La tregua, ahora dicha “permamente”, no es sino una pieza más de su estrategia política. ETA no ejerce un terrorismo nihilista cuyo último objetivo es el miedo. Ejerce su violencia como permanente chantaje para obtener réditos políticos. La mejor prueba de que su terror es instrumental es la extorsión económica que realiza para aprovisionarse de fondos con los que vivir y actuar. Con todo, ETA puede muy bien ahora renunciar al uso de sus armas.

En primer lugar, habla de cesar en la violencia, no de abandono de las armas. Y si no las abandona es porque le siguen viendo utilidad. Como chantaje para arrancar más concesiones a Madrid, o como último recurso si el proceso de paz por independencia fracasa. Pero sí cesa ahora en ejercer su terror armado es porque ETA ha visto en el actual gobierno una buena disposición a negociar.

José Luis Rodríguez Zapatero prometió solemnemente en el Congreso que no pagaría precio político alguno por el fin de la violencia terrorista, pero el escepticismo generalizado al respecto se hizo más agudo en la respuesta que le dio Arnaldo Otegui: de lo que se trata es de la autodeterminación y la independencia. Ni más ni menos.

ETA no es la primera vez que ofrece una tregua. Y al igual que en anteriores ocasiones lo hace cuando le viene bien a sus fines, sean estos tácticos –reorganizarse- o estratégicos –sentar al gobierno en su mesa-. Pero cuando ha estado bajo una presión policial intolerable, su renuncia era forzada por las circunstancias. La diferencia hoy es que ETA se siente liberada y con su HB en auge. No parte de una sensación de estar perdiendo. Su tregua es pura y simplemente la constatación que hacen sus dirigentes de que el entorno se ha modificado y que pueden avanzar más rápidamente en su agenda si dejan sus armas calladas. Hasta que les convenga.

El país Vasco está muy lejos de ser irlanda del Norte. El Sinn Fein no es HB, ni ETA tampoco es el IRA. Otegui no manda en ETA, aunque ETA si gobierna los designios de HB. Por eso extrapolar es un gravísimo error. La tregua es un hecho positivo, pero el objetivo del gobierno de España tiene que ser más ambicioso. Debe perseguir la disolución de la banda. Pero para eso, aunque no le guste a la vicepresidenta, tiene que haber vencedores y vencidos. ¿De qué lado quiere estar usted?