Para los venezolanos sería un manifiesto expolio público el que los cubanos manejasen su petróleo.
Desde
que a Raúl Castro se le ocurrió la malhadada opinión de que Venezuela y Cuba
éramos un solo país, nuestra oposición -sobre todo la que recorre presurosa y
pertinaz los caminos y veredas de Venezuela y tozudamente se asoma en cuanta
oportunidad hay- no ha dejado de anotar cualquier rasgo de amistad o de
negociados que el chavismo hace con aquel moribundo régimen, para verse
confirmada sobre la siniestra decisión de Chávez de transformarnos en una
colonia cubana.
En esa
onda se entendió -y por supuesto se sembró y asentó la alarma- el asunto de que
sería una "empresa" cubana la que tendría a su cargo toda la
identificación de los venezolanos. Fue una suerte que rápido se descubriera el
carácter marrullero de la operación. El asunto era, en el más puro estilo
latinoamericano -y con amplio historial en la Venezuela prechavista- un
negocito turbio vagabundo: un gran sobreprecio en la subcontratación de una
empresa mexicana que sería la que, en definitiva, haría el trabajo. Los cubanos
se quedarían con los reales que estos torpes del régimen les regalan y ni idea
tendrían de eso que llaman "Sistema Nacional de Identificación".
Desde
ese entonces poco se ha oído hablar de esa "gran conspiración
totalitaria"; y es una lástima, porque el desafortunado percance da para
mucho. Para cosas cómo: ¿y cuál es esa empresa cubana en concreto?, ¿no será
una más del vasto mundo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (el
mayor empresario de la isla) que la gente de Raúl tiene más de 50 años creando
y manejando?
Pero hay
una pregunta de mayor empaque: si el régimen agónico de la Cuba actual no es
capaz de que una hábil y valiente mujer como Yoanni Sánchez informe al mundo,
hora a hora, sobre las malandanzas de sus esbirros ¿cómo es que serán capaces
de tener control total de un país donde su isla cabe seis veces, y cuya
renuente población triplica la de Cuba?
¿Y qué
nos dicen los asustados denunciantes venezolanos sobre el reciente
reconocimiento del gran líder de aquella revolución de que, "el modelo
cubano no funciona ni siquiera para Cuba"? Pero es que, además, hay un
asunto de eso que ahora llaman timing. En efecto, si este regalo caído del
cielo para esa moribunda revolución es como el Maná de los judíos en la
travesía que dirigiera Moisés, ¿para que arriesgarlo con tareas que ampliamente
les sobrepasan?
Si Cuba
hoy no logra evitar la sangría de médicos y otros técnicos que envía a esta
supuesta Revolución, ¿cómo podría controlar hasta en sus mínimos pasos a más de
30 millones de reticentes venezolanos con Twitters y BlackBerrys a la mano?
¿Por qué
entonces, en vez de caer víctimas de pánico social, la gente no se esmera en
ver las lecciones que vienen de Siria, donde una brutal dictadura, provista de
un vasto arsenal, puesto en manos de un ejército y policía política
sanguinarios, es incapaz de sofocar una revuelta que no deja de crecer con
todas las razones geopolíticas en contra?
Vistas
las razones que dificultan el que Cuba pudiere transformar a Venezuela en su
Angola particular (como si este continente pudiera tragarse semejante
escenario), debemos pasar a las que, desde aquí, tornan muy cuesta arriba esas
imaginadas pretensiones cubanas.
Este es
un país sublevado, cuyo régimen no tiene real para responder a las demandas que
recibe. Cuba tendría que echarse a cuestas la incompetente y glotona pandilla
chavista que padece de una voracidad sin precedentes. Cuba tendría que dar la cara.
Pero
también tendrían que hacerlo los "mandos medios" del Ejército
venezolano, convertidos ahora en cipayos de una pequeña isla empobrecida.
Serían un "ejército de ocupación" destinado a sofocar revueltas de
sus paisanos en cada esquina, como las fuerzas imperiales de Napoleón,
enfrentando al pueblo español.
Encima,
para los venezolanos sería un espectáculo continuo de un manifiesto expolio
público el que los cubanos manejasen su riqueza petrolera, la que, de paso, ya
no da para mantener a Bolivia y pronto tendrá que abandonar a su suerte a
Nicaragua. Estamos en un punto en que los únicos países que pueden esperar algo
de Venezuela son los países-empresa: Brasil y Argentina, y eso con pagos
diferidos.
Un
último asunto: el gran agente de Cuba en Venezuela, enfermó; y de una grave
enfermedad. La plata que resta se la llevará la incierta curación de Chávez, el
cáncer más caro de la historia de la medicina.
Y ese
cáncer, termine como termine, puede concluir matando a Cubazuela.
antave38@yahoo.com