“El triunfo de Cristina viene marcado por la economía. Argentina registra un crecimiento como el de China y la India. La sociedad tiene la percepción de una mejora en su estado de bienestar. La gente aprecia la política de subvenciones sociales, reconoce la bandera de los derechos humanos y de las principales propuestas del Gobierno. En simultáneo, no se encuentra reflejada en una oposición fragmentada”. Los argumentos de la consultora Graciela Romer, ayudan a entender el resultado de las elecciones del domingo. En éstas, el candidato que más se acercó al aplastante triunfo de CFK, siglas de la presidenta, fue el socialista Hermes Binner. Satisfecho con el escrutinio, éste no deja de resultar, en comparación, simbólico: 16,87 por ciento. No obstante, “la oposición”, se declaró como “una propuesta alternativa” y advirtió que “seremos implacables en la defensa de los derechos de los ciudadanos”.

De las 23 provincias argentinas Cristina Fernández de Kirchner únicamente perdió en la de San Luis y Chubut, en algunos distritos de Santa fe y en un puñado de barrios de la ciudad de Buenos Aires. La alegría, pese al permanente recuerdo en su discurso de su marido, del que el jueves se cumple un año de su muerte, la expresó bailando con el luto en la emblemática Plaza de Mayo. "Él" gobernó con el 22 por ciento, ella lo hará con mucho más del doble.

El triunfo de Cristina Fernández de Kirchner, “la primera mujer presidenta electa y la primera en ser reelecta”, como recordó la noche de la victoria, es el triunfo del “kirchnerismo” un modo de ejercer el poder con variadas lecturas. El profesor de la Universidad de Buenos Aires, Raúl Ochoa, lo llama “capitalismo de amigo, populismo mercantilista y nacionalista que incluye la recuperación de símbolos peronistas. Todo ello barnizado de un estilo paternalista”. En esencia el “kirchnerismo” se recita con esos términos pero hay más. “Raúl Alfonsín entregó el Gobierno –en 1989- unos meses antes de concluir su mandato pero el impacto de hacerlo bajo la hiperinflación es demoledor”, reflexiona la ensayista Beatriz Sarló para explicar el hundimiento de la Unión Cívica Radical (UCR). El escritor Mempo Giardinelli, lo expresaba de otro modo en el diario La Nación, “el electorado piensa que el rumbo general de su Gobierno garantiza cierta estabilidad. Ese preciado oro que los argentinos han desconocido por generaciones”.

La gestión de Alfonsín, el presidente de la transición de la dictadura argentina (1976-83) a la democracia, quedó eternamente bajo ese estigma del descontrol de precios. La de Fernando de La Rúa, su correligionario de la UCR pasó a la historia reciente como sinónimo de ineficacia, crisis galopante en todos los órdenes y estallido social. “El miedo a volver a vivir una situación similar persiste en la sociedad”, reflexiona Juan José Sebrelli, autor de “los mitos de la Argentina”. De la noche a la mañana los ahorros de la población quedaron atrapados en “el corralito” y su futuro hipotecado en “el corralón”, las dos expresiones que se tradujeron en límite de extracciones en efectivo y bloqueo de depósitos devaluados. Esto, en la memoria colectiva y en la campaña de Cristina Fernández, es real. “Hace diez años lanzábamos piedras y hoy lanzamos cohetes y satélites al espacio”, proclamaba la presidenta en uno de sus memoriosos vídeos de campaña que recogía escenas de los disturbios, con una veintena de muertos, que precedieron a la dimisión de De La Rúa.

La crisis de los partidos es tan profunda que ha pulverizado el surgimiento de nuevos líderes que puedan “hacer sombra a la presidenta. Para renovar la política se necesita algún dirigente carismático. La única que asomaba era Elisa Carrió (candidata y gran perdedora de Coalición Cívica), una mujer inteligente y sólida intelectualmente pero, finalmente, no ha tenido condiciones para constituir un partido robusto con alcance nacional. En cualquier caso, esa carencia, es extensible hoy a buena parte del mundo”, observa Sarló. A Juan José Sebrelli le duele reconocerlo pero, “la oposición no ha logrado construir un discurso convincente que sale en la sociedad”.

Hermes Binner, primer socialista de la historia en derrotar al peronismo en la provincia de Santa Fe, no logró sellar una coalición que abrigaba las esperanzas de esa parte de Argentina que no se siente reflejada en el actual Gobierno. “La alianza de Ricardo Alfonsín con De Narváez (peronista no kirchnerista que se presentaba y perdió la Gobernación de Buenos Aires) lo hizo inviable”, reconoció a ABC.

“Su habilidad para separar cualquier atisbo de oposición es real. El kirchnerismo recurre a prebendas, al clientelismo y a lo que encuentre a su alcance para que nadie se cruce en su camino. Para ellos no hay adversarios, sólo enemigos”, aseguraba en una entrevista reciente a este periódico el ex presidente Eduardo Duhalde. El profesor Ochoa cree que el futuro no es oscuro, “pero urgen ajustes inmediatos. Todos los sectores de la economía están subsidiados, el 85 por ciento de la energía, el gas y el transporte se sostienen con los aportes del Estado. La suma arroja la cifra de 17.000 millones de dólares”. En un mundo que se tambalea Argentina parece impermeable a la crisis, “la sensación de mejora en el bienestar existe. En los últimos dos años ha habido un aumento salarial del 30 por ciento y aumentos en las jubilaciones así como subvenciones a los más necesitados pero el ajuste después de las elecciones es inevitable. Argentina tenía la excusa de la crisis internacional para poner las cosas en orden pero ha desaprovechado una oportunidad de la que Brasil ha sabido sacar partido”. Dicho esto, Ochoa es optimista, “el panorama no es malo”.