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06/03/2006 | Cómo encarecer la energía o lo que sea

John Bennett

Es curioso como los seres humanos nos pasamos la vida haciendo esfuerzos por olvidar lo consabido. Tal es el concepto de la elasticidad de los precios, el cual nos ha mostrado hasta el cansancio que la mejor manera de encarecer un producto o servicio es tratando de controlar su precio.

 

Tenemos que ser muy necios para no darnos cuenta que nadie compra huevos para vender huevos y que no hay nada malo en lograr una ganancia, o hasta una buena ganancia, siempre y cuando no sea mediante una práctica monopólica. Si los precios de la energía en Panamá están altos debido a prácticas monopólicas, entonces todos compartimos culpas por dejar que nuestros politiqueros nos hayan metido en ese jaleo.

El problema es que ahora que nos despertamos a la desagradable realidad de la escalada de precios energéticos se escuchan voces a raudal clamando por un control, o peor, por la reestatización de los servicios de energía y otros. ¿Acaso todavía no sabemos que la mejor forma de lograr el desabastecimiento y encarecimiento es obligando a vender con poco margen o por debajo del costo?. Pareciera que queremos quedar en lo mismo que les ocurre a los iraquíes que hoy día hacen fila hasta por 8 horas para llenar su tanque. Cuando algo no es negocio, sencillamente se pierde el incentivo del negocio y entonces recurrimos a la genialidad de darle otra tarea al gobierno; vale decir, a los políticos, para que hagan gala de su incompetencia. Y no es que todos sean incompetentes naturales, sino que les encomendamos tareas que nada tienen que ver con el gobernar y terminan haciendo lo propio mal y todo lo demás también.

También me cuesta aceptar el odio que se ha logrado sembrar en nuestra gente en contra del "libre mercado" o sencillamente del mercado. Es algo así como odiar al machete o a la pala, pues el mercado sólo es una herramienta, y el libre mercado es una herramienta de libertad. Les aseguro que si el libre mercado en Panamá no funciona muy bien es porque no es libre nada. He pasado toda la vida ligado a los negocios y si en algo coincidimos muchos es que aquí esta actividad es una carrera de obstáculos. Y no me refiero a los obstáculos naturales del comercio, sino a los artificiales, puestos allí a propósito, igual que se colocan atajos en los ríos para capturar peces.

En un mercado libre de intervenciones absurdas, se llevan a cabo millones de transacciones a diario y cualquier sistema que pretenda entrometerse entre las partes contratantes terminará fracasando, sencillamente por lo imposible de semejante tarea. De salida debemos considerar que lo que se comercia son bienes que son de propiedad de cada quien y si es mío, entonces tengo el derecho de disponer de ello a mi antojo, siempre y cuando no esté violando una ley. Por supuesto que a veces existen leyes malas que van dañando el panorama. Tal sería el caso de una ley que obliga a vender algo por menos de lo que le costó a quien vende. Esto sencillamente resulta en una carestía, la cual es seguida del encarecimiento de dicho producto.

Cuando se dan carestías, reales o percibidas, la reacción general es el acaparamiento, tal cual hemos visto en estos días con el asunto del cambio de las válvulas de agua. Cuando dijeron que no habría agua el sábado, muchos almacenaron piscinas de agua, que jamás llegaron a usar, dejando a otros sin nada.

La otra cara de la moneda es cuando alguien pretende vender más caro de la cuenta. En estos casos, tarde o temprano termina comiéndose su mercancía. El secreto es el libre mercado; en otras palabras, que exista una verdadera competencia. En 1970, cuando en los EE.UU. impusieron un control del precio del combustible se formaron líneas interminables y a la semana de levantar la restricción se desvanecieron las mismas.

Regresando a Irak, allí el galón de gasolina hasta hace poco costaba 5 centavos. Ahora, cuando logran llegar a la bomba, les están cobrando 27 centavos, que es un plan para abandonar el subsidio tradicional de sus gobiernos. En otras palabras: están despertando a la realidad. ¡Pobrecitos!

Todo esto me trae a colación otro producto que va a escasear, que son las plazas de trabajo, tan pronto aumenten el salario mínimo vía ley. Nuevamente, despreciamos las leyes fundamentales de economía, pero ese cuento es para otro día.

El autor es empresario y miembro de la Fundación Libertad de Panamá

Diario Exterior (España)

 



 
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