Esta ONG no es un grupo cualquiera: se trata nada menos que de una institución que presta asesoría directa a la ONU y también a la Unión Europea. De manera que sus informes tienen una relevancia que va más allá de lo meramente burocrático o de la simple denuncia.

Pues bien, International Crisis Group se muestra alarmada de que cada media hora se produzca un asesinato en Venezuela.

Enhorabuena, al fin la matanza diaria que sucede en las calles de este país logra la atención del mundo de la misma manera en que la narcoviolencia en Colombia conmovió a la opinión pública internacional.

A los únicos a los que no conmueve esta matanza diaria son a los militares que se la pasan de lo más bien en sus cuarteles y ministerios haciendo negocios, según las denuncias de los diputados de la oposición en la Asamblea Nacional. El Gobierno debería abrir una investigación independiente sobre la ola de violencia que sacude a Venezuela y sus lazos internos con la burocracia oficial.

No puede ser una comisión donde estén los mismos diputados y ex oficiales de la FAN que, a los ojos de la opinión pública, están señalados de haberse supuestamente enriquecido a la sombra y protección del régimen. Tiene que ser una comisión integrada por gente conocida del oficialismo y de la oposición que estén fuera de toda sospecha.

Lo cierto es que con la llegada al poder del chavismo, el hampa se ha envalentonado y se mueve con una facilidad y una impunidad que sorprende a propios y extraños. Los rojos rojitos han permitido la formación de grupos paramilitares que se apoderan de áreas de la ciudad alardeando de ser guardianes de la revolución y, al amparo de consignas revolucionarias, manejan el tráfico de drogas y venden protección a los comerciantes e industriales de las zonas que controlan.

Nunca antes se había visto en Venezuela esta integración entre la delincuencia organizada, las bandas violentas que se disfrazan de izquierdistas y las policías del régimen. Desde luego, esto permite que el Gobierno mantenga un control parapolicial de esas zonas pero a costa de la degradación de las políticas de prevención y seguridad del Estado.

Lo más peligroso es que esta simbiosis entre las viejas y jóvenes bandas criminales venezolanas, los grupos de exguerrilleros que vienen de finales de los años del siglo XX y que están en puestos claves del poder, las policías vinculadas al hampa y el enorme poderío que el narcotráfico tiene con sus dólares, nos convierten en un país no sólo vulnerable sino incapaz de defenderse del enemigo interno.