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21/02/2006 | Candidatos tarifados

Alberto Pineda

A estas alturas, nos atrevemos a asegurar que la oposición no concurrirá a las elecciones de diciembre, por lo que el presidente Chávez tendrá que promover candidaturas, que para los efectos de la opinión internacional y nacional, llenen el vacío y proyecten la existencia de una democracia amplia y aceptada por todos.

 

En esa tarea de prestarse para el juego y estrategia presidencial, anda en primer término Julio Borges, quien hábilmente y por adelantado embarcó a su partido Primero Justicia en esa aventura. Borges en este momento no representa ninguna posibilidad de éxito frente a un Chávez con todos los poderes y el dinero en sus manos y sin ningún escrúpulo para hacer uso de los recursos que abusivamente utiliza.

De otra parte, se sabe que Claudio Fermín, el aspirante que pareciera aún no estar convencido que sus tiempos quedaron muy atrás, y que sin tener la más mínima posibilidad de nada, es visto como un instrumento tarifado del Gobierno, al igual que Julio Borges. Así mismo, no entienden estos aspirantes a cumplir el papel de instrumentos de la malevolencia de Hugo Chávez, que la madurez adquirida por el pueblo de Venezuela les propinará el rechazo más contundente que haya podido recibir algún candidato a la presidencia de la República.

Sólo se está a la espera del acuerdo que debería producirse en la oposición, el cual aún vemos complicado y lejano, para la escogencia de un candidato único para que entonces podamos afirmar que sí habrá elecciones, por supuesto, con la adopción de las medidas exigidas por la oposición, para garantizar un proceso limpio y confiable, circunstancia esta que consideramos no admisible en definitiva por el Gobierno, lo que se traducirá en causa más que justificada en la población que conforma la oposición, para no asistir a la convocatoria ni aún poniéndose de acuerdo la oposición en el asunto de la candidatura.

Mientras tanto estos hechos se dirimen, Julio Borges continúa como si ese problema que plantea la gente opositora no tuviera nada que ver con él, ni mucho menos lo obligue a compartir dicha posición. Sus acuerdos, con Chávez, debemos suponer, tienen para Borges y Fermín, para sólo referirnos a ellos dos, por razones obvias, fuerza de compromisos insoslayables, bien amarrados, por las expectativas, que una vez reelecto Chávez en un proceso electoral fraudulento, ellos tendrán indefectiblemente las recompensas debidas, en señal de pago, por los favores prestados. Además de dinero, sobran embajadas que bien pueden satisfacer egos cuyo valor pecuniario es medible en el presente y a futuro. Veremos.

La Verdad (Venezuela)

 



 
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