Al fin y al cabo, y como bien sabemos, el mundo de las ONG ha disfrutado de un auténtico pacto de silencio que, por miedo a ensuciar el buen nombre de las que trabajan con seriedad y honestidad, ha callado sobre las muchas indecencias de las que no son sino la coartada de un negocio bien montado. El movimiento humanitario es la clave de la supervivencia en muchas zonas del mundo, pero este mismo hecho, que le otorga un plus de confianza, también ha podido ser la entrada ideal de un mundo de altas finanzas y bajas pasiones. No olvidemos que las ONG representan, en muchas zonas del planeta, una parte substancial de la economía de los países donde trabajan, y son, por tanto, parte del engranaje del poder financiero. Desgranar el grano de la paja, pues, tendría que haber sido una prioridad informativa y, sin embargo, ha sido la última de las prioridades. ¿Hemos tenido miedo, los periodistas, de analizar críticamente las ONG´s? Estoy tan segura de ello, que creo pertinente entonar un mea culpa colectivo por el paternalismo con que hemos tratado el tema. Las ONG han sido tratadas, informativamente, con algodón, liberadas de la ardua condición periodística de conocer la verdad más allá de las apariencias. Sin duda, han formado parte de los tótems incuestionables, impolutas en un mundo sucio, como si el concepto de solidaridad que esgrimen, blanqueara las intenciones, incluso las más oscuras.

Sin embargo, con lentitud pero con firmeza, se van destapando algunas de las manchas más evidentes del universo sin mácula que parecía el planeta solidario, y no son precisamente manchas pequeñas. En el lado sórdido, un estudio de la Universidad de Harvard, que muestra como más de un centenar de ONG americanas, del 95 al 2002, se han visto implicadas en actividades criminales. Hace pocas semanas, el periodista David Jiménez, que había seguido el rastro de centenares de ONG´s en el Sudeste Asiático, especialmente a raíz del desastre del tsunami, publicaba un reportaje en el periódico El Mundo, con datos escalofriantes: coches de gama alta, llegados a Asia gracias a las exenciones fiscales de las ONG, y revendidos por estas en lo que se considera un negocio seguro y redondo; ONG´s que usaban el dinero para vehicular ideología islamo-fascista, convirtiendo la solidaridad en una eficaz arma de proselitismo; casas de lujo, que incluso implicaban una revalorización del mercado inmobiliario y que él explicaba en éstos términos: ?En Banda Aceh, capital de la destruida provincia indonesia de Aceh, el precio de la vivienda de los mejores barrios, en las zonas más céntricas, se ha triplicado por la competencia de las ONG por conseguir casas más grandes y mejor situadas?, lo cual llegó a significar la expulsión de familias de alquiler, porqué pagaban menos que las ONG. Podría añadir un largo etcétera que llega, incluso, al truculento mundo de la prostitución y la venta de niños en adopción.

Solo en Camboya, el movimiento humanitario significa la mitad del presupuesto del país, pero también significa un caos de organizaciones que van desde el trabajo serio y contrastado, hasta un entramado de organizaciones que viajan en coches de lujo y promueven fiestas épicas. ?Las fiestas de Phom Penh son legendarias. Vino de cosecha, marisco y bailes hasta la madrugada, mientras a pocos metros tullidos de la guerra civil que destruyó el país, piden limosna. Son muchos los pubs de moda que viven, exclusivamente, de la clientela de las ONG?, denuncia David Jiménez. Con estos datos en la mano, no es extraño que personas como el senador norteamericano Charles Grassley impulsen medidas políticas para extremar el control de las más de 60.000 organizaciones registradas en el mundo.

Otro fenómeno muy inquietante es el de las ONG vinculadas a organizaciones islámicas, la mayoría de ellas con una ideología que justifica el integrismo, que alimenta un antisemitismo feroz y que plantea una abierta guerra ideológica contra los valores de Occidente. Estas ONG se presentan como solidarias con las víctimas palestinas o chechenias, y han sido muy activas en la tragedia del tsunami. Más allá de las que pudieran incurrir en el delito de desviar dinero para el terrorismo, existen aquellas que lo utilizan para la ideología que lo sustenta, y todo en nombre de la solidaridad. Estas ONG no solo actúan en el Tercer Mundo. Actúan y consiguen reconocimiento y dinero en plena Europa.

Más allá de los aspectos más sórdidos, algunas denuncias ponen al descubierto las enormes estructuras empresariales en que se han convertido las ONG´s, a menudo más preocupadas de sobrevivir y crecer, que de actuar sobre el terreno. En nuestro país, esta misma semana nos impresionaba un magnífico reportaje de TV3 en el que, Juanita Mateo, una solidaria mujer catalana, explicaba su enfado cuando visitó al niño que tenía apadrinado en El Salvador con la ONG ?Ayuda en acción?. El reportaje no ponía en evidencia una situación de corrupción, pero sí señalaba una estructura empresarial que devoraba la mayoría del dinero de la solidaridad. Además, ponía en evidencia la publicidad engañosa del fenómeno del apadrinamiento, que juega con el cebo de la foto de un niño real, que, sin embargo, nunca recibe directamente la ayuda solicitada. El hecho es que Juanita encontró a su niño enfermo, viviendo en una marginalidad extrema, y que, en años de ayuda solidaria de ella, solo había recibido, por parte de la ONG, un par de libretas. Como mínimo, y en el mejor de los casos, resulta altamente desconcertante.

Sin duda, no todo es oro lo que reluce en el universo solidario, por mucho que las ONG que trabajan bien, hacen un trabajo extraordinario. Precisamente por ello, y porqué el concepto de solidaridad es tan importante como a la vez frágil, el pacto de silencio de que han disfrutado hasta ahora tiene que acabar. El descrédito de las ONG´s no se evita tapando sus miserias, sino poniéndolas al sol. Porqué ya se sabe desde antiguo: si no se sacan las manzanas podridas, se pudre todo el saco.


www.pilarrahola.com