Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
En Profundidad  
 
08/03/2006 | La extraña selectividad de la prensa en materia de libertad de prensa

Mark Steyn

En una espeluznante semana en cierto sentido -- al menos en temas periféricos sin importancia como las bombas nucleares iraníes -- me levantaron la moral tres cosas. La primera fue la decisión de los panaderos de Irán de rebautizar las pastas danesas como “pastas de las Rosas del Profeta Mahoma". ¿Tiene su aquel, no cree? Si están buscando un eslógan, qué tal “pasteles iraníes: No hay nada más excéntrico. Excepto nuestro presidente”.

 

La segunda visión de ánimo fue la destrucción de un McDonalds en Lahore por los jóvenes chavales excitables usuales de la religión de los pedazos. Aparentemente, los inquietos paquistaníes habían quemado todo objetivo danés de la ciudad -- un LP de Victor Borge olvidado por el último gobernador británico -- y se habían visto obligados a diversificar. Así que arrastraron a Ronald McDonald fuera del lugar, le prendieron fuego en la calle y bailaron alrededor de sus restos llameantes gritando “¡Muerte a América! ¡Muerte a Gran Bretaña! ¡Muerte a Tony Blair!”

No estoy seguro de haber captado eso siquiera. Ronald y Tony se parecen de lejos, pero incluso bajo la tesis de que todos los infieles tienen el mismo aspecto especialmente cuando se le renden fuego no se diría que son confundibles fácilmente.

El tercer suceso estimulante de la semana fueron esos otros compañeros excitables -- los reporteros de los Grandes Medios en la Casa Blanca -- saltando arriba y abajo al grito de “¡Muerte a Dick Cheney!”. David Gregory, de la NBC, el George Clooney de la prensa, se rasgaba las vestiduras acerca de porqué la noticia del incidente de Elmer Fudd arma en mano fue difundida “a un periódico local de Corpus Christi, no a la delegación de la prensa de la Casa Blanca al completo. "Sé lo que siente. Recuerdo, hace como, cuatro o cinco años -- a comienzos de septiembre, quizá la segunda semana -- ocurrió aquel derrumbamiento de este edificio de Nueva York y tuve que saber de ello a través de la tele porque esta administración paranoide notoriamente reservada no pudo ni siquiera enviarme una circular de prensa por e-mail a tiempo. Para un tío de la NBC, descubrir que el panfleto gratuíto de algún pueblucho perdido por hicksville fue advertido antes que él es como una duquesa de rancio abolengo que se presenta en el banquete real para descubrir a la friegaplatos sentada junto a la reina.

Así que de cualquier forma David Gregory se vuelve loco y berrea “¡Gritaré!” y “¡No sea imbécil!” al secretario de prensa de la Casa Blanca, y le sale más humo de sus orejas que de Ronald McDonald en Lahore, y pienso, ya sabe, quizá la gama más reciente de propagandistas trajeados que colocó en corporaciones americanas de medios estén un poquito ridículamente auto-absortas como para hacerse notar. Y entonces esta señora se estira en pie y pregunta, “¿sería esto más serio si el hombre hubiera muerto?”

Bueno, tal vez. Y quizá sería mucho más serio aún si, tras sazonarlo de perdigones, Cheney le hubiera arrastrado a un refugio del Triángulo Sunní y le hubiera decapitado con una cimitarra oxidada al grito de “¡Aláhu Ajbar!”, y entonces hubiera vendido el vídeo a al-Jazira.

Afortunadamente, el Washington Post contaba con ese viejo pájaro de David Ignatius para ponerlo en el contexto histórico apropiado: “Este incidente”, musitó, “me recuerda un poco al retraso del Senador Edward Kennedy en informar a las autoridades de Massachusetts de su papel en el accidente automovilístico fatal en Chappaquiddick en 1969”.

Hmm. Veamos. Por una parte, el tipo deja a la amiga en el fondo del río luchando por respirar aprisionada contra la ventana en alguna pequeña bolsa de aire al tiempo que él sale del atolladero, llega a casa, se echa a dormir y deambula para informar a la policía al día siguiente que, ah sí, allí abajo hay alguna pava. Y, por la otra, el tipo llama al 911, hace que el otro tío llegue al hospital, da parte al sheriff puntualmente, ¡pero descuida enviar un fax a la maquilladora de David Gregory!

A uno sólo le queda esperar que otros estén de acuerdo con la profunda analogía de Ignatius, y que Cheney sea reprehendido de la ida pública como Kennedy lo fue hace todos esos años. Uno odiaría pensar que la gente simplemente deja que cometan un traspiés y tres décadas después este tal Cheney se siente en algún comité eligiendo magistrados del Tribunal Supremo y lo que haga falta.

Mientras tanto, de Malasia a Jordania pasando por Escandinavia, fue una mala semana para los periodistas, cada vez más limitados -- por no mencionar despedidos y humillados de otros modos -- en su capacidad de cubrir la gran noticia de nuestro tiempo. Si tuviera que elegir un solo momento que contrastar con los bufones parroquiales hilarantemente narcisistas de la prensa de Washington, sería otra rueda de prensa en otro edificio gubernamental, esta vez en Oslo, colocada por el ministro de trabajo de Noruega. Rodeado por ministros del gabinete y un pelotón de imanes, Velbjorn Selbekk, el redactor de una desconocida publicación cristiana llamada Magazinet, difundía una despreciable discupa pública por volver a publicar las viñetas danesas de Mahoma. Inicialmente se había mantenido firme ante las amenazas musulmanas de muerte y la falta de apoyo usual de la clase política de Europa, pero al final el Sr. Selbekk fue persuadido de capitular y el director del Consejo Islámico de Noruega, Mohammed Hamdán, aceptó graciosamente las disculpas y garantizó al doblegado editor que ahora, él se encontraba bajo su protección personal. Como comentaba el autor americano Bruce Bawer, “Era una imagen sacada directamente de un tribunal de sharia”.

En Canadá, por el contrario, el Western Standard (para el que también escribo) se mantuvo firme en su decisión de publicar las viñetas, y en consecuencia está sufriendo el hostigamiento legal de grupos de presión musulmanes y ha sido prohibido tanto en Air Canada como en dos de las principales cadenas de librerías del país, Indigo - Chapters y McNally Robinson. Paul McNally, de la segunda, defendió su acción de esta manera: “Pensamos que no hay nada que ganar en el bando de la libertad de expresión y mucho que perder en el bando de herir sentimientos”. No es exactamente Voltaire, ¿no? “Discrepo radicalmente de lo que dice, pero lucharé hasta la muerte por su derecho a decirlo mientras no hiera los sentimientos de nadie”. Quizá debiera ser el nuevo lema nacional de Canadá.

Es fácil ser duro con nada. La entidad periodística que defiende ruidosamente “el derecho del público a saber” acerca de un incidente de caza menor asegura simultáneamente al público que no tiene ninguna necesidad de ver estas viñetas danesas que han provocado disturbios, incendios y muertes en todo el mundo. En la CNN, por “sensibilidad” hacia el islam, muestran las viñetas, pero con la cara del profeta en píxeles, de manera que parece como si Cheney le hubiera disparado con perdigones y se hubiera hinchado y gangrenado. Vamos chicos, son tiempos interesantes. Cualquiera puede hincar los dientes en los huecos del Chimpy Hallibushitler a prueba de balas, pero ¿por qué no marcar un tanto en algo que importe?

O quizá sería simplemente más fácil cambiar el término "prensa libre" por el de "prensa de las Rosas del Profeta Mahoma".


Mark Steyn escribe sobre política, arte y cultura y sus textos se pueden leer en en medios de habla inglesa en todo el mundo. Es columnista de The Chicago Sun-Times, el quinto diario más leído en America, también aparece en The New York Sun, The Washington Times, y The Orange County Register en California. Mark realiza colaboraciones habituales para The Jerusalem Post.

Copyright © Mark Steyn, 2006

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
11/12/2019|
11/02/2008|
26/08/2007|
10/05/2007|
10/05/2007|
25/04/2007|
25/04/2007|
20/03/2007|
10/10/2006|
22/06/2006|
22/06/2006|
15/05/2006|
07/05/2006|
13/04/2006|
30/03/2006|
11/11/2005|
16/09/2005|
05/08/2005|
25/07/2005|
24/06/2005|
17/05/2005|
17/05/2005|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House