Once de octubre, día de la mujer, un indígena descendiente de la etnia yuracaré me invita dos buñuelos y un vaso de leche con avena cuya regional había preparado esa mañana para desayunar, “hermanita, feliz día”, me dice y me abraza. Catorce de octubre, me lastimo tras una caída, me froto la rodilla e inesperadamente una mujer mojeña me ofrece un pedazo de tela que había roto de su polera recién donada para que me envuelva la herida.
Así es el cariño de algunos de los indígenas que protagonizaron la última marcha que duró 65 días, desde que partieron en Trinidad hasta llegar a la sede de gobierno, con el fin de demandar que la construcción del segundo tramo de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos no atraviese por el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
Eran evidentes los rasgos típicos de los descendientes de la región amazónica, de piel morena y rostros con proporciones rectangulares, estaban vestidos con camisones de colores gris que elaboraban artesanalmente y siempre usaban sandalias. Algunas mujeres llevaban las correas de sus bolsas hechas a mano sobre la cabeza. Y los niños siempre andaban con poca ropa y muchos tenían el cabello despeinado.
Normalmente, la marcha iniciaba su recorrido por las mañanas, el calor era extremo en pueblos benianos y del norte de La Paz. Se necesitaba agua, pero lo único que se observaba en el recorrido era vegetación. A Dios gracias que existían vertientes que caían de las montañas y eran la salvación para todos.
En un principo, la marcha avanzaba por lugares planos, el único inconveniente era el polvo que levantaban los vehículos que pasaban cerca suyo. Luego, el camino se hizo pedregoso y ascendente, el frío también empezaba a sentirse.
La organización de ellos era tal que contaban con guardias que, armados de flechas y arcos que ellos elaboraron, custodiaban en las noches y en el día a la columna, tenían también cocineros, responsables de salud, y otros. Por seguridad, los niños y las mujeres embarazadas eran transportados en vehículos. Tres nacimientos fortalecieron la marcha, pues ahora cuentan con nuevos integrantes... y muchos paceños.
Los cientos de kilómetros que caminaban parecían no concluir, realmente se sintió el esfuerzo que pusieron, especialmente en La Cumbre. No era una simple caminata desde la Pérez hasta la Ceja, como un amigo creyó que, sino cuatro o cinco veces más, por ejemplificar, obviamente que se sintió dolor muscular, de cabeza y muchos se resfriaron.
A su entrada a la ciudad, se pudo observar las grandes muestras de cariño que expresaba la gente. Entonces, a diferencia del fútbol, esta marcha sí permitió unir a miles de paceños.