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04/03/2006 | Librando la guerra de las ideas

Zeyno Baran

El Islam y Occidente no se han enfrascado en un choque de civilizaciones, al menos no todavía. Pero Occidente ha sido arrastrado hacia el choque de dos ideologías en competencia que se dan dentro del mundo islámico.

 

EL PARTIDO DE VANGUARDIA

El Islam y Occidente no se han enfrascado en un choque de civilizaciones, al menos no todavía. Pero Occidente ha sido arrastrado hacia el choque de dos ideologías en competencia que se dan dentro del mundo islámico. Los defensores de la primera creen que el Islam es compatible con la democracia secular y las libertades civiles básicas. Los defensores de la segunda están comprometidos con reemplazar el actual orden mundial con un nuevo califato: es decir, un Estado islámico global. Son éstos los que buscan desencadenar un auténtico choque de civilizaciones, en parte para forzar a los musulmanes más moderados a optar por su propia interpretación del Islam.

Organizaciones extremistas como Al Qaeda se han hecho muy conocidas en los últimos años por tratar de cumplir sus objetivos mediante el terrorismo y la violencia política. Sin embargo, de menos renombre son las organizaciones complementarias dedicadas no a la acción directa sino a la lucha ideológica. De ellas, la más importante ha sido Hizb ut-Tahrir (HT, o sea el Partido de la Liberación), que es un movimiento transnacional que ha servido como vanguardia ideológica radical del islamismo sunita.

En sí mismo el HT no es una organización terrorista, pero puede considerársele como una banda transportadora de terroristas. Adoctrina a individuos con la ideología radical, preparándolos para ser reclutados por organizaciones más extremas en las cuales pueden participar en operaciones reales. Mediante una combinación de retórica fascista, estrategia leninista y propaganda occidental con la teología Wahhabi, el HT se ha convertido en una auténtica y poderosa amenaza que las sociedades liberales encuentran extremadamente difícil de contrarrestar.

La ideología y la teología del HT, que derivan de las de otros grupos islámicos radicales, están simplificadas para hacerlas más accesibles a las masas. Mientras muchos otros grupos fundamentalistas insisten en que su interpretación religiosa específica es la única válida o están obsesionados con un solo tema, como Israel o Cachemira, el HT tiene la meta más amplia de unir a todos los musulmanes bajo el estandarte del fundamentalismo islámico y, por ello, subraya temas de interés más general, como el choque de civilizaciones o las injusticias sufridas por los musulmanes en todo el mundo. En consecuencia, otros fundamentalistas radicales tienden a considerar al grupo no como un competidor sino como un aliado, y a menudo emplean los conceptos y la literatura del HT (fácilmente disponible en internet) para reunir y reanimar a sus propios adherentes.

A la fecha, el mayor logro del HT es haber cambiado los términos del debate dentro del mundo musulmán. Hasta hace pocos años, la mayoría de los grupos fundamentalistas consideraban como una meta utópica la noción de establecer un nuevo califato. Ahora, un número cada vez mayor de personas la consideran un objetivo serio. Y tras décadas de promover la existencia y la unidad de una comunidad islámica global (umma), el HT puede vanagloriarse de haber hecho sentir entre los musulmanes que su identidad primaria proviene de su religión, más que de su raza, etnicidad o nacionalidad, y que su principal lealtad se debe a ella.

Es difícil confirmar el tamaño exacto del HT debido a que se compone de células secretas, pero se estima que sus miembros son centenares en países europeos, como Dinamarca, y hasta decenas de millares en países musulmanes, como Uzbekistán. Como muchos gobiernos reconocen la amenaza que constituye, el HT ha sido proscrito en la mayor parte del mundo musulmán, así como en Rusia y Alemania. Pero hasta hace poco tenía la libertad de operar en otras partes, sobre todo en el Reino Unido, donde tuvo un importante papel en la radicalización de la malquistada juventud musulmana. (También hay indicios de una presencia clandestina del HT en Estados Unidos.)

Sin embargo, tras los atentados con bombas en Londres de julio último, las actitudes británicas están cambiando, sobre todo desde que fue puesto en claro que los perpetradores eran miembros de un grupo escindido del HT. En agosto, el primer ministro británico Tony Blair anunció una serie de medidas que emprendería su gobierno para enfrentar la amenaza del extremismo fundamentalista, entre ellas la recopilación de listas de sitios, librerías y organizaciones de internet como preludio para la deportación de ciudadanos extranjeros asociados con ellos. Blair dijo que la proscripción del HT en el Reino Unido sería parte de la adopción de medidas fuertes en su contra. Pero la propuesta proscripción ha encontrado cierta oposición entre algunos de los consejeros de Blair de la comunidad islámica, con base en la condición no violenta de la organización.

Puesto que el HT ocupa una zona dudosa de la militancia, en la que sus actividades implican más que la mera expresión de la opinión pero menos que el terrorismo, la regulación de sus actividades plantea un desafío único para las democracias liberales. No es del todo claro cómo los gobiernos y las sociedades occidentales pueden satisfacer el reto planteado por el HT sin sacrificar sus más acariciados valores en el proceso. Lo que está claro, sin embargo, es que ignorar el problema ya no es una opción.

LOS BOLCHEVIQUES DEL ISLAM

El movimiento fundamentalista islámico moderno vino a la luz con la creación de la Hermandad Musulmana en 1928, cuatro años después de que Ataturk, el fundador de la moderna Turquía, aboliera el califato otomano. Inspirados en las obras del pensador del siglo XIII, Ibn Taymiyya, y su sucesor ideológico del siglo XVIII, Muhammad Ibn Abd al-Wahhab, el ideólogo principal del grupo, Sayyid Qutb, sostuvo que la declinación del mundo islámico podía revertirse sólo si un pequeño grupo de musulmanes "auténticos" emulara los modos del Profeta Mahoma y se propusiera sustituir los gobiernos existentes en tierras musulmanas con gobiernos islámicos.

En 1953, al decidir que la ideología de la Hermandad Musulmana era demasiado acomodaticia, uno de sus miembros, un juez palestino llamado Sheikh Taquiddin al-Nabhani, fundó el más radical Hizb ut-Tahrir en lo que era el Jerusalén oriental gobernado por los jordanos. Con base en el trabajo de Qutb y otros fundamentalistas islámicos, Nabhani rechazó el capitalismo por ser explotador y a la democracia por ser atea. Afirmaba que la única manera de restablecer el tipo de sociedad islámica promulgada por el Profeta era liberar a los musulmanes de los pensamientos, sistemas y leyes de los kufr (infieles) y sustituir el sistema judeo-cristiano imperante del Estado-nación con una umma sin fronteras gobernada por un nuevo califato.

Nabhani consideraba a la civilización occidental y al Islam como sistemas mutuamente excluyentes que rivalizaban por el predominio ideológico dentro de las sociedades musulmanas. Sostenía que tanto el capitalismo como el socialismo eran execrables porque no daban reconocimiento de la supremacía del Islam. Siguiendo las creencias de su fundador, el HT no dio demasiada importancia a la caída del comunismo, identificando al capitalismo democrático occidental como el principal impedimento que quedaba para el establecimiento de una verdadera sociedad islámica. Con todo, por mucho que el HT desdeña los gobiernos existentes en el mundo musulmán, no aprecia los esfuerzos estadounidenses por la "promoción de la democracia", por considerarlos parte de una conspiración neocolonial y, sencillamente, como la más reciente manifestación de la aversión de Occidente hacia el Islam. Para el HT y sus seguidores, "la guerra contra el terrorismo" es un eufemismo de "la guerra contra el Islam".

Nabhani murió en 1997 y fue sucedido por Abd al-Qadim Zallum, clérigo palestino que a su vez fue sucedido por Ata Abu Rashta, otro palestino que había sido portavoz del HT en Jordania. Conducido por Rashta, el HT se volvió más agresivo; algunas fuentes de inteligencia occidentales creen que ha instruido a sus miembros a dirigir sus actividades contra los aliados de Estados Unidos, sobre todo contra los países que apoyaron la guerra en Irak. Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, por ejemplo, el HT afirmó que "Estados Unidos y Gran Bretaña habían declarado la guerra al Islam y a los musulmanes" y sostuvo que todos los musulmanes estaban en un "estado de guerra" en el cual sería aceptable la jihad contra los estadounidenses y los judíos. (La ideología del HT desde hace mucho ha tenido un acendrado antisemitismo, al poner fuera de contexto algunos versículos del Corán para dar a entender que los musulmanes tienen la obligación, según los términos del grupo, de "destruir la monstruosa entidad judía".)

El HT se describe a sí mismo como un partido político, aun cuando nunca se ha registrado como tal y apostrofe a todos los sistemas políticos. No busca elegir candidatos a cargos públicos, y más bien se concentra en la agitación extraparlamentaria. A fin de operar con libertad y evitarse problemas con las instituciones de procuración de justicia, el HT se mantiene escrupulosamente al margen de actividades criminales o terroristas. A la manera de los bolcheviques, el HT tiene una meta utópica que persigue con la lucha ideológica mediante acciones de células clandestinas. Para la revolución global que avizora, el HT no necesita mucha gente; unos cuantos centenares de partidarios en posiciones críticas son más importantes que miles de combatientes de a pie.

¿EL PROCEDER DEL PROFETA?

En su esfuerzo por refundar el califato, el HT trata de emular el método adoptado por el Profeta Mahoma cuando estableció el primer Estado islámico. Según la interpretación del grupo, el Profeta lo hizo diseminando pacientemente sus ideas, luego organizando a sus seguidores y sólo después actuando para adueñarse del poder. Es así como el HT planea su propio proceso de tres pasos.

La primera etapa del HT es la construcción del partido, meta que se logra con el reclutamiento y la propaganda. Los métodos de reclutamiento varían de un país a otro, pero los miembros del HT buscan por lo general personas jóvenes con cuestionamientos existenciales y los llevan al círculo del partido. Los candidatos en ciernes son presentados formalmente al aparato del partido para lo cual interactúan con un grupo de estudio; la mayoría se adhiere para aprender sobre el Islam en general, pero a la larga son adoctrinados con la versión particular del HT de la historia política islámica, a fin de eliminarles cualquier pensamiento "no islámico". A los nuevos miembros se les exige que presten un juramento de pertenencia al HT, que contempla el compromiso de "llevar a cabo incluso las decisiones de los dirigentes del partido que me parezcan objetables". Hacia el final del noviciado, que puede durar de seis meses a tres años, los miembros del HT están preparados en lo ideológico y lo espiritual para encarar cualquier penuria que pudiera ocurrirles al entregarse a la lucha.

Durante la segunda etapa del gran plan del HT -- que el grupo ha logrado en la mayoría de los países donde opera -- , los miembros forman nuevas células y tratan de crear tensiones entre los gobiernos y sus pueblos. A los miembros se les pide que modifiquen su conducta a modo de amoldarse a los usos de la población del entorno e infiltrarse en el gobierno.

Una vez terminada la segunda etapa, el terreno estará supuestamente listo para la maduración de una revolución islámica que establecerá un Estado regido por la sharia. Según el grupo, la tercera etapa se alcanzará cuando la umma abrace la interpretación del HT del Islam y todas las implicaciones asociadas a ella. A diferencia de la mayoría de los grupos jihadistas, el HT cree que puede realizar la revolución política en una forma no violenta, mediante la penetración de las instituciones gubernamentales y el reclutamiento de funcionarios en cargos importantes.

Aunque lleva más de medio siglo enfrascado en la guerra de ideologías, recientemente el HT ha hecho enormes progresos utilizando el más moderno de los medios, internet. En efecto, el alcance global de internet es perfecto para un grupo que niega la legitimidad de las fronteras políticas. Los musulmanes de cualquier parte tienen fácil acceso a los sitios web del HT, e internet ha mostrado una eficacia especial al facilitar las comunicaciones entre personas que viven en sociedades represivas.

El partido ha construido esencialmente una comunidad fundamentalista islámica en el ciberespacio, frecuentada por miembros en activo, miembros potenciales y simpatizantes. Los sitios web del HT están diseñados para atraer a los musulmanes que merodean en la web, que se sienten alienados de las sociedades en que viven, y les ofrecen un lugar donde obtener noticias y análisis, intercambiar ideas y sentirse parte de una comunidad musulmana global. Además, a diferencia de otros medios, no hay segregación de géneros y las mujeres pueden participar en el activismo político en el ciberespacio de una forma que fuera de internet se les ha negado por tanto tiempo.

Por su lado, para los musulmanes de segunda generación que viven en Occidente, los sitios web del HT ofrecen literatura fácilmente accesible en muchos idiomas y, a través de esta literatura, una fuente alternativa de interpretación histórica, política y teológica. A menudo estos musulmanes se quejan de que su información acerca del Islam proviene sólo de "orientalistas" occidentales. Y el HT llena ese vacío con su propio enfoque sobre religión y los sucesos mundiales.

PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE

Hoy, el HT tiene actividades en más de 40 países y ha preparado con cuidado una estrategia para cada uno de ellos. A la manera del movimiento comunista antes de él, el enfoque del HT es jerárquico y descentralizado, global y local: todas sus filiales tienen la meta común de realizar una revolución global, pero en los distintos lugares se emplean tácticas diferentes. En Medio Oriente, Asia Central y Asia del Sur, el HT se propone derrocar a los gobiernos, ya que considera que hay regímenes determinados allá que son obstáculos directos para revivir el califato. En Occidente, el HT se propone unir a los musulmanes con base en su identidad islámica y prevenir que asimilen la cultura occidental.

El HT concentra sus esfuerzos en tres áreas: Turquía, Asia Central y Europa occidental. En muchos respectos, Turquía es el principal campo de batalla en la guerra de ideologías. Si la Unión Europea (UE), ese supuesto club cristiano, acepta la integración de este país que suprimió el califato, entonces quedará claro que es erróneo el paradigma del HT del "choque de civilizaciones".

Aunque en general se considera que el papel del HT es marginal en Turquía, mediante activas campañas ha logrado hacer importantes incursiones allá. Paradójicamente, como Turquía está reformando sus sistemas legal y constitucional para incrementar su probabilidad de unirse a la UE, cada vez es más vulnerable a los extremistas islámicos locales, en parte debido a que se han ido aboliendo algunas de las medidas que mantenían bajo control a los radicales. Hoy, la agenda principal se propone convencer a los turcos de que no deberían intentar entrar a la UE, para lo cual señalan que hacerlo les costaría su identidad islámica. En cambio, sostiene el HT, Turquía debería alzar el estandarte islámico y convertirse en un importante opositor de la civilización judeo-cristiana.

El trofeo del HT en Asia Central es Uzbekistán, históricamente un centro de aprendizaje científico y de cultura islámica ilustrada y tolerante. Con más de 26 millones de habitantes (de los cuales casi 90% son musulmanes), el ejército más grande y eficiente de la región y una ubicación determinante, Uzbekistán tiene gran importancia estratégica y una influencia que van más allá de sus fronteras.

La mayor ventaja del HT en Uzbekistán ha sido el régimen dictatorial del presidente Islam Karimov. El HT tiene buenas oportunidades de sacar provecho de la peligrosa mezcla de corrupción, pobreza, drogadicción y represión imperantes en el país. Por añadidura, el HT satisface las necesidades personales inmediatas de sus miembros locales, llenando el profundo vacío psicológico que colma muchas de sus vidas.

Irónicamente, el HT ha sido capaz de llevar adelante su agenda para la región con la ayuda de grupos radicados en Occidente, pretendiendo que las reacciones de los gobiernos de Asia Central son esfuerzos por suprimir la religión y la disidencia más que intentos de combatir la ideología radical. En vez de expresar lo delicado que puede ser el impacto potencial que los infiltrados del HT podrían tener en los gobiernos y poblaciones locales, muchas organizaciones y gobiernos occidentales han concentrado sus críticas casi exclusivamente en las duras medidas administrativas adoptadas por los gobiernos centroasiáticos para detener el extremismo fundamentalista islámico.

El tercer objetivo regional del HT es Europa occidental, donde el grupo tiene fuerte presencia en varios países con grandes poblaciones musulmanas. Muchos miembros europeos del HT son inmigrantes que huyeron en décadas recientes de países donde imperaba la represión. Como ha sido muy difícil para Europa occidental absorber y asimilar a tales inmigrantes, muchos de ellos se han quedado sin un sentido de pertenencia o sin una identidad clara, cosas que el HT y sus afiliados tienen gran gusto en ofrecer. En especial, el HT ha logrado reclutar jóvenes frustrados que han perdido la confianza en los sistemas de los países a los que ellos o sus padres llegaron. Como lo planteó un veterano diplomático europeo, tras unirse al HT, "se convierten de rebeldes sin causa en rebeldes con causa".

Cabe destacar que muchos de los países que han proscrito al HT se tardaron en reconocer la amenaza que plantea. En un principio, por ejemplo, el HT fue tolerado en Jordania. Pero en 1968 y 1969 el HT trató -- con ayuda de las fuerzas armadas -- de derrocar al gobierno y sólo entonces fue prohibido. En Egipto también fue necesario un intento de golpe de Estado (en 1974) para que el gobierno decidiera proscribir el grupo. Hay informes creíbles de que miembros del HT participaron en intentos de derrocar los gobiernos de Siria, Túnez e Irak. En suma, conforme se ha expandido el HT en todo Medio Oriente y el resto del mundo musulmán, ha llamado la atención de los gobiernos y sido puesto fuera de la ley; pero sólo después de haber creado ya cientos, si no miles, de curtidos radicales en cada país.

¿QUÉ HAY QUE HACER?

El HT ha ofrecido a los musulmanes una explicación de por qué el mundo islámico se ha quedado a la zaga de Occidente en los siglos recientes. También ofrece un remedio simple: llenar la brecha destruyendo el orden imperante. Desde esta perspectiva, en la historia quedan muchas cosas pendientes. Como comentó hace poco Imran Waheed, vocero del HT en el Reino Unido, "[Francis] Fukuyama dice que hemos llegado al final de la historia porque no hay una ideología alternativa viable al capitalismo y la civilización occidental. Consideramos nuestra obra como un desafío directo a esa afirmación: tenemos que demostrarle que está equivocado".

Estados Unidos (y Occidente más en general) pudo predominar en la última lucha ideológica épica, la Guerra Fría, sólo después de conseguir una estrategia duradera basada en un exhaustivo estudio de la ideología y las tácticas comunistas. Dicha estrategia debía contener la amenaza militar del enemigo y presentar una mejor ideología alternativa, basada en las libertades políticas y personales combinadas con la prosperidad económica.

Es imperativo reconocer que se está dando otra lucha así, que requiere una estrategia comparativamente duradera. Hoy, sin embargo, la población a la que se dirige es muy consciente de la alternativa básica occidental y, en gran medida, la rechaza. Más y más musulmanes -- y no sólo los terroristas -- creen que siempre serán desdeñados en la perspectiva de un mundo dominado por Estados Unidos. Creen que "la agenda de libertad y democracia" de George W. Bush no es sino un ardid para apaciguarlos con la finalidad de que Estados Unidos pueda mantener su hegemonía global. En vez de aceptarlo, sostiene el HT, los musulmanes necesitan unirse y levantarse para recuperar su antigua gloria. Así, la estructura política internacional de la Guerra Fría se convirtió en su prioridad: tal como hizo Estados Unidos con los disidentes más allá de la Cortina de Hierro, hoy el HT y sus defensores alientan las esperanzas entre los musulmanes desleales de una alternativa dignificada ante lo que perciben como una forma de opresión.

La primera tarea para contrarrestar este desafío es anular la capacidad del HT de desacreditar a Estados Unidos y sus ideales. Después de la guerra en Irak y el trato de los prisioneros en Abu Ghraib y la bahía de Guantánamo, sin embargo, la credibilidad y la autoridad moral de Estados Unidos en el mundo musulmán están en su punto más bajo, y por ello tal cosa no será fácil. De hecho, rehabilitar la imagen de Estados Unidos probablemente tardará décadas y requerirá una campaña ideológica que destaque valores comunes a los mundos occidental y musulmán.

La "estrategia directa por la libertad" del presidente Bush nunca será tan bien recibida como lo podría ser un enfoque que subraye la justicia y la dignidad, conceptos que son los que con más fuerza resuenan en las sociedades musulmanas. Washington también necesita minimizar las causas generales de queja que los radicales antiestadounidenses pueden explotar, como son la arrogancia con que Estados Unidos se vanagloria de su poderío y los sesgos percibidos a la hora de tratar el conflicto palestino-israelí.

Pese a ser bien conocidas, estas prescripciones de política exterior estadounidense no carecen de importancia. La segunda tarea -- encontrar modos de suprimir las actividades del HT y de organizaciones militantes comparables sin sacrificar demasiadas libertades civiles -- es más novedosa y quizá más difícil. Sacando provecho de las propias libertades occidentales de expresión, de reunión y otras por el estilo, el HT ha difundido ideas anticonstitucionales y antisemitas llenas de odio y creado una quinta columna de activistas que procuran socavar los mismos sistemas en que viven. Los gobiernos y sociedades occidentales deben encontrar maneras de protegerse no sólo del terrorismo, sino de la provocación indirecta que es la especialidad del Hizb ut-Tahrir.

La glorificación y el estímulo de los perpetradores suicidas de atentados con bombas, la difusión de justificaciones de la violencia y la formación de redes de apoyo a las actividades militantes crean una infraestructura ideológica crucial que, pese a ser casi invisible, posibilita acciones más explosivas de los radicales islámicos que dominan en los titulares hoy día. Las sociedades occidentales deben desmantelar esa infraestructura para estar completamente seguras. Pero ¿cómo hacerlo? Bloquear la difusión de literatura extremista por internet es técnicamente difícil. Tan pronto como se bloquea un sitio web, otro surge de inmediato; es difícil localizar muchas direcciones de la web, y rastrearlas requiere estrecha colaboración entre los distintos servicios de inteligencia de múltiples países. Las dificultades políticas son aún mayores, pues muchos europeos y estadounidenses no comprenden la amenaza ideológica que plantea el Islam radical y, por tanto, no consideran necesario limitar los derechos civiles para combatirlo.

Así, los dirigentes políticos tienen que explicar que, aunque los temores de una repetición del macartismo sean legítimos y que las restricciones a los derechos civiles tengan que ser cuidadosamente encauzados, si no se toman ahora precauciones inteligentes es probable que más adelante haya mayores trastornos. Si Occidente no detiene la diseminación del radicalismo, al final del camino sus sociedades se hallarán más polarizadas conforme se incrementen las tensiones y estarán más dispuestas a adoptar medidas de represalia más fuertes una vez que haya más atentados.

Estos problemas están llegando al colmo en el Reino Unido, donde el gobierno de Blair ha declarado su intención de promulgar una legislación que proscriba al HT y su ramal, al-Muhajiroun, y prohibir la incitación indirecta a la violencia por parte de los clérigos extremistas que glorifican los actos de terrorismo. Las metas de Blair son combatir el terrorismo y a los militantes que lo apoyan; para lograrlas, claramente está dispuesto a enmendar las leyes sobre derechos humanos para facilitar la deportación de los ciudadanos extranjeros sospechosos de tener vínculos con el terrorismo. Si bien esas medidas pueden parecer draconianas, son tanto necesarias como ya de hace mucho demoradas. Dada la oposición que tales propuestas ya han generado en ciertos sectores, sin embargo, sigue pendiente por ver qué restricciones adoptará el gobierno británico a fin de cuentas y qué países emularán las acciones del Reino Unido.

Aunque otras naciones europeas, como Dinamarca y los Países Bajos, han estudiado la posibilidad de proscribir el HT, sólo Alemania lo ha hecho realmente (en 2003), y lo hizo aplicando sus leyes únicas sobre el antisemitismo. El gobierno alemán no puso en su mira al HT por ser una organización directamente comprometida con las actividades terroristas, sino que proscribió al grupo para barrer los suelos en que pueden germinar las semillas del terrorismo fundamentalista islámico. Sin duda la intención del gobierno alemán se vio reforzada con el hecho de que Shaker Assem, uno de los dirigentes del HT en Alemania, haya dado conferencias al grupo de estudio de Mohammed Atta y de que se sabía que Atta y otros de los planeadores del 11 de septiembre solían leer la revista alemana del HT, Explizit.

La tercera tarea es encontrar modos de ayudar a los moderados a ganar la guerra civil teológica e ideológica que actualmente se libra en el mundo musulmán. Un modo sería que los periodistas occidentales y las organizaciones de derechos humanos hicieran ver con claridad que la supuesta imagen del HT como una organización "pacífica" es en realidad una mentira. Occidente también puede ayudar estimulando a los gobiernos de los países musulmanes a permitir que las organizaciones religiosas realmente pacíficas promuevan la tolerancia y el diálogo entre distintas confesiones. Puede ayudarles a crear programas de estudios que subrayen el pensamiento crítico, el patriotismo, la ética y los valores islámicos que son compatibles con la democracia y el secularismo.

En ese contexto, el manejo que haga la UE sobre la candidatura de Turquía a ingresar a ella será una prueba importante para la política occidental. Si la UE acepta la tradición musulmana turca que apoya una convergencia de civilizaciones, entonces los argumentos del HT acerca de un inevitable choque de civilizaciones perderán sustento. Sin embargo, el rechazo del ingreso pleno de Turquía a la UE confirmaría la visión más amplia del HT de un mundo dividido.

Ninguna de estas tareas es fácil y ninguna puede lograrse rápidamente. No obstante, no acometerlas es equivalente a dejar que el cáncer se disemine. Puede tomar más tiempo emprender las luchas ideológicas que las abiertamente militares, y aun así el éxito suele ser menos decisivo o duradero. Los componentes centrales de cualquier estrategia deben ser, por tanto, la paciencia y la determinación. En el cuarto aniversario de los ataques del 11 de septiembre, algunos señalaron con desaprobación que tras un periodo comparable luego de Pearl Harbor, el Eje ya había sido derrotado. Sería más apropiado que ponderaran que la Guerra Fría duró casi medio siglo.

Foreign Affairs (Estados Unidos)

 



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