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20/08/2011 | Los narcocorridos, la crónica extraoficial de la lucha del narco

Leticia Pineda

Los habitantes de Sinaloa, noroeste de México, cuna de los principales capos mexicanos de la droga, no tienen empacho en cantar y escuchar narcocorridos en calles, cantinas y restaurantes desafiando la reciente prohibición oficial a la difusión de estas canciones.

 

“Volamos cabezas al que se atraviesa, somos sanguinarios, locos bien ondeados. Nos gusta matar”, resuena a todo volumen una canción desde el estereo de una camioneta en una gasolinería de Culiacán.

Este género musical, cuyas letras narran hazañas de narcotraficantes, sus aventuras, amores y enfrentamientos con policías y militares, se ha convertido en una crónica popular de la descarnada lucha contra el narcotráfico en México.

“Haya narcocorridos o no haya narcocorridos, pos (pues) la violencia no va a parar”, dice llanamente un cantante que mira hacia todos lados con una guitarra en la mano y espera en la calle a que alguien lo contrate, junto a sus dos compañeros.

Ataviados con sombreros, camisas rancheras y botas vaqueras, decenas de estos músicos llegan todas las noches a una calle del centro de Cualiacán, capital de Sinaloa.

Este estado, tierra de Joaquín “Chapo” Guzmán, considerado el capo del narcotráfico más poderoso por la revista Forbes, prohibió en mayo difundir narcocorridos en lugares que venden alcohol. Hasta ahora han sido clausurados 36 de ellos.

La medida está dirigida a evitar la “apología del delito” y disminuir los asesinatos, explicó Gerardo Vargas Landeros, secretario de gobierno del estado con costas sobre el Pacífico y una de las tres zonas más violentas de México, con 2,505 homicidios en el 2010.

Conforme la violencia recrudece, esta música ha dado paso a una nueva corriente denominada Movimiento Alterado, cuyo contenido más fuerte ha llamado la atención de autoridades y expertos.

“Empezamos a ver un cambio con el narcocorrido hacia la hiperviolencia, entonces empiezan a hablar de descabezados y descuartizados”, explica Juan Carlos Ramírez-Pimienta, de la Universidad Estatal de San Diego California (Estados Unidos), y autor del libro Cantar a los narcos.

El Movimiento Alterado nació en internet poco después de que el presidente Felipe Calderón lanzara en diciembre de 2006 la ofensiva militarizada contra los cárteles, a la que se atrubuyen más de 41,000 muertos desde ese entonces.

Una de sus canciones, ‘El Bazucaso“, narra un enfrentamiento entre militares y los pistoleros de ‘El Chapo’. ”Es uno de los que más nos piden“, confiesa Aldo Alberto García, integrante de “Los Tres de Sinaloa“, que toca en una cantina cerca del mercado de Culiacán, donde miles de discos piratas de narcorridos se integran a un entorno donde la cultura del narcotráfico salta a los ojos.

Camisas estampadas con rifles se mezclan con botas y cintos. Abundan también joyerías donde se puede encontrar una cacha de pistola con inscrustaciones de oro a $850 u otras de esmeraldas, brillantes y rubíes, que simulan la bandera de México, por $17,000. La música del narcotráfico se oye a todo volumen.

Los narcocorridos ”no se tocan en mi programa“, indica de su lado Jorge Ramos, presentador de la radio La Ranchera, que ha decidido sumarse a la postura oficial evitando los narcorridos, a los que considera un fenómeno marginal.

Pero estas decisiones no han mermado la difusión y el gusto por los narcorridos, basta entrar a cualquier cantina o restaurante en Culiacán para escucharlos en vivo, en videos en pantallas gigantes o en rocolas a todo volumen.

”La producción de narcocorridos es inmensa, el número de bandas es imposible de calcular“, indica el académico Ramírez Pimienta.

Para este académico los narcocorridos rompen una versión no oficial de la lucha antidroga. “Lo que sucede es que el estado mexicano no es un narrador confiable, algunos de sus partes de guerra son tan fantasiosos como cualquiera de los narcocorridos“, explica.

Más alla de Sinaloa los narcorridos son populares a lo largo del norte de México y traspasaron la frontera con Estados Unidos, convirtiendo a Los Angeles “en el epicentro de los narcocorridos”, considera el académico.

Allí el gran publico son los inmigrantes, gente ajena al crimen pero que los decodifica y se queda con lo que le gusta: los valores del antihéroe. El corrido cautiva a los inmigrantes, que compensan así su temor a la autoridad que los persigue, concluye el especialista.


Miami Herald (Estados Unidos)

 


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