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13/01/2005 | Disciplina Política, no Solo Menos Gasto Frívolo

Will Wilkinson

Suponga que el gobierno federal es un monstruo obeso que necesita de un cambio drástico. ¿Qué se debería de hacer? Los que están a favor de gobiernos pequeños—conservadores de libre mercado y libertarios—están cada vez más en desacuerdo en esta cuestión.

 

Los apologistas impositivos como Grover Norquist de la American for Tax Reform, sostienen que deberíamos “matar de hambre a la bestia”: crear presión en el Congreso para reducir el gasto, cortando la ingesta de impuestos por parte del gobierno y generando déficit. Este es el enfoque que recetaron el año pasado Milton Friedman y Gary Becker—ambos economistas de libre mercado ganadores del Premio Nobel—en dos artículos de opinión publicados en el Wall Street Journal. Friedman predice que “el déficit será un freno... efectivo en la tendencia al gasto de la rama ejecutiva y la legislatura. La reacción pública hará efectivo ese freno”.

Sin embargo, el economista William Niskanen, presidente del directorio del Cato Institute (también mi empleador), ha presentado evidencia econométrica que indica que el gasto federal tiende a incrementarse cuando los ingresos fiscales decaen, contradiciendo tajantemente la teoría de matar de hambre a la bestia. Además, de acuerdo con William Gale y Brennan Kelly del Brookings Institution, era más, no menos, probable que aquellos miembros del Congreso que firmaron la petición del Presidente “No a Nuevos Impuestos” voten por incrementos al gasto, lo cual es difícil de cuadrar con la teoría de matar de hambre a la bestia.

Matar de hambre a la bestia es realmente una conjetura sobre la sicología de los votantes y los legisladores. La idea contenida en la afirmación de Friedman es que los crecientes déficits incitarán a los votantes a escoger representantes que impondrán disciplina fiscal. Pero, ¿por qué reaccionarían los votantes de esa forma? ¿Estarán ellos preocupados por que el déficit cause un incremento en las tasas de interés, o por las perspectivas de que sus hijos van a estar atascados con una gran cuenta?

Parece igualmente probable que los votantes actuales preferirían que sus hijos y nietos cubran la cuenta. A largo plazo, todos estamos muertos, y los muertos no pagan impuestos. Si el doctor le da un mes de vida, ¿porqué no usar la tarjeta de crédito?

El análisis de Niskanen sugiere que cuando el gasto actual es financiado con impuestos actuales, los votantes lo ven como que se está gastando su dinero, y por lo tanto están más motivados a ser frugales. Pero cuando el gasto actual es financiado con deuda, los votantes lo ven como que se está gastando el dinero de los futuros votantes. Si los votantes prefieren beneficiarse ahora y dejar que otros paguen después, entonces no hay una buena razón para pensar que los legisladores vean los déficits como una razón para contenerse ellos mismos.

Los defensores de la teoría de matar de hambre a la bestia dirán que todavía tiene que ser probada dicha teoría. Estamos con deficits sin precedentes; hemos tenido recortes de impuestos; no obstante, la mayoría de republicanos en el Congreso votaron incrementos notables en educación, defensa, Medicare y otros. Incluso, el presidente Bush nunca ha visto un proyecto de ley que incremente el gasto que no haya firmado. La razón por la que matar de hambre a la bestia todavía no hace efecto, dicen ellos, es porque la situación no está suficientemente mala todavía.

Pero si el déficit alcanza proporciones críticas—y lo hará rápidamente si continua creciendo al ritmo actual—no pudiésemos imaginarnos que el gobierno se apresurará a contener la crisis recortando rápidamente la grasa del gobierno. El economista de la Universidad George Mason, Alex Tabarrok, recientemente argumentaba: “La combinación de los cambios demográficos y los actuales recortes de impuestos están poniendo las semillas para la ‘tormenta perfecta’ fiscal. Cuando la tormenta golpee, entonces habrá una crisis y... los pequeños gobiernos rara vez se desempeñan bien en las crisis”.

Dado nuestros deficits monumentales y la insostenibilidad de la actual política, ¿deberían los que abogan por gobiernos pequeños tirar la toalla en recortes futuros de impuestos, al menos por ahora? Esa es una pregunta más difícil de lo que piensa.

Para muchos libertarios y conservadores, recortar impuestos es algo más que eficiencia; es cuestión de moralidad. Nosotros tenemos una pretensión moral sobre los frutos de nuestro trabajo. Cada centavo que el gobierno nos quita, más allá de lo estrictamente necesario, para asegurar nuestros derechos fundamentales es un indicio de injusticia. Recortar el exceso de impuestos es una rectificación. Consecuentemente, para muchos proponentes de un gobierno más pequeño, dejar pasar la oportunidad de recortar impuestos, o peor aún, defender un alza a los impuestos, es la voluntaria perpetuación de la injusticia.

Sin embargo, si recortes posteriores de impuestos acelerarán el gasto deficitario, la justicia estará amenazada. Bajo las actuales condiciones, los recortes de impuestos adicionales serían principalmente un desplazamiento de impuestos hacia futuras generaciones. Y no hay nada ético en incrementar los impuestos en el futuro para subsidiar el presente.

Al proclamar la idea de que dado un recorte de impuestos, el tema del gasto se resolverá por si solo, los que defienden la teoría de matar de hambre a la bestia han ayudado a producir un clima político en el cual una vigilancia del gasto, basado en principios, es innecesaria.

Pero ahora necesitamos más que nunca una disciplina política basada en principios. No es suficiente recortar gastos frívolos y calculados a beneficiar a los políticos. De acuerdo con los economistas Jagadeesh Gokhale de Cato Institute y Kent Smetters, aun no sería suficiente recortar para siempre el presupuesto discrecional entero. Las verdaderas bestias fiscales son el Seguro Social y Medicare. A menos que sean domados por serias reformas, crecerán fuera de control y devorarán prácticamente todos los ingresos federales futuros.

Un Estados Unidos justo y sustentable requiere de la voluntad, basada en principios, de eliminar constitucionalmente lo inefectivo y lo no esencial, y el coraje de reformar ahora el Seguro Social y Medicare de tal manera que las generaciones futuras heredarán un mundo por lo menos tan bueno como el nuestro.

Will Wilkinson es analista de políticas públicas del Cato Institute.

Traducido por Nicolás López para Cato Institute

El Cato (Estados Unidos)

 



 
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