Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
En Parrilla  
 
01/04/2006 | El hombre que cae

Manuel Rodriguez Rivero

Seguro que recuerdan precisamente esa fotografía entre las cientos de imágenes que produjo el día más icónico de la Historia. Se publicó en The New York Times del 12 de septiembre de 2001 y fue reproducida inmediatamente por todos los rotativos del mundo.

 

Luego, desapareció durante años de los periódicos estadounidenses, primera víctima del pacto de autocensura por el que los editores decidieron evitar la reiteración de las más horrendas imágenes de la tragedia. La foto -que para muchos se convirtió en el símbolo de aquel prematuro Dies irae- se pudo seguir viendo, sin embargo, en innumerables cavernas de internet, como un recordatorio funesto e irresistible del Apocalipsis televisado en tiempo real.

La fotografía fue tomada a las 9 horas, 41 minutos y 15 segundos de la mañana del 11-S por Richard Drew, de la Associated Press. Representa a un hombre boca abajo y en caída libre, silueteado e insignificante contra un fondo geométrico de líneas verticales de distinta intensidad que corresponde a la fachada exterior de acero y cristal de las Torres Gemelas: las de la Torre Norte, desde la que saltó, aparecen más oscuras en razón de su proximidad al objetivo. Drew eligió la toma entre las diez o doce que registró la lente de 200 milímetros de su cámara digital. Es una imagen terrible, cuya contemplación sigue haciendo daño. Y es, al mismo tiempo, una foto de condenada hermosura, perfecta en la captación del horror enmarcado en una misteriosa abstracción vertical y simétrica.

El hombre que cae -The Falling Man lo llamó la prensa norteamericana, convirtiéndolo inmediatamente en icono- mantiene la pierna izquierda doblada por la rodilla y las manos unidas al cuerpo. Y así lo conoceremos siempre: eternamente quieto, congelado en un instante mínimo e indivisible, como la flecha en el argumento de Zenón de Elea. Aunque sepamos que se aproxima a su destino a la vertiginosa velocidad de 250 kilómetros por hora.

He vuelto a ver la foto y a pensar en ella a propósito de un estupendo documental -The Falling Man, se llamaba también- programado por el Channel 4 británico hace unos días. El argumento principal de la historia televisiva era el misterio de la identidad del hombre que cae y los intentos realizados desde el principio para averiguarla. En el reportaje se cita varias veces el magistral artículo de Tom Junod (publicado en la revista Esquire en septiembre de 2003), en el que su autor se hacía eco de las pesquisas emprendidas hasta entonces e insinuaba una posible solución al enigma. Y, aunque no se pronunciaban de manera categórica al respecto, los autores del documental se inclinaban por atribuir la misma personalidad que Junod al hombre eternizado en la foto de Drew. Se trataría de Jonathan Briley, un ingeniero de sonido que trabajaba en el restaurante Windows of the World, situado en los pisos 106 y 107 de la Torre Norte.

Bien, ¿y ahora qué? Saberlo no resuelve la ansiedad que produce la contemplación de la foto y el recuerdo que suscita. Se trata, en el fondo, de un conocimiento inútil, resultado de un escrutinio inducido por la propia condición icónica del documento. El hombre que cae es uno de los muchos -entre 100 y 200, según cálculos solventes- que tomaron la decisión de saltar desde los pisos superiores de ambas Torres. Hombres y mujeres desesperados que evaluaron en un instante su situación sin salida. Y que, sofocados por el humo y por la temperatura insoportable, prefirieron un último gesto, quizás buscando fuera el milagro imposible dentro: por ello algunos improvisaron con sus ropas patéticos paracaídas. Seres humanos que, si tenían convicciones religiosas, debieron de llegar también a un pacto instantáneo con su Dios. Luego, saltaron. La foto de Drew los representa a todos, les da a todos nombre. Y no captura su muerte, sino, todavía y para siempre, su vida.

ABC (España)

 



 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House