El
funeral parecía seguir un guión establecido durante décadas en las que el
estado libanés fue una pura ficción. El convoy se detenía en cada esquina del
camino donde se arremolinaban grupos de militantes y estos saludaban a los
cadáveres con ráfagas de ametralladoras al aire.
Había
paramilitares de todos los tipos. Desde los chavalines que portaban una mera
escopeta adecuada sólo para cazar pájaros, a los que tiraban con pistolas de
las que se usaban en la película 'Matrix', los que exhibían rifles de
francotiradores o los que optaron por los últimos modelos de ametralladoras al
mejor estilo Rambo.
También
estaban aquellos que marchaban portando flamantes uniformes negros y cintas del
mismo color en la frente con el lema: 'No hay más Dios que Alá', un signo de su
adscripción islamista.
Un
despliegue de parafernalia bélica y de tiroteos que contrastaba con la ausencia
del ejército libanés y con la mirada condescendiente de las fuerzas de policía,
que observaban como parte del público la exhibición de las milicias en El
Bireh.
La
muerte del imán
El
cortejo partió de la ciudad de Halba, a poca distancia de donde murió el jeque
Ahmad Abdel Wahed y recorrió toda la región norteña de Akkar hasta llegar a El
Bireh. Las carreteras aún mostraban signos de las ruedas quemadas durante la
jornada precedente y las barricadas de piedra y arena que bloquearon las rutas.
La mayor parte de los negocios permanecían cerrados, respetando el llamamiento
a la huelga general que hizo el liderazgo de esta zona.
Los
testigos del suceso dominical contradijeron uno tras otro la versión de la
agencia oficial de noticias –que dijo que no había respetado un control
militar- y acusaron a los uniformados de "asesinarle".
Khaled
Abud, un dirigente de la Agrupación de Jóvenes de Akkar, afirmó que él era el
conductor del vehículo donde viajaba el religioso. "Íbamos a participar en
una concentración en Halba cuando nos sorprendió el enorme despliegue del
ejército. El oficial empezó a insultar al jeque. Tu no tratas así a un jeque en
Akkar. Le gritaba: ¡Sal de una puta vez del coche! Quería que hiciera cualquier
movimiento para disparar. El jeque me dijo Khaled, yo ya no voy al festival,
habla tú con ellos. Pero en cuanto puso la mano en la llave para arrancar el
oficial sacó su pistola y le disparó en el cuello. Fue la señal. El resto de
los soldados abrieron fuego y le acribillaron", refirió con la voz
entrecortada por la emoción.
Abdel
Wahed era un firme partidario de la revuelta siria y una conocida figura
religiosa de esta región norteña, donde las simpatías por los opositores al
presidente Bashar Asad se han convertido en la nueva bandera política de la
población. Basta con observar como la presencia de las enseñas
"rebeldes" sirias casi rivaliza con el emblema nacional.
Apoyo a
la revuelta siria
"¡Queremos
venganza contra (Hassan) Nasrallah (el líder de Hizbulá y principal aliado del
régimen sirio) y contra Bashar!", clamaban la multitud que acompañaba al
féretro de las dos víctimas. "¡Abajo Bashar!", gritaban otros.
El
Bireh, poblado natal del imam, estaba repleto de carteles con su fotografía y
lemas como el que decía: "Has vivido como un hombre libre y has muerto
como un mártir".
La
muerte de Abdel Wahed ha exacerbado la ira de la comunidad suní, mayoritaria en
Akkar, y la división política que ya se registraba en Líbano, cuyo gobierno es
uno de los contados ejecutivos regionales que sostienen a Bashar Asad.
Kuwait,
Qatar, Bahrein y EAU saca a sus nacionales
Ante el
temor de que el Líbano se contagie por completo de la crisis siria, países como
Kuwait, Qatar, Bahrein y Emiratos Arabes Unidos han pedido a sus ciudadanos que
abandonen este territorio de inmediato.
Los
dirigentes locales han advertido que continuarán con las protestas hasta que
dimita el jefe del ejército, el general Jean Kajwayi, como exigió el diputado
Mouin Merhebi.
En un
gesto inédito en el Líbano en los últimos años, cuando el estamento militar se
convirtió en el único elemento unificador de un país fraccionado por las
lealtades sectarias y políticas, Merhabi lanzó durísimos señalamientos contra
Kajwayi y la cúpula de los uniformados a los que no dudó de acusar de
"ordenar el asesinato" de Abdel Wahed. "Siguen las órdenes de
Asad y quieren generar una escalada en el Líbano", dijo a elmundo.es
Tensión
Todavía
más severos se mostraban las decenas de militantes armados que se reunieron
frente a la mezquita de El Bireh para asistir a las exequias. Para Abu Abbas,
que marchaba a acompañado de otro paramilitar encapuchado, "los jefes del
ejército libanés están actuando como los shabiha (milicias) de Asad. Esto es
una conspiración contra los suníes y nos defenderemos".
Kajwayi
replicó desde las páginas de un diario libanés aduciendo que "la retórica
de los políticos está en el origen de la sedición y tensión en el Líbano".
La
institución armada afronta ahora una ingente presión, toda vez que la mayoría
de sus soldados pertenecen a la comunidad suní.
Violencia
en la Universidad
La
indignación generada por la muerte del clérigo se ha extendido por gran parte
del territorio y alcanzó durante la madrugada a la propia capital, Beirut,
donde una facción aliada de Hizbulá acabó a tiros con otro grupo de hombres
armados contrarios al gobierno de Damasco, en una reyerta que dejó dos muertos
y casi una 20 de heridos.
El
violento choque se registró a las puertas de la Universidad Árabe, donde
permanecían media decena de coches quemados y agujereados por la munición. Los
seguidores de Saad Hariri consiguieron desalojar a los acólitos del Movimiento
Árabe (MA), un grupo dirigido por Shaker Berjawi y cuya trayectoria política
refleja la enorme complejidad del escenario libanés, acrecentada aún más por la
revuelta siria.
"La
gente de Berjawi luchó contra Hizbulá en 2008 pero cambió de lado por dinero.
Lucha para quien le pague", explicó Abu Mohamed, un libanés de 60 años
vecino del edificio que ocupaban los activistas del MA, que quedó devastado por
las explosiones y los disparos.
Los
estudiantes que acudían a sus clases matutinas podían observar el reguero de
casquillos de balas, las marcas de sangre y los destrozos que dejó la refriega
junto al centro lectivo. Los atribulados camareros del café Nara Nara se
afanaban en recoger cristales.
Los
residentes del barrio de Tarik al Jedid –donde se encuentra emplazada la sede
del MA- aseguran que la trifulca comenzó cuando un grupo de chavales pasó por
la calle gritando loas a Saad Hariri y uno de los milicianos abrió fuego.
"De repente todo estalló. Estuvieron desde las 10.30 hasta las 16.00.
Escuchábamos explosiones cada cinco minutos", relató otro habitante del
área.
Al caer
la tarde, y tras el funeral de Abdel Wahed, los manifestantes volvieron a
expresar su ira. Las carreteras se llenaron de nuevo de neumáticos ardiendo.
"Quieren una nueva guerra civil en el Líbano para desviar la atención de
lo que ocurre en Siria", sentenció Mouin Merhebi.