Exige similares compromisos al periodismo, tanto el título como la nota, aunque la dedicación a uno y a otra –aparentemente– requiere diferentes dedicaciones.

El tema no es menor si se tiene presente, en este tiempo, que la ONU aparece como un ámbito de excepcionales vidrieras para el mundo todo. Un tiempo en el que parece interpelada por unos y otros como si –espontáneamente- cada uno de los 193 estados partes de la organización internacional por excelencia asumiese a pies juntillas que es la “madre” de todos, la autoridad supranacional donde plantear asuntos de interés internacional o dirimir cuestiones complejas entre naciones.

Cuando Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina elige entre tantas alternativas le aseguran que hoy tiene (¡recién hoy, tan tarde!) para resolver la cuestión de “los dos estados”, al dirigirse a la ONU –seguramente en su fuero íntimo– encontraba razones de peso para animarse a semejante lid. Tal vez, en ese espacio interior, insondable para los demás, el líder palestino llevaba bien grabados, entre otros, los párrafos que seguidamente se transcriben de esa Declaración de Independencia de 1988 del Consejo Nacional de Palestina desde Argel, el exilio: “A pesar de la injusticia histórica inflingida al pueblo árabe palestino, que resultó en su dispersión y que lo privó de su derecho a la autodeterminación derivada de la Resolución 181 (1947) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que partió a Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, es sin embargo, esa Resolución la que todavía da las condiciones de legalidad internacional que garantizan el derecho del pueblo palestino a la soberanía y la independencia nacional.”

Uno de esos párrafos liga directamente con la ONU.

“El Estado de Palestina proclama su compromiso con los principios y propósitos de las Naciones Unidas y de la Carta Universal de los Derechos Humanos. Asimismo, proclama su compromiso con los principios y con la política del Movimiento de los No Alineados”

Y, finalmente, un texto que fija una posición- en su tiempo- oportunidad desperdiciada por la “comunidad internacional”.

“El Estado palestino afirma su convicción en la solución por medios pacíficos de los conflictos regionales e internacionales, acorde con la Carta y las resoluciones de las Naciones Unidas; sin perjuicio de su derecho propio a defender su integridad territorial y su independencia. A la vez que rechaza toda amenaza, el uso de la fuerza, la violencia y el terrorismo, y su uso contra su integridad territorial y su independencia política, así como rechaza el uso de tales medios contra la integridad territorial de otros Estados”

Esta “Declaración de Independencia” fue anterior a la Cumbre de Madrid de 1991, de los acuerdos de Oslo de 1993 y todo lo que siguió. Si Ronald Reagan, por EEUU, y Yitzhak Shamir por Israel, protagonistas de entonces, hubieran prestado la atención necesaria y conveniente a esa “Declaración” (que tácitamente consentía la existencia del Estado de Israel) hoy la historia estaría en otros pasos, distintos. Tanto que hasta podría pensarse en que nunca hubiera sido construido el muro por Israel. Y este país con fronteras reconocidas internacionalmente, al igual que las de su vecino Estado de Palestina. Volviendo al título: la ONU de 1947 decidió nada menos que la partición de Palestina, como se sabe. Y hoy, 64 años después, aparecería minimizada, al punto que no podría admitir a Palestina como su miembro Nº 194. Las paradojas del poder político, las injusticias de los poderosos.

Analista político argentino.