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20/03/2012 | Elecciones EEUU 2012- Carrera de dos caballos

Guillermo Descalzi

Carrera de dos caballos. Romney es caro y nervioso como caballo de carrera. Santorum, fogoso y populachero, es favorecido en las tribunas. Esta carrera no va como se había previsto. Es hora de decisiones. Una, retirarse o no, le toca a Gingrich, el tercero en la contienda. Puso su esperanza en añadir Missisipi y Alabama a sus victorias en Georgia y South Carolina. Lo hubiesen convertido en el candidato del sólido sur. No fue así. Ron Paul, el último en la contienda, ha quedado tan atrás que da lo mismo si se queda o se va.

 

Los políticos necesitan grávitas, una palabra en latín que designa una cualidad que atrae y da majestad a la persona que la tiene. Gingrich la tiene. Atrae votantes. Paul no la tiene. Su presencia o ausencia influirá poco en lo que queda de las primarias.


El voto conservador está dividido entre Gingrich y Santorum, dos personajes con distintas medidas de grávitas. Si la votación de ambos se sumase en un solo candidato, Romney quedaría atrás. La presencia de Gingrich divide el voto conservador, favoreciendo, por el momento al menos, a Romney. Gingrich lo detesta. Lo que más se interpone entre Gingrich y su retiro de la contienda, aparte de su enorme ego y cálculo político, es el dinero del señor Adelson, financista de su campaña y súper pac al tono de más de quince millones. La permanencia de Gingrich en la carrera va a favorecer a uno. Su salida favorecerá al otro. La presión para el retiro de Gingrich va a recaer tanto sobre Adelson como Gingrich. Sin plata no corre el caballo. ¿Retirarse o quedarse? Es la decisión que les toca a ambos. Esta se está volviendo una carrera entre Santorum y Romney. Gingrich es el spoiler, aquel que favorecerá o perjudicará a uno o al otro. Su estrategia sureña no le resultó. Así se retire de la contienda o no, su objetivo ahora es prolongar la carrera hasta la convención, para allí negarle la nominación a Romney. Lo piensa hacer entregando sus delegados en la convención, en sus propios términos, dirimiendo la nominación.


Romney carece de magnetismo personal, parte de la grávitas que los antiguos romanos esperaban de sus gobernantes. Tiene poco arrastre público pero atrae a los líderes del partido. Santorum, que sí tiene arrastre público, no atrae a los líderes republicanos. Le hace falta convencerlos de que él sería mejor candidato. La competencia en adelante, con o sin Gingrich, va a ser entre el candidato de las tribunas y el candidato de los líderes. Santorum atrae el fervor conservador pero en la final de noviembre ese fervor, con sus ribetes religiosos, va a tropezarse con el moderado liberalismo social de la mayoría en el país. Romney se tropieza con el escepticismo conservador en el corazón republicano. Habiendo dicho esto, nada ha cambiado para Romney. Sigue en la delantera numérica. Santorum, vitoreado, se le acerca.

 
Romney está en una encrucijada. Su falta de grávitas y su ‘flip-flopismo’, sus cambios de centro izquierda a derecha no han acabado de convencer. Necesita enfrentar la realidad. Hay muchos en el partido que no creen en la sinceridad de su conservadorismo. En adelante o corre como el moderadamente liberal que es, o sigue sin convencer con camuflaje conservador. Tendría, de recibir la nominación como conservador, que atacar a Obama en temas que él, Romney, defendió durante años. Quitarse los colores conservadores y ponerse los del liberal moderado que es dificultaría su nominación pero facilitaría su actuación después de la convención. No tendría entonces que atacar lo que antes defendió. Por otro lado, mantener los colores conservadores quizás le gane la primaria, pero para ganar en noviembre tendría que explicar, convincentemente, el por qué de sus posiciones de antes, por qué sus cambios y por qué sus posiciones hoy. Difícil decisión le toca a Romney.


Santorum, con el populismo conservador a su lado, tiene su propia decisión que tomar. Después de la convención, si es el nominado, tendría que moverse al centro. Para llegar a la Casa Blanca necesitará camuflar sus posturas sociales basadas en la doctrina católica. ¿Lo hará? De una manera u otra, el destino parece conspirar para que el Partido Republicano llegue a noviembre con candidato camuflado, ya sea Romney en traje conservador o Santorum con ropas de moderación social. La carrera continúa. Romney, calculador, juega a los números y avanza. Santorum, peleador, apela a la emoción y arrastra. Gingrich, sagaz, espera coronar al campeón.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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