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17/03/2012 | Gestos políticos poco auténticos

Ricardo Trotti

No todos los gestos políticos, por mucho que aparenten, son producto de cambios genuinos. A menudo son resultado del oportunismo, de necesidades o presiones; y otras veces, cortinas de humo para despistar o desviar la atención a cuestiones menos espinosas.

 

Esta semana se sucedieron varios de estos gestos en el mundo, y aunque aliviaron tensiones, se desconoce y desconfía sobre sus intenciones. Entre ellos, se destacan el del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien perdonó a varios periodistas condenados a tres años de cárcel y pagar millones de dólares en multa; la renuncia de las narcoguerrillas colombianas FARC a cometer secuestros como método de financiamiento; y el anuncio del gobierno de Corea del Norte, que paralizará su programa nuclear a cambio de comida.

Jamás el mundo se hubiera imaginado que los tomates orgánicos tendrían más fuerza que las bombas atómicas. En un giro de 180 grados en las tirantes relaciones entre EEUU y Corea del Norte, el nuevo líder Kim Jong Un, prefirió dejar de enriquecer uranio a cambio de 240 mil toneladas de alimentos para detener la hambruna en su país. Pero como la necesidad tiene cara de hereje, habrá que ver si el régimen no seguirá presionando con ensayos nucleares, apenas sacie su hambre, como ocurrió otras veces.


El “buen” gesto de las FARC es una piedra en el vacío; puro oportunismo. Anunciaron que dejarían la práctica de los secuestros, al mismo tiempo que sus guerrilleros aumentaban los atentados y la colocación de minas antipersonales. No es la primera vez que engañan. Esta vez buscan neutralizar a multitudes que protestan públicamente por los plagios de familiares y generar confianza para un eventual plan de paz con el gobierno. Dudo que el presidente Juan Manuel Santos conceda o negocie, hasta que las guerrillas no muestren un cambio total de actitud, y decidan cesar todo tipo de violencia y acciones de narcotráfico.


El gesto del presidente ecuatoriano Rafael Correa de pedir a los jueces que no ejecuten la sentencia de prisión y multas contra los directivos y columnistas de El Universo y contra los autores del libro El Gran Hermano, está lejos de ser un profundo cambio de filosofía hacia el respeto de la libertad de prensa y expresión. Se trató, en todo caso, de una lógica respuesta a las fuertes críticas que recibió de la prensa internacional, de instituciones que defienden los derechos humanos y de renombrados escritores y pensadores del mundo entero.


No hay que engañarse. Correa perdonó por la presión y la solidaridad internacional con los afectados, algo difícil de soportar en plena preparación de una campaña electoral. Es cierto que su gesto descomprimió tensiones, pero sus ambiciones por controlar a la prensa y la crítica siguen intactas.


El proceso judicial contra los periodistas resultó una buena cortina de humo para que, lejos de la opinión pública, avancen dos legislaciones mucho más peligrosas para la libertad de prensa. Un nuevo código de reglas electorales prohíbe a los medios hacer entrevistas o reportajes a los candidatos, hablar siquiera de opciones y preferencias electorales, para evitar que los periodistas se conviertan en “actores políticos”, como argumentó Correa.


También bajo su justificación de que se debe aniquilar la “dictadura mediática”, Correa inventó la Ley de Comunicación que solo permite que en el país haya 33% de medios privados, impone códigos de ética obligatorios y crea un Consejo de Comunicación e Información, que con mayoría de integrantes del gobierno, será el encargado de vigilar, sancionar y hasta cerrar aquellos medios que violen pautas oficiales sobre violencia, sexo y discriminación.


Si bien sobre el código electoral ya vigente pesan varios recursos de inconstitucionalidad y la oposición en el Congreso se niega a sancionar la Ley de Comunicación tal como está concebida, estas iniciativas de Correa por controlar los contenidos de los medios y maniatar la discusión pública, evidencian su carácter autoritario, un contraste profundo con la imagen generosa que quiso arrogarse con el perdón a los periodistas.


Su frase de “perdono, pero no olvido” desnudó la poca autenticidad de su gesto, que no condice con la actitud a favor de la libertad de expresión que todos esperaban.

trottiart@gmail.com

 

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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