Asimismo, parte sustancial de debate estuvo (de manera directa o indirecta) referido al temor que las repúblicas de la ex URSS y en particular Rusia colapsara política, social y económicamente a lo largo de los ´90 con el consiguiente peligro para las 9 mil cabezas nucleares y toneladas de armas químicas y biológicas.

En ese contexto, la política exterior de los EE.UU., y en cierta medida de las potencias europeas, se centró en la década pasada en la potenciación de Operaciones Multilaterales de Paz en zonas como Bosnia, Kosovo y Macedonia y el desarrollo de acciones militares en Africa tal como fue el caso de la frustrada intervención de fuerzas militares de los EE.UU. en Somalia. En el caso de Rusia, la política fue brindarle un decidido respaldo político a la administración de Yeltsin así como hacer fluir asistencia económica por medio del FMI y otros tipos de mecanismos.

Todo este tipo de abordaje, que buscaba hacer frente a amenazas no convencionales a la seguridad tales como eran el colapso de Estados, crisis humanitarias, conflictos étnicos y religiosos, fue duramente contestado a lo largo de los ´90 por sectores realistas y desde el partido Republicano de los EE.UU. Los mismos, veían a estas prácticas de la administración Clinton como idealistas y alejadas a las políticas de poder e interés nacional que debían guiar a una superpotencia. Estos mismos sectores críticos, entre los que se destacaban figuras del actual gabinete de G.W. Bush como D. Rumsfeld, P. Wolfowitz, el actual Vicepresidente Cheney, etc., destacaban la necesidad de focalizar más en temas como la creciente amenaza China y en potenciar los gastos en sistemas de armas para guerras contra Estados Villanos como Irak, Irán y Corea del Norte.

En el campo académico, durante los años ´90 autores como Guillermo O´Donnell comenzaron a llamar la atención sobre la existencia de “Estados débiles” y “zonas marrones” dentro los mismos. Con zonas marrones, hacia referencia a espacios geográficos en donde el Estado no tenia el monopolio del uso de la fuerza y en donde bandas armadas y actores no estatales (con designios meramente económicos y/o ideológicos operaban sin control). Todo ello, en un contexto de elevada corrupción. Ello se vio complementado por desarrollos teóricos como los de F. Zakaria o de destacados académicos realistas como Mansfield y Snyder en donde el centro del análisis estaba puesto en la existencia de “Estados débiles” provistos de regímenes políticos que caracterizados como “democracias no liberales”. O sea, Estados más o menos recientemente democratizados en donde los gobernantes llegaban al poder en elecciones en gran medida limpias pero sin la presencia de división de poderes e igualdad frente a la ley. O´Donnell llamó a este mismo fenómeno “democracias de baja intensidad”, las cuales daban espacio a prácticas cleptocráticas y el imperio de intereses corporativos o sectoriales que debilitaban más y más la solvencia y estabilidad del Estado en el mediano y largo plazo.

Será el 11 de Septiembre del 2001, que marcará un antes y un después en el debate con respecto a los Estados fracasados. A partir de ese momento y en especial con la publicación de la “Estrategia Nacional de Seguridad” dada a conocer por la Casa Blanca en Septiembre del 2002, los EE.UU. comenzaran a darle una importancia central (al menos en el ámbito teórico y doctrinario) a términos como “Estados fracasados” y “áreas no gobernadas”. El ascenso al primer plano del terrorismo transnacional, comenzó a ser visto una amenaza que  se potenciaba de sus vinculaciones con el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción y las debilidades de los Estados. La nueva Estrategia publicada en el 2002, pone particular énfasis en la necesidad de difundir la democracia, el Imperio de la Ley y la lucha contra la corrupción como formas de luchar contra los factores de fertilizan el crecimiento y una mayor oportunidad de refugio al terrorismo y sus socios tácticos o estratégicos en el mundo del crimen organizado.

Esta postura, se verá reforzada con la publicación por parte del Departamento de Estado de los en Febrero del 2003 de la “Estrategia Nacional contra el terrorismo”. En la misma, se hace referencia la necesidad de ser “duros con el terrorismo y duros con las causas del terrorismo”. Entre estas últimas destaca la debilidad de los Estados, zonas no gobernadas y la corrupción. Asimismo, convoca a un fortalecimiento de las estructuras estatales y sus instituciones. El hecho que Afganistán fuera vista como un ejemplo de “Estado fracasado” y que sirviera de base a Al Qaeda fue uno de los factores determinantes.

Esta misma línea argumental es seguida desde el 2002 por el Comandante del Comando Sur, General James Hill, el cual ha enumerado algunos de los desafíos principales que enfrenta la seguridad en el Hemisferio: 1) la presencia de áreas no gobernadas 2) las actividades de organizaciones ligadas al terrorismo fundamentalista en la zona de la Triple Frontera, Isla Margarita y zonas de Colombia 3) la vinculación entre el terrorismo, el narcotráfico, el crimen organizado (incluyendo los secuestros) y el lavado de dinero 4) la necesidad de reconocer y hacer frente a las crisis sociales derivadas de los fracasos de las reformas de los años ´90 que tienden a facilitar el debilitamiento del Estado y un mayor espacio para el accionar de actores como el crimen organizado y el terrorismo 5) el riesgo que representa la existencia de Estados débiles en el hemisferio.

Los argumentos del General James Hill han sido coherentes con la línea argumental que viene desarrollando el Subsecretario Roger Pardo Maurer (el hombre del Pentágono encargado por D. Rumsfeld de las cuestiones de nuestro hemisferio) el cual ha ratificado, en un reciente seminario llevado a cabo en Junio del 2004 en el CSIS de Washington, la necesidad de fortalecer a los Estados y sus instituciones y la importancia de luchar contra la corrupción y el delito, como formas de restarle espacios a las actividades del terrorismo internacional y sus redes de financiamiento y operaciones.

En este sentido, cabe recordar que durante la Cumbre de Ministros de Defensa del Hemisferio realizada en Chile en Noviembre del 2002, D. Rumsfeld subrayó cuestiones que afectaban a la seguridad: 1) la combinación del terrorismo internacional + armas destrucción masiva + Estados Villanos o terroristas (Irak, Irán, Siria, Corea del Norte, Sudán y Cuba) 2) el peligro de las zonas o áreas no gobernadas 3) la importancia de reforzar el control sobre mares, ríos y puertos 4) el rol central de la estabilidad política y económica en los países de la región 6) la necesidad de ver a Colombia como un caso testigo de los efectos del mix entre terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, corrupción y áreas no gobernadas.

La preocupación por el impacto de los Estados fracasados y áreas no gobernadas, no solo se limita a los EE.UU. En el documento dado a conocer en Diciembre del 2003 por la Comisión Europea y centrado en la visión de seguridad de la Unión Europea titulado “Una Europa segura en un mundo mejor” se hace expresa referencia al peligro del mix entre terrorismo internacional + armas de destrucción masiva  + Estados fracasados. Frente a ello, convoca a lo que denomina “acción preventiva” por medio de instrumentos diplomáticos, económicos, humanitarios y aun militares tanto sea por medio de Operaciones de mantenimiento o de imposición (de la mano de la formación de una fuerza de despliegue rápido de 6000 mil efectivos) de la paz.