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01/04/2006 | Bush, Berlusconi: el fin de dos dinastías

Anthony Giddens

Dos dinastías se aproximan a su fin. En Estados Unidos, el Gobierno de George W. Bush, todavía con dos años por delante, se encuentra ya en una fase de decadencia irreversible. ¿Ha sido el Gobierno más desastroso de la historia de su país? Si no, debe de estar cerca. Es difícil pensar algo en lo que Bush haya beneficiado de forma duradera a su propio país o al resto del mundo.

 

Lo que quedará detrás será una estela de desastres. Cuando el presidente Clinton dejó el cargo, Estados Unidos tenía un saludable superávit presupuestario, que él tenía previsto que se dedicase al bienestar social. Bush lo despilfarró en ventajas fiscales para los ricos, que ni siquiera tuvieron el efecto de estimular la demanda.

Cuando termine su mandato, habrá una deuda de tal magnitud que un experto financiero bastante responsable ha dicho que Estados Unidos se enfrenta a un posible "apocalipsis fiscal". Bush ha redefinido la política internacional como política del poder, un regreso a un mundo hobbesiano y un paso que, a la hora de la verdad, ha debilitado la influencia estadounidense en vez de reforzarla.

Quien ha salido ganando en el conflicto de Irak es Irán, no Estados Unidos. Lo que tememos muchos de nosotros -la proliferación nuclear- parece ahora mucho más probable. Y a todo ello hay que añadir la irresponsable actitud del Gobierno de Bush respecto a los peligros del cambio climático.

En Italia, el final de Berlusconi está -o así lo espero fervientemente- mucho más cerca. Es posible que Berlusconi sea el gracioso en comparación con el austero régimen de Bush, pero, para su país, su mandato ha sido igual de desastroso. Los italianos votaron a Berlusconi porque era un dirigente empresarial populista y se suponía que iba a aplicar sus dotes para los negocios a la labor de sanear la economía.

Ha sido su mayor fracaso. Se han hecho unas cuantas reformas a medias, pero la economía se ha ido estancando hasta detenerse con una sacudida; el índice de crecimiento, este año, es prácticamente cero. Berlusconi quería reanimar la influencia de Italia en el escenario mundial y, para ello, cultivó el favor del presidente Bush. Pero eso no le ha proporcionado ninguna influencia tangible, ni en las actividades de Estados Unidos ni en el resto del mundo.

¿Un líder europeo, entonces? No, porque, con sus comentarios destemplados, Berlusconi perdió el derecho a que Europa le tomara en serio. ¿Y qué hay de la democracia en Italia?

El resto del mundo observa con incredulidad cómo es posible que un país europeo tan importante esté gobernado por un hombre que, al mismo tiempo, controla gran parte de los medios y no duda en hacer los cambios constitucionales que le interesan.

Los progresistas de todo el mundo deben esperar que la coalición de centro-izquierda sea capaz de mantener su ventaja hasta el día de las elecciones y obtener una mayoría suficiente. Romano Prodi tiene un estilo discreto, pero lo último que necesita Italia en este momento es otro líder populista.

Los progresistas necesitan dar la vueltaa la oleada de populismo de derechas en Europa, y las elecciones ofrecen esa oportunidad. Si gana el centro-izquierda, el nuevo orden de prioridades lo marcará, más o menos, la lista de desastres mencionada anteriormente.

La primera preocupación debe ser la economía y la recuperación del crecimiento.

¿Por qué, en el Reino Unido, el laborismo ha logrado permanecer tres mandatos en el poder? Fundamentalmente, porque puso la economía por encima de todo lo demás. El éxito económico es la clave para tener justicia social, no a la inversa. Muchos dicen que es imposible hacer reformas económicas en un país como Italia, porque para ganar hay que sufrir, y la resistencia al cambio es demasiado fuerte.

Yo no acepto este argumento.

No es verdad que toda reforma tenga que ser dolorosa para ser eficaz, aunque a veces, por supuesto, es así. El laborismo introdujo en Gran Bretaña diversas reformas que produjeron beneficios de forma casi inmediata y, al mismo tiempo, fomentaron el dinamismo económico.

Entre ellas, por ejemplo, el "nuevo pacto" que redujo drásticamente el paro juvenil y el programa de créditos fiscales para ayudar a los parados a volver trabajar, además de reducir los niveles de pobreza. Italia necesita que trabajen más jóvenes, pero también más personas mayores. En Estados Unidos y Japón hay el triple de personas mayores de 60 años con trabajo que en Italia.

¿Por qué? En gran parte, porque a los grupos de más edad se les mira de forma mucho más positiva. ¡Basta de hablar de la sociedad que envejece! Hablemos, en su lugar, de la "sociedad que se rejuvenece", unas personas mayores que son cada vez más jóvenes, más activas y más sanas, por término medio, que en el pasado.

¿Por qué tiene que desperdiciar la sociedad el talento que necesita, precisamente cuando el índice de natalidad es tan bajo? El centro-izquierda en Italia, y en el conjunto de Europa, debe afrontar simultáneamente dos problemas muy graves, el del cambio climático y el la de la energía. Y Berlusconi tampoco ha dejado ninguna herencia útil en este aspecto. El cambio climático ya no es una vaga amenaza que se anuncia para el futuro.

Parece casi indudable que está ya aquí, que está alterando el tiempo. Mientras tanto, quizás estamos acercándonos al fin de la era del petróleo. Suecia ha anunciado que terminará con su dependencia de los combustibles fósiles en el año 2020. Otros países seguirán sus pasos, e Italia debería ser de los primeros porque tiene pocos recursos energéticos propios.

¿Será muy costoso para un país con graves problemas económicos? No necesariamente: una mezcla de incentivos y sanciones puede servir de motivación para que el sector privado asuma gran parte de la carga.La inversión en tecnologías ambientales será uno de los motores del crecimiento económico en el futuro.

Por último: Europa y las relaciones internacionales. El neoconservadurismo está muerto, y ha muerto suicidado. Volvamos al multilateralismo, la única forma de ir adelante en un mundo interdependiente.

El centro-izquierda debe situarse en la vanguardia y, al mismo tiempo, contribuir a la renovación del proyecto europeo.

El euro no era ni es el origen de las dificultades económicas italianas; sólo ha servido para sacarlas a la luz. Italia puede estar entre los primeros de Europa. Al fin y al cabo, será una situación única que en un país gobierne un político que ha sido presidente de la Comisión Europea.

El Pais (Es) (España)

 



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03/09/2006|

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