El barbarismo fundamentalista anula, según mi criterio, la posibilidad de todo razonamiento y por ello aleja la posibilidad de cualquier desarrollo intelectual.

El islamismo fue, para aquellos que sabemos algo de historia, fuente de cultura y sabiduría, pero debe observarse que digo fue, la verdad es que se produjo una bisagra en que el odio comenzó a ganarle a la razón y así llegamos a nuestros días.

Tampoco los judíos estamos al margen de la cultura de la barbarie, si un judío fue capaz de matar a Rabín, sin mostrarse arrepentido y algunos otros festejaron tal proceder. Entonces tampoco nosotros estamos libres de culpa.

Lo que habrá que comprender entonces es que, en todo grupo humanos existen las porciones positivas, neutras y negativa. Lo verdaderamente trascendente son las proporciones de estos grupos dentro del tejido social y el tratamiento que se les aplique a ellos para sumarlos al positivismo.

Esto es lo que nos diferencia del Islam, mientras ellos profundizan el odio y la barbarie, sumergiendo a sus pueblos a la miseria y la ignorancia genocida, nosotros luchamos para lograr la coexistencia que se nos niega.

Alguna vez dijo Golda Meir, la paz solo será posible cuando las madres palestinas amen a sus hijos tanto como las madres judias.

En esta sencilla frase se encuentra la raíz de todo, cuando la tolerancia derrote al odio. Mientras tanto, rezamos al Altísimo, pidiéndole que ese día llegue, no nos queda otro remedio que mantener la guardia alta para evitar los golpes arteros del terrorismo.

Alguna prensa del mundo, mal intencionada y falaz, ataca permanentemente el accionar de Israel, sin observar las conductas que llevan a un ejercito regular a luchar con las ideologías que produjeron miles de arteros atentados en Israel, en EE UU, en España, Inglaterra y hasta en algunos países musulmanes mas moderados.

Amo la paz, pero no la de los cementerios. Gozo con el bullicio de los recreos en las escuelas, las fábricas en producción, las universidades llenas de jóvenes pujantes, y desprecio profundamente el accionar cobarde del terror, cualquiera sea su signo.