Durante los últimos años se ha hablado mucho de la nacionalización de las empresas petroleras en el país. Desde que el MAS ganó las elecciones se habla de nacionalización sin confiscación ni expropiación, concepto que todavía no está claro.
El tema tiene consecuencias para el desarrollo económico del país y es importante aprender de las experiencias de nacionalizaciones en el mundo y principalmente en el país.
En Bolivia ya se tuvo nacionalizaciones previas de hidrocarburos, la de la Standard Oil en los años 30, y la de la Gulf a fines de la década del 60. La primera después del conflicto del Chaco y la segunda como una medida populista y política de un gobierno militar. Las consecuencias negativas de ambos casos fueron, además de las inmensas indemnizaciones que tuvo que pagar el país, el cierre de los mercados internacionales de hidrocarburos y el congelamiento de inversiones para desarrollar la industria. La producción de hidrocarburos se estancó. No se realizaron nuevas inversiones en exploración y explotación hasta que nuevamente se atrajeron empresas con capacidad financiera y tecnológica. Es una realidad que se necesitan empresas multinacionales, en condiciones que sean de mutuo beneficio, para el país y para las empresas.
Algo parecido sucedió con la nacionalización de las empresas mineras de los 50. Si bien el país vivió durante muchos años de las exportaciones de la Comibol, no se realizaron nuevas inversiones, Comibol se convirtió en un botín político y fue determinante para la quiebra del estado 30 años después.
Bolivia, fuera de ejemplos muy concretos, a pesar de tener grandes reservas mineras, un régimen tributario competitivo, y otras ventajas, no ha recibido las inversiones que le hubieran permitido incorporar nuevas tecnologías, generar empleos y ser un motor del desarrollo del país.
Los países que optaron por sistemas de economía estatal bajo el dominio de la ex Unión Soviética y se cerraron a la inversión privada, quebraron a fines de los 80 y países occidentales que llevaron adelante nacionalizaciones como Gran Bretaña, tuvieron que revertirlas pues estaban llevando al país por el despeñadero al frenar el dinamismo de sus economías.
Es importante que el país y sus dirigentes, tanto políticos como sindicales, se den cuenta (aparentemente el presidente ya lo ha hecho), de la importancia de las inversiones, no sólo extranjeras, sino también nacionales, para la creación de empleos y el desarrollo económico y social del país. Los países que mayor éxito han tenido en crecimiento económico, en la generación de empleo sostenible y en la reducción de pobreza son aquellos que han atraído inversiones extranjeras.
Países tan diversos como Chile, China, España, Irlanda y la Europa del este, con gobiernos socialistas, comunistas y de derecha, han sido exitosos en atraer inversiones creando las condiciones adecuadas de certidumbre, seguridad jurídica y la preservación del estado de derecho.
China recibe inversiones por más de 50.000 millones de dólares anuales y han sido el motor del crecimiento económico a partir del año 78 en que liberalizaron la economía. Estas inversiones han sacado de la extrema pobreza a millones de habitantes. En Chile, bajo el mismo modelo, gobiernos socialistas, han impulsado las inversiones extranjeras, lo que ha permitido duplicar su producto bruto durante la última década y reducir sus niveles de pobreza drásticamente.
Estos países han aprovechado las oportunidades que presta la globalización para beneficio de sus poblaciones, tanto por la atracción de inversiones que generan empleo como por el mercado que representa para sus exportaciones.
No se trata de descalificar modelos económicos o ideas diferentes por consignas y dogmas políticos contrarios, sino de crear las condiciones de justicia y equidad para que la economía de mercado beneficie a todos. La iniciativa individual, la economía de mercado y la libertad económica han llevado al progreso y desarrollo a los países más ricos del mundo y están sacando de la pobreza a cientos de millones de personas.
*Jorge Gottret Siles es economista.