Lógico, ¿no? Y si parece una explicación jalada de los cabellos, la es. La renuncia retroactiva la soltó su consejero, Ed Gillespie, en CNN. Hay algo en Bain post 1999 que no le conviene a Romney. Solo así se explica que suelten una explicación tan extraña.
No está sola en su rareza. Hay oportunidades en que Romney parece de otro planeta, y eso es ponerlo caritativamente. Bien podría haber salido de un universo paralelo cuando asistió a la convención de la asociación americana de gentes de color.

Así se explica que haya reiterado, en esa ocasión, su promesa de quitar lo que los afroamericanos ven como el mayor logro de Barack Obama, su reforma médica. No importa si sea buena o mala, constitucional o no, denunciarla ante quienes la denunció revela una descomunal falta de sentido común. Es como ir a casa del hambre a anunciar la eliminación de subsidios de alimentos. Recibió tal abucheo que quedó como paralizado por unos incómodos quince a veinte segundos, que en televisión son una eternidad.
No pasa semana sin que añada algo a la lista de errores que arrastra, tantos que arreglar su imagen parece imposible. No es problema de campaña. Es problema de candidato.

El que prometió eliminar la reforma médica en la convención de la NAACP es el mismo de la autodeportación de latinos, el que prometió vetar el Dream Act, aquel al que le gusta despedir gente ( I like being able to fire people who provide services to me). Es aquel para el cual las corporaciones son seres humanos ( corporations are people, my friend), al que no le preocupan los muy pobres porque tienen su red de contención ( I’m not concerned about the very poor. We have a safety net there). Es un desempleado ( I should tell my story. I’m also unemployed). Es aquel que llevó su perro sobre el techo de su vehículo en un viaje de 12 horas ( PETA is not happy that my dog likes fresh air).

Es el que cree en un Estados Unidos donde millones de estadounidenses creen en un Estados Unidos que es el Estados Unidos en que millones de estadounidenses creen ( I believe in an America where millions of Americans believe in an America that’s the America millions of Americans believe in) Ni el mismo Romney entenderá lo que dijo. No se trata de un problema lingüístico. Es conceptual.

Romney se fue a la ultraderecha y se ha quedado pegado a ella. Es una ultraderecha doctrinaria, casi tan fatal para Estados Unidos como lo fueron el partido y doctrina comunistas para la difunta Unión Soviética. Sus líderes políticos, financieros, intelectuales, religiosos, industriales y de negocios, parecen no darse cuenta de haber traído el país a las puertas de una bancarrota. Culpan a los demócratas por socializantes y comunistoides. Quizás no sepan que su comportamiento es de la misma intransigencia y rigidez propias del comunismo, prueba quizás de que los extremos se tocan.

Sus líderes conocen las consecuencias de lo que hacen, y siguen haciéndolo. Romney viene de esa tradición, que prefiere ganar diez dólares despidiendo a un empleado si mantenerlo significase ganar solo cinco. Su actividad llevó al cierre de empresas, llenándose los bolsillos con cada cierre. Romney o es consciente del sufrimiento causado, o es un inocente que no conoce las consecuencias de lo que dice y hace. Sigue, mientras tanto, como la Pimpinela Escarlata, personaje de Dickens de quien escribió que lo veían por aquí, lo veían por allí, lo veían en todos lados. Igual sucede con Romney. Se le ha visto por aquí, se le ha visto por allí, se le ha visto en todos los lados, huecos y recovecos del espectro político. El candidato doble, Romney-Anti-Romney, es en realidad candidato múltiple. Ha ido de amigo de gays a opositor del matrimonio gay; de guardián del derecho a terminar un embarazo, a ser antiabortista; de reconocer que la actividad humana contribuye al calentamiento global, a decir que no hay tal calentamiento; de creador y motor de su reforma médica en Massachusetts, a enemigo de su propia reforma recogida, modificada y aumentada por Obama para todo el país. Vale preguntarse dónde está el verdadero Romney. Si no sabemos dónde, menos sabremos a dónde va.

 ¿Adónde irá? Convendría saberlo porque allí nos llevará si es electo presidente.