, pues amplía el análisis hasta incluir las consecuencias de la visita de Bush a Europa en febrero de 2005.

La lectura de esta obra es indispensable para todos aquellos que quieran profundizar en las diferencias entre europeos y estadounidenses, y sobre todo para quienes deseen tener pruebas concretas y actualizadas para afirmar, o desmentir, que existe una brecha trasatlántica. Asimismo, su lectura vale la pena porque da suficientes claves contextuales que permiten ubicar a los socios trasatlánticos y sus diferencias en su justa dimensión y en un escenario internacional que se antoja cada vez más complejo.

Foreign Affairs (Estados Unidos)

 



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