Algo crucial debe haber en la firme intención gubernamental de construir la carretera sobre el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). El 22 de agosto del 2009, Evo Morales y su entonces homólogo brasileño Luis Inácio Lula da Silva concretaron el financiamiento de la obra en Villa Tunari. El visitante extranjero consideró necesario el proyecto vial de 306 kilómetros “Llave en mano”, con crédito del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social del Brasil (Bandes) y la construcción a cargo de la también brasileña OAS Ltda.
Con semejante presencia, la llegada de Lula fue todo un acontecimiento en el Chapare, ni siquiera los que ahora marchan pudieron reparar las consecuencias de la obra. Sin embargo, lo que despertó la atención del problema fue la renuncia, el 26 de julio del 2010, del entonces viceministro de Medio Ambiente Juan Pablo Ramos, de quien se dijo que objetaba la eventual concesión de la ficha ambiental del proyecto. Ésa fue una primera señal de error del emprendimiento gubernamental.
Pero lo que más enlodó este problema fueron las fuertes declaraciones de Morales en Sacaba, el 29 de junio. “Quieran o no quieran, vamos a construir este camino”, dijo en esa ocasión. Tratar así un asunto tan sensible encendió los ánimos. Obviamente, alimentó de más razón la demanda de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) y otras organizaciones sociales de impedir el proyecto.
Y más, un desliz presidencial hasta machista ha generado más polémica sobre el ya mediático conflicto del TIPNIS. “Si yo tuviera tiempo, iría a enamorar a las compañeras yuracarés y convencerlas de que no se opongan (a la vía Villa Tunari-San Ignacio de Moxos)”, dijo Morales en otra concentración popular en Villa Tunari, el 31 de julio.
Sabemos que el Presidente del Estado tiene un humor poco amable y poco gracioso, pero considerar a las mujeres de esa manera, como si se trataran de simples objetos de canje, ante un problema tan serio, y en pleno anuncio de marcha, sí que fue el colmo. Ha sido uno de los errores gravitantes en la prolongación de este conflicto que ya lleva 15 días.
Sin embargo, hubo más. Sinceramente, no creo que un funcionario de la Embajada de Estados Unidos (ésta dijo que se trata de Miguel Abelo) haya llamado a líderes indígenas (Pedro Nuny y Rafael Quispe) para preguntar sobre su salud. Tratándose de una legación que no sólo tuvo serios cuestionamientos, las llamadas pudieron ser motivadas por otras razones menos de humanidad. Eso está claro.
Lo que no concibo es cómo el Gobierno pudo conseguir esos extractos, considerando que todos los bolivianos, por mandato de la Constitución Política del Estado, tenemos derecho a la privacidad. Obviamente, eso indigna, y cualquiera de nosotros puede ser objeto de esa acción. En circunstancias como las actuales, sindicaciones de ese tipo, aunque puedan conseguir eventuales resultados políticos, separan más las aguas.
Apoyada o no por la embajada estadounidense o por las ONG, la marcha por el TIPNIS conlleva réditos o desventuras políticas; y en esta pugna la que más tiene que perder es la administración de Morales, que ha puesto en riesgo la credibilidad de su espíritu de reivindicación por los indígenas, la Pachamama o el “vivir bien”. Ya verán, estos días, hasta dónde llegan las autoridades.
