La Iberoamérica populista le ha tomado la medida a Europa.
Si bien la expropiación de la filial española de Red Eléctrica en Bolivia no es comparable, ni en términos de daño económico, ni por los "antecedentes de hecho" -empresas eléctricas francesas y británicas tambien fueron nacionalizadas- a lo ocurrido en Argentina con Repsol-YPF, existe un creciente peligro de efecto contagio.
El desarollo económico ha llevado a los dirigentes más populistas de Iberoamérica a erigirse en una suerte de padres salvadores de la patria, en una especie de liberadores de nuevo cuño que debería llevar a las naciones occidentales a plantearse una nueva estrategia, basada en la unidad de fuerzas, un imposible metafísico dadas las actuales circunstancias.
Hasta ahora ha habido mucha diplomacia de salón, mucho comunicado vaporoso, porque el mundo político y empresarial es un conglomerado de intereses donde el infortunio de unos es aprovechado por otros. La falta de respuesta de Occidente es rentabilizada por dirigentes sin demasiado escrúpulos al otro lado del Atlántico, de manera que Cristina Kirchner o Evo Morales parece haberle tomado la medida.
Al final, lo más inteligente fue lo que hizo el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, cuando pidió a Zapatero que se abstuviera de defender los intereses de su compañía en Venezuela. Fue el propio Botín quien lideró unas negociaciones que, al final, dieron resultados.