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04/04/2006 | Argentina: ortodoxos versus heterodoxos, todos contra todos

Daniel Naszewski

¿Qué tal sería tener más ideas y menos ideologías?

 

Gente, amigos y no tan amigos, amigas y no tan amigas. Nostálgicos de los años noventa versus apasionados de la Era K. Liberales versus keynesianos. Hortodoxos versus heterodoxos. Fanáticos del mercado versus fanáticos del Estado. Defensores del dólar alto versus creyentes del dólar bajo. Sobreprotectores de la industria versus aperturistas al 110%... Intervencionistas versus reguladores. Egoistas estilo mano invisible versus solidarios estilo economía del bienestar. Promotores de la competencia versus apostadores a la incompetencia. Progresistas humanos de centro izquierda versus insensibles inhumanos de centro derecha (es tan fácil hacerse el bueno, como diría Marlon Brando en El Padrino). Distribucionistas, asistencialistas y regaladores varios versus creyentes en el supuestamente inexistente derrame. Intolerantes versus pluralistas, aunque les duela. Ah, y los famosos DVR (Dueños de la Verdad Revelada), millones de no pensadores argentinos. Y todos, bueno, casi todos, toditos, peleados con todos y toditos. ¡Qué carácter!

Llegó la factura del Cable y vi que tenía un aumento, total $65,90, con lo que me fui a la factura y miré el precio de hace un año, total $59,90, un aumento de 10%, bastante prudente en un año, muchachos, dadas las circunstancias, lástima que cobren los canales extras, las bocas extras, los arreglos extras, y hasta te dejan esperando un rato largo en el servicio de desatención al cliente (¿me echarán luego de esta actitud de consumidor activo?). Pero ese no es el punto, sino que tuve un deja vu y recordé a los pollitos de Mazorín, ¿se acuerdan del bueno de Mazorín?, creo que en 1987, cuando comenzaron los famosísismos y antipopulares deslizamientos de precios, una forma light de decir ¡socorro volvió la inflación! Así empezó la anteúltima crisis argentina que culminó con la hiperinflación de 1989, pero pobre, Mazorin fue bastante más prudente respecto a lo que vino después aunque le salió mal, apostó a importar pollos, esto es, a mejorar la oferta de carnes para enfrentar el famoso y recurrente síndrome del bife que puntualmente nos ataca a los argentinos cuando tenemos hambre, hay demanda pujante pero hay pocas vacas. Hay que reconocer que fue una idea mucho más realista que prohibir las exportaciones de vacas cortadas y enteras, estrategia cortoplacista estilo bumerán, si las hay.

Capítulo I, Adam Smith y John Keynes caminan por Florida

Cada tanto me pregunto, sueño despierto, qué pensarían sobre la Argentina Adam Smith y Lord Keynes si vivieran (algo imposible como lo pronosticara el mismo Keynes cuando anunció con su sarcasmo habitual que en el largo plazo estaríamos todos muertos, qué vivo).

Ante todo, no le gustaría nada a ninguno de los dos. Se preguntarían, como el pensador Chiche Gelblung, si el agua que tomamos tiene ni-tratos, nitritos o alguna otra substancia que nos tiene tan malhumorados e intolerantes a casi todos, incapaces de aceptar la opinión de los otros. Y su respuesta es imaginable, no sabrían si es culpa del agua, de nuestra configuración social, de las leyes de Indias (“acato pero no cumplo”), de nuestra nostalgia por “El Dorado”, de nuestra tristeza porque Buenos Aires no esté en Francia, o en los Estados Unidos (depende de quien hablamos, claro). Y se dirían uno al otro, John a Adam, luego de andar azorados por alguna callecita de Buenos Aires, ni que hablar de alguna autopista, que No, que estos argentinos simpáticos y peculiares, con una personalidad tan despersonalizada, no son capaces de aceptar y menos respetar la opinión de los otros. Claro, somos todos directores técnicos, todos Fangio, todos Gardel, todos los mejores conductores (por eso vamos por la izquierda a 70 km y nunca cedemos el paso). Etcétera. Ya se sabe. Dime cómo conduces y te diré cómo haces el amor, como diría Patricia Paltrow la creativa, antimachista si las hay aunque le gustan los hombres hombres, no sus caricaturas, no sus sobreactuaciones, no las canchereadas, no los presuntuosos, aunque claro, un caballero en serio que tome las decisiones que debe tomar no le disgustará nada de nada. Eniuei.

Adam Smith sostenía que el funcionamiento del mercado, de cada mercado, en condiciones de transparencia y competencia de oferta y demanda, sería el mejor no-sistema para regular los precios y las cantidades, para llevar al equilibrio a una economía, para estimularlos a mejor la productividad, innovar, a producir más y mejor. En ese contexto, creía que una economía abierta sería la mejor forma de lograr que cada país se especializara en producir los bienes y servicios para los que mejor estaba dotado, ya fuera por la calificación de su mano de obra o la dotación de sus recursos naturales. Creía que esta especialización junto a una división internacional del trabajo serían el mejor sistema para que todos, personas y países, produjeran más y más de lo que sabían y tuvieran más y más para consumir (nacional o importado), ya que cada uno produciría la mejor calidad y cantidad, y el intercambio comercial generaría una situación óptima para todos. Adam Smith estaría feliz viendo la globalización, amaría Internet y la comunicación instantánea, y observaría con alegría que aseguran la mayor información posible a los mercados y a la gente para tomar las mejores decisiones, con menos injerencia de los intermediarios. Admiraría la capacidad del mundo de viajar por el tiempo y por el espacio, ya que esto llevaría de manera creciente a un mundo menos desigual. Quizá hasta diría que su famosa mano invisible se está haciendo realidad con el funcionamiento de la comunicación instantánea.

John Keynes, un hombre mucho más cercano a nosotros, creyó en esto pero vio también las fallas de la mano invisible y del modelo perfecto, buscando sus formas de resolverlas sin oponerse a aquellas ideas sino desarrollando políticas desde el Estado para minimizar los efectos secundarios negativos de los mercados reales y monetarios. Quienes en la Argentina ideologizada de hoy se definen como ortodoxos o heterodoxos y consideran que una posición es enemiga de la otra, se llevarían una sorpresa, porque ellos dos serían muy capaces de ir caminando juntos por la calle Florida, mirando las mujeres bonitas, conversando apasionadamente y discutiendo sin rencores, más bien tratando de construir entre ambos, la verdad verdadera, en vez de tratar de imponer su verdad al otro. En ese sentido, eran dos tipos libres, tenían la mente abierta y estaban ávidos de comprender.

Hay que tener en cuenta que ambos fueron hombres que vivieron en otro siglo, en diferentes tiempos, en épocas diversas, y cada uno de ellos pensó su propia “teoría general” reflexionando sobre lo que veían, pero sospecho que Keynes no se hubiera opuesto a Adam Smith, así como la heteroxia no debiera oponerse enojosamente a la ortodoxia, ni viceversa. Ambos tienen sus razones y sus sinrazones, ¿porqué no sumar en vez de restar?

II, política económica, ¿qué política económica?

Durante los últimos tres años, la política económica argentina fue claramente keynesiana, heterodoxa, intervencionista, y quizá no estuvo mal que así lo fuera al menos hasta el año pasado (dejando de lado sus desprolijidades e imprevisiones varias, además de destacar la enorme suerte que significó el excelente clima económico internacional que alimentó también a la recuperación económica). Si dejamos el fanatismo y el fundamentalismo de lado, debemos reconocer que cuando Keynes desarrolló su teoría general (publicada en 1936) lo hizo porque los mercados no estaban funcionando como se esperaba y que las recesiones llevaban a depresiones y deflaciones (como en los años treinta en los Estados Unidos, luego del crack de 1929), ya que el paradigma de la no intervención implicaba una postura fatalista que terminaba llevando a pánicos financieros y bancarios, en un contexto en que no había un prestamista de última instancia que frenara las corridas financieras y los pánicos bancarios.

Vista así, una política de ingresos expansiva como la de los años previos (los aumentos decretados de salarios, por ejemplo), una política fiscal de aumento del gasto público (en un clima de prudencia y superávit fiscal que no puede desconocerse) y hasta un clima de expansión de la oferta monetaria frente a una demanda de dinero pujante que pedía a gritos más pesos y menos dólares fueron consistentes con la idea de frenar la caída económica en un contexto lejano a la plena utilización de la capacidad instalada y de alto desempleo.

Eso funcionó, lo que no funcionó de la misma manera fue la creación de un horizonte de certdidumbre y de un clima de negocios consistente con la expansión de estos tres años pasados (9% más del PIB, año a año), y en todo caso esta es la falla que está detrás de una economía que hoy muestra serias presiones inflacionaras en un contexto de pleno empleo de la capacidad instalada y hasta de mano de obra en el sector formal y pujante de la economía.

Keynes funcionó, la heterodoxia también, sobraba oferta, faltaba demanda, la pregunta es “¿y ahora qué?”, ya que sobra demanda y falta oferta (carne vacuna, energía, mano de obra capacitada y tantos cuellos de botella más).

Ahora es tiempo de observar que ya se tomó de las ideas keynesianas lo mejor para salir de la crisis, y que el mismo Lord Keynes, seguramente, sugeriría pensar en otra cosa, esto es, en una política económica moderada que promueva más su propensión al ahorro que su propensión al consumo, generándose los incentivos económicos y extraeconómicos para promover dramáticamente la inversión productiva. Pero ello no está ocurriendo. Y con prohibiciones a las exportaciones de carnes y otras injerencias sobre el sistema de precios, menos aún, y con las marchas y contramarchas, menos.

Si Keynes y Adam Smith estuvieran hoy en el 5° piso del bonito edificio del ministerio de Economía conversando con Felisa la de la ya no tan sonrisa, ¿qué harían? ¿Keynes sería keynesiano? ¿Sugeriría una política monetaria aún expansiva? ¿Sugeriría mantener un gasto público pujante? ¿Propondría una política de ingresos con salarios aumentando por encima de la inflación, alimentando el viejo círculo peligroso salarios-precios-salarios? Apuesto que no, sospecho que Keynes lo miraría a su viejo “maestro” Adam Smith y le diría que es tiempo de moderación, de prudencia, de incentivos a favor del mercado y no en contra de ellos, en todo caso reservándose la intervención estatal para regular desde el Estado sólo a los sectores con fallas, y hasta quizá sugiriendo que el sector privado puede hacerlo mejor, promoviendo más competencia, y no menos. ¿Y Felisa, los escucharía? ¿Y el superjefe?

Fundación Atlas 1853 (Argentina)

 


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