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08/03/2006 | Normalizar el islam como realidad europea

Isaías Barreñada

Hay millones de ciudadanos europeos musulmanes. El islam forma parte de la realidad europea. Es la religión de 13 millones de personas en la UE, de 23 millones si se incluye la Europa Oriental.

 

Es producto de nuestra historia. Hay un islam autóctono en los Balcanes, hay una población musulmana descendiente de los colonizados, hay conversos, y, sobre todo, desde hace cuatro décadas está el islam de la inmigración. El musulmán europeo nieto de inmigrantes turcos o magrebíes vive un islam diferente del de sus abuelos. El islam es una religión europea, como africana y asiática. Pero además es un hecho heterogéneo, dadas las variadas formas de vivir la “identidad musulmana” y también complejo.

Es necesario asumir esta realidad con normalidad. Pero nos confrontamos con un profundo y extendido desconocimiento, que se torna en ignorancia inducida y en fuente de conflictos. El islam se nos presenta como la alteridad de Europa y se le presenta como problema.

Hay una construcción ideológica culturalista y esencialista, cuyos insignes representantes Bernard Lewis y Samuel Huntington presentan el islam como una construcción cerrada, invariable y absoluta. El mundo musulmán aparece como opuesto a Occidente. A pesar de ser criticada, esta concepción es dominante y hegemónica. Insiste y perpetúa un acercamiento al islam como marcador identititario de la diferencia.

Además la globalización del islam político ha tocado también a Europa. El islamismo radical trasnacional ha obligado a concebir respuestas en materia de seguridad, y ha alimentado una cultura del miedo y de la sospecha: el muslmán se ha converido en ciudadano sospechoso per se. Esto ha alimentado la discriminación y el racismo.

El discurso culturalista ha servido como medio de encubrimiento. El islam “problemático” es tratado para explicar o justificar los problemas sociales, la marginación económica, la exclusión o las limitaciones de ciudadanía. Al igual que los esencialistas hacen del islam un problema a escala global, muchos políticos hacen del islam un problema local. El musulmán, por serlo, pone en peligro la paz social.

Esta combinación de factores posibilita un uso político de la ignorancia y el miedo. En vez de afrontar la diversidad y la complejidad, se cultiva una emotividad primaria que impide el diálogo, el conocimiento y el debate. En un sentido y en otro, con grados de responsabilidad desiguales, la prensa juega un papel clave. Resultado de todo ello es la creciente permeabilidad de la opinión pública a la islamofobia. Hoy se permite con el islam lo que no se hace con otras identidades.

Este no es un fenómeno aislado y desconectado. En los países de mayoría musulmana hay también una percepción del problema. Las poblaciones tienen un sentimiento de haber sido heridas en su identidad. Viven como una injusticia, un maltrato, y una dominación, no sólo los discursos que vienen de Occidente respecto a ellos sino también las intervenciones de esos países y de la comunidad internacional. Tienen una conciencia clara que la imagen de enemigo que se les atribuye desempeña un papel clave en la guerra global y en las nuevas formas de dominación y de hegemonía. Esta frustración es aprovechada por los grupos radicales yihadistas.

Al mismo tiempo, en esos países hay importantes movimientos de secularización, creando nuevas formas de vivencia de lo musulmán que conviven con formas tradicionales y con otras modernas, globalizadas y desconectadas de las culturas locales.

El caso de las viñetas de Mahoma es un ejemplo de estos problemas. Simplificación, provocación desde posiciones irrespetuosas, instrumentalización por parte de radicales y gobierno, encubrimiento con un debate sesgado sobre la libertad de expresión... todo ello reforzando el discurso del choque de civilizaciones y los estereotipos xenófobos y racistas

Hay necesidad de un debate continuado en Europa sobre el lugar de lo religioso en la vida pública. Pero sobre todo urge un ejercicio de conocimiento mutuo, de comprensión, de aceptación y de acomodación de los distinto y a lo distinto. Este reto debe contar con una base política que favorezca la justicia y el derecho a escala global. Es difícil imaginar el diálogo con el ruido de fondo de las ocupaciones militares de Iraq o Palestina, con el apoyo occidental a las dictaduras de tantos países árabes y musulmanes, y con los dobles raseros.


Instituto de la Complutense de Estudios Internacionales

El Reloj (Israel)

 



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