Como ningún otro presidente mexicano, Felipe Calderón abrió las puertas a los inversionistas españoles.
Pero le
pagan mal. La alianza anunciada por Pemex con Sacyr-Vallehermoso para
“sindicar” sus acciones (29.8%) de Repsol ocasionó un airado rechazo en España
por la supuesta intención de la paraestatal de romper la “españolidad” de la
petrolera, que en realidad es hispano-argentina.
El
portavoz económico del Partido Popular (PP), Cristóbal Montoro, fue uno de los
más duros críticos. El 27 de septiembre, en el foro Cinco Días, señaló que su
partido no comparte que las empresas públicas de otros países inviertan en
España. “No nos gustan las empresas públicas invirtiendo en nuestro país”,
señaló.
En aras
de atemperar el tono de la pugna, el embajador mexicano en España, Jorge
Zermeño, trató de resaltar el buen ambiente de negocios que tienen los
españoles en México durante la inauguración del foro de Responsabilidad Social
Empresarial México-España, el pasado 13 de septiembre. Dijo que actualmente “la
inversión española en México es superior a 38 mil millones de dólares, con más
de 3 mil 200 empresas trabajando en México”.
España
es el segundo inversor después de Estados Unidos. BBVA-Bancomer es el primer
banco en México y sus filiales en este país le reportan 40% de los dividendos
totales; Santander es el tercer banco en el país y le ha dado a la matriz española
10% del total de sus ganancias en el primer semestre de este año.
El
gobierno de Calderón les ha otorgado a las principales constructoras y
energéticas hispanas 40% de los contratos de su plan de infraestructura en los
ramos de carreteras y generadoras de electricidad, entre otras obras.
Aeropuertos
Españoles para la Navegación Aérea, del gobierno español, detenta junto con
Abertis un paquete accionario del Grupo Aeroportuario del Pacífico. Sus socios
mexicanos lo demandaron por la vía civil, en febrero pasado, por violar las
leyes de Vías Generales de Comunicación y la de Aeropuertos, que prohíben que
algún gobierno extranjero o empresas dependientes de él controlen instalaciones
estratégicas de la nación.
Un
consultor financiero español al tanto de los pormenores del caso Repsol-Pemex
dice a Proceso: “Fuera del gobierno (español) la reacción ha sido muy
desproporcionada aludiendo a un nacionalismo ramplón, en una compañía que
difícilmente perderá la dirección española”.
Familiarizado
con inversiones españolas en México y Latinoamérica, el entrevistado dice que
“en particular el presidente Calderón ha sido muy abierto a la inversión de
compañías españolas”.
Críticas
El
aspirante a la candidatura presidencial Andrés Manuel López Obrador ha sido un
crítico de esa apertura a las empresas españolas, en especial Repsol. Ésta “es
la empresa preferida de Calderón”, dijo durante una gira por Pánuco, Veracruz,
el pasado 2 de septiembre.
El 1 de
abril de 2008, López Obrador denunció que desde 2005 el gobierno mexicano había
entregado “información privilegiada” a Repsol sobre operaciones futuras, lo que
derivó en un contrato con la Comisión Federal de Electricidad para el
suministro de gas, lo que, sostuvo, causó un daño al patrimonio nacional por
más de 655 millones de dólares.
En marzo
de 2004, cuando Calderón era secretario de Energía, Pemex le otorgó a Repsol el
primer Contrato de Servicios Múltiples (CSM) para las obras de desarrollo,
infraestructura y mantenimiento de los yacimientos de gas natural de la Cuenca
de Burgos (Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas).
Un
diagnóstico elaborado por la UNAM para el Senado concluyó que los CSM son
“ilegales” y que el asignado a Repsol le permitía elaborar gas metano y otros
hidrocarburos que “la ley clasifica como pertenecientes a la petroquímica
básica y cuya explotación está reservada al Estado”, según La Jornada en su
edición del 19 de abril de aquel año.
A raíz
de la nueva estrategia de Pemex, los miembros de la dirección de Repsol
iniciaron una ofensiva mediática que encargaron a la firma de consultores de
comunicación Llorente y Cuenca; ésta filtró a los medios españoles el informe
de la paraestatal titulado Contexto del aumento de participación de Pemex en
Repsol, según confirmaron fuentes diplomáticas.
Con base
en ese informe –que La Jornada publicó el pasado 13 de septiembre–, los medios
españoles enfatizaron las supuestas intenciones de Pemex de “capturar”
beneficios de Repsol a bajo precio, de aprovecharse de su tecnología de punta
para explorar en aguas profundas y de poner en riesgo la “españolidad” de la
petrolera.
Fue el
caso del periódico El País. En su editorial del 22 de septiembre, titulado La
intención de Pemex, abonó en las sospechas: “Pemex aspira a controlar Repsol,
junto con Sacyr, para cambiar su gestión y trasladar fuera de España algunas
decisiones clave aprovechando la debilidad de la constructora y las carencias
de un gobierno terminal (el del presidente José Luis Rodríguez Zapatero). Esta
sería la razón oculta. (…) Para evitar cualquier duda sobre la gestión española
de Repsol, para impedir que un artificio societario diluya la gestión nacional,
es imprescindible que Pemex y el gobierno mexicano expliquen sus intenciones”.
Aquellos
tiempos
Este
tono de los políticos y los medios españoles contrastó con el que hubo en 1979
cuando se restablecieron las relaciones diplomáticas con España y a petición
del monarca hispano, México firmó un acuerdo para que Pemex invirtiera en
Petróleos del Norte (Petronor); la paraestatal mexicana adquirió 34% de las
acciones de la petrolera española.
El
presidente de ésta, Nemesio Fernández Cuesta, afirmó que la operación “rompía
el círculo de desconfianza y frustración de las iniciativas empresariales” y
destacó cómo “México ha apostado por el futuro y ha elegido el País Vasco para
ello”, según El País del 1 de julio de 1980.
En 1981,
al elevar las cuotas de compra de hidrocarburos mexicanos cuando México
enfrentó la crisis por la caída del precio del crudo, el entonces presidente
español José Calvo Sotelo dijo que era “como un gesto de gratitud con México
por haber mantenido el suministro de hidrocarburos a la península en la época
en que había escasez en el mercado”, publicó el mismo medio el 20 de julio de
ese año.
En 1987,
Pemex aceptó vender sus acciones para que el nuevo holding estatal español
Repsol, a cargo del Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH) absorbiera a
Petronor.
A
cambio, Pemex y BBVA, el otro socio, recibieron acciones de Repsol y formaron
parte de su Consejo de Administración. El Boletín Oficial de las Cortes
Generales fechado el 13 de enero de 2006 publicó el informe de fiscalización
global de las privatizaciones de las empresas estatales españolas, que se
llevaron a cabo en los gobiernos de Felipe González y José María Aznar.
En él se
señala que, la pérdida de Repsol de su condición de sociedad estatal y la venta
de acciones a la paraestatal mexicana, “formó parte de un acuerdo estratégico
de cooperación suscrito entre Pemex y el INH, por el que éste vendió aquella
participación y adquirió la de Pemex en Petronor”.