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20/03/2006 | Esclavos del siglo XXI

J. C. Serrano

Buena parte de las mafias del continente africano operan en la ciudad mauritana de Zouerat, convertida en foco de traficantes de inmigrantes y contrabandistas. La «crisis de los cayucos» tiene su centro neurálgico en esta población

 

El nombre de esta ciudad mauritana es bien conocido por los inmigrantes subsaharianos. En ella se asientan la mayor parte de las mafias de tráfico de personas que operan en el continente africano. Allí se hacinan, malviven y hacen lo que sean para ahorrar -casi siempre en condiciones de auténtica esclavitud- lo que cuesta un viaje en cayuco, la lotería del mar, miles de personas.
   

Desde hace algún tiempo, los servicios de información españoles llevan advirtiendo de que esta población «se ha convertido en un pujante centro donde se dan cita comerciantes, traficantes de todo tipo y contrabandistas, entre los que figuran miembros de las redes de inmigración, en particular los llamados “pasadores”», según dicen textualmente informes confidenciales sobre la inmigración con destino a España.
   

La ubicación de Zouerat, en la ruta final del itinerario hacia la costa occidental, la ha convertido en la última puerta de África. Cuando ésta se franquea, sólo queda el pasillo de la costa. Es decir, el final del tramo africano y el comienzo de la travesía marítima hacia Europa. Este corredor se llama Zouerat-Nouadhibou, la única vía de tren en Mauritania. Las minas de hierro localizadas en la primera justificaron la línea férrea para cargar los barcos de mineral en la segunda. Desde hace cinco meses, se utiliza también para estibar subsaharianos como si fueran mercancía. La actual «crisis de los cayucos» tiene su centro neurálgico en este corredor, donde se fletan los barcos que remolcan embarcaciones atestadas de inmigrantes hasta las proximidades de las costas canarias.
   

Flujos taponados. Las mafias establecidas en Zouerat han aprovechado los flujos taponados por la crisis de las vallas de Ceuta y Melilla (septiembre 2006) para darles una salida a través de la costa mauritana hacia el archipiélago. Se trata ahora del único agujero disponible por donde intentar vaciar las enormes bolsas de inmigración irregular perdidas y sin salida al sur del Sahara.
   

Hasta que Rabat detuvo las avalanchas por las fronteras de las ciudades españolas, el pasillo Zouerat-Nouadhibou era paso obligado para alcanzar la costa del Sahara más cercana a Canarias (El Aaiún). Las mafias, establecidas en Zouerat, facilitaban la entrada por el muro que separa el Sahara Occidental de Mauritania. Aquí la actuación de los «pasadores» (tutores en los pasos de frontera), mauritanos y con residencia en esas ciudades, era indispensable. Luego esta tarea recaía «principalmente en saharauis que llevan varios años viviendo a lo largo de esas zonas fronterizas y han llegado a conseguir la colaboración de miembros de las Fuerzas Armadas marroquíes, para lograr que los inmigrantes puedan cruzar los muros, contando asimismo con buenos contactos entre los saharauis», tal y como reflejan informes de dichos servicios de información.
   

La alternativa a esta ruta hacia Canarias se situaba directamente en la ciudad costera de Nouadhibou, en cuyo puerto las mafias utilizaban barcos de pesca para transportar a las islas a un reducido número de irregulares ocultos. En dichos informes ya se advertía de que «en la ciudad mauritana operan barcos de compañías canarias, mauritanas, lusas o mixtas que, con conocimiento o no de los armadores, transportan en cada travesía un número reducido de falsos marineros o pescadores, a los que se los afilia como tales hasta que son desembarcados en los puertos españoles».
   

La presión ejercida por Marruecos para expulsar hacia el sur a los inmigrantes subsaharianos, atrapados en su territorio tras el sellado de las vallas de Ceuta y Melilla, ha dado lugar a la concentración durante los últimos meses de más de 20.000 irregulares en torno al eje maldito de Zouerat-Nouadhibou. Si a esto se le suma que las autoridades alauís han ordenado recientemente el cierre de la frontera con Mauritania para así impedir la entrada ilegal de miembros del Polisario, el resultado ha sido evidente: el hambre de los inmigrantes se ha juntado con las ganas de comer de las mafias.
   

Los traficantes, con amplia infraestructura en Nouadhibou, han reforzado la «ruta de la pesca» con nuevos sistemas que permiten la salida masiva de irregulares a través de «cayucos» arrastrados por barcos.
   

«En Nouadhibou, las redes cuentan con el apoyo de personal y autoridades portuarias, que informan de los lugares sin vigilancia y los turnos de servicio policiales, para facilitar el embarque de los ilegales hasta donde se encuentran fondeados los barcos», según la información de que disponen los servicios de inteligencia españoles.
   

Los buques cubren la travesía hasta Canarias durante tres días, en los que los subsaharianos viajan sin comida y poca agua, hacinados en las embarcaciones. A tres kilómetros de la costa española son abandonados para que la alcancen ellos solos.
   

El hecho de ser remolcados es lo único que los anima a embarcarse para recorrer una distancia de casi 400 kilómetros, en un tramo del océano afectado por la corriente del Golfo, que nunca conseguirían atravesar con los medios de que dispone un «cayuco».

La Razón (España)

 



 
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