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13/04/2006 | Confrontando a una cultura en la que hablan como dementes

Mark Steyn

El destino conspira para recordarnos de qué va realmente esta guerra: confianza civilizacional. Y así la historia se repite a sí misma: primero la farsa de las viñetas danesas, y ahora la tragedia -- un hombre a juicio sumarial en el Afganistán post-Talibán porque ha cometido el crimen de convertirse al cristianismo.

 

Las viñetas del profeta Mahoma fueron profundamente ofensivas para los musulmanes, y por tanto miles se manifestaron en todo el mundo de la manera contenida usual: causando disturbios, incendios, muertes, etc.

La inminente ejecución de Abdul Rahmán por abrazar el cristianismo es, por supuesto, ofensiva para los occidentales, y así reaccionamos en todo el mundo de manera igualmente violenta, difundiendo amenazas que congelan la sangre como las realizadas por el portavoz del Departamento de Estado Sean McCormack: "La libertad religiosa es un elemento importante de cualquier democracia", dijo. "Y estos son temas que van a tener que ser tratados con mayor frecuencia conforme madura la democracia afgana".

El problema inmediato para Rahmán es si tendrá oportunidad de "madurar" junto con la democracia afgana. El presidente, el primer ministro canadiense y el primer ministro australiano, todos han hecho declaraciones de preocupación por su destino, y parece claro que al pulcro líder de Afganistán Hamid Karzai le gustaría resolver este tema antes de que su democracia viento en popa reciba la reputación de simplemente otro atroz estado vertedero islamista. Hay noticias de diversos compromisos de dibujos animados, como que Rahmán sea declarado incapaz de ser juzgado por motivos de demencia con el argumento de que (no soy ningún jurista islámico, por lo que estoy parafraseando aquí) cualquiera que se convierta del islam al cristianismo tiene que estar fuera de sus cabales ipso facto.

Por otra parte, esta solución de compromiso "moderado" es rechazada por los principales teólogos. Deje que este tal Rahmán presente un recurso por demencia y allá va el vecindario. "No permitiremos que Alá sea humillado. Este hombre tiene que morir", afirma Abdul Raoulf, de la principal entidad musulmana de la nación, el Consejo Ulama Afgano. "¡Cortarle la cabeza! Haremos un llamamiento a la gente para que le reviente en pedazos de modo que ya no quede nada [de él]". No hace falta decirlo, el imán Raoulf es uno de los principales clérigos "moderados" de Afganistán.

Por mi parte, estoy con el Consejo Ulama Afgano al objetar al recurso de demencia. Que Rahmán escape por los pelos por un tecnicismo no es suficiente. Se supone que Afganistán es "la guerra buena", la que apoyaron hasta los franceses, aunque de manera teórica y retrospectivamente sobretodo. Karzai se mantiene con vida a través de un guardaespaldas de extranjeros.

El frágil estado afgano está protegido por americanos, británicos, canadienses, australianos, italianos, alemanes y demás tropas, centenares de las cuales han muerto. No puedes pedir a americanos o británicos que empleen sangre y dinero en construir una sociedad en la que un hombre puede ser ejecutado a causa de su elección de religión. No puedes pedir a un miembro de servicio de la Infantería Ligera Canadiense de la Princesa Patricia en Kandahar que él, como cristiano, debe sacrificar su vida para crear un estado musulmán en el que su fe constituye una ofensa capital.

Como siempre, volvemos a las palabras de Osama bin Laden: ´´Cuando la gente ve un caballo fuerte y un caballo débil, por naturaleza elegirá al caballo fuerte". Realmente ese es el único tema: los islamistas saben que nuestro bando tiene tanques y aviones, pero ellos tienen voluntad y fe, y confían en que una lucha larga es la mejor apuesta. Los líderes occidentales más destacados suenan demasiado ansiosos por disfrazarse de caballo débil y hacer una audición para interpretar la parte trasera. Considere, por ejemplo, las palabras del Príncipe de Gales dando un discurso hace unos días en la Universidad al-Azhar de El Cairo. Esta es "la universidad más antigua del mundo", aunque lo que aprenden allí haga parecer un baluarte de la salud mental al manicomio medio de la Ivy League . De cualquier manera, esto es lo que Su Elevada Majestad tuvo que decir ante 800 "académicos" islámicos:

"La escalofriante confrontación reciente y la ira a causa de las viñetas danesas muestra el peligro que procede de nuestro fracaso a la hora de escuchar y respetar lo que es precioso y sagrado para otros. En mi opinión, el verdadero signo de una sociedad civilizada es el respeto que rinde a minorías y extranjeros".

Correcto. Pero la realidad es que nuestra sociedad rinde un respeto enorme a las minorías – el Presidente Bush celebra cada año durante un mes en la Casa Blanca la parafernalia del Ramadán; la reacción inmediata del presidente, el príncipe, los primeros ministros de Gran Bretaña, Canadá y demás a la masacre del 11 de Septiembre fue visitar una mezquita con el fin de manifestar su enorme respeto al islam. Una parte de esta disputa es respetuosa hasta la náusea: después de todo, describir la violencia perpetrada por musulmanes a causa de las viñetas danesas como "la escalofriante confrontación reciente" apenas es aceptado como declaración chorras propia del pijerío británico.

Desafortunadamente, lo que es "precioso y sagrado" para el islam es su desprecio institucional hacia otros. En su libro El islam y Occidente, Bernard Lewis escribe, "El principal deber del musulmán explicado textualmente no una, sino muchas veces en el Corán, es ´ordenar el bien y prohibir el mal´. Hacer el bien y abstenerse del mal como elección personal no es suficiente. Prohibir y ordenar compete a los musulmanes".

O en palabras del agudo columnista canadiense David Warren: "Damos por sentado que matar a alguien a causa de sus creencias religiosas está mal. Mientras que el islam sostiene que está mal no matarlo". En ese sentido, esos imanes que ponen los pelos de punta están en lo cierto, y las tentativas de Karzai por refinar el tema están equivocadas, según la sharia.

Puedo entender porqué el presidente y el secretario de estado preferirían tratar esto entre bambalinas, a través de garantías privadas por parte de sus homólogos afganos, etc. Pero la retórica pública también es crítica. En algún momento tendremos que confrontar una cultura en la que no sólo el tumulto callejero habla como dementes, sino también los jueces y académicos de más alto nivel.

Rahmán representa la cuestión en el centro de esta lucha: si el islam es una religión a la que uno sólo puede convertirse a, no de, entonces existe a largo plazo una amenaza para toda persona libre del planeta. ¿Qué podemos hacer? ¿Deben los gobiernos con tropas en Afganistán aprobar una legislación conjunta de emergencia confiriendo su ciudadanía a este pobre hombre y declarándole bajo su protección, como con Karzai?

En una edad más culturalmente confiada, a los británicos en La India se les planteó la práctica del "sutí" -- la tradición de quemar a las viudas en las piras funerarias de sus maridos. El General Sir Charles Napier fue impecablemente multicultural:

"Ustedes dicen que quemar a las viudas es su costumbre. Muy bien. Nosotros también tenemos una costumbre: cuando los hombres queman viva a una mujer, atamos una soga alrededor de sus cuellos y los ahorcamos. Construyan su pira funeraria. Detrás de ella, mis carpinteros construirán unas horcas. Ustedes pueden seguir su costumbre. Y después nosotros seguiremos las nuestras".

La India hoy está mejor sin el sutí. Si nos resistimos a la lógica de eso, entonces las implicaciones en Afganistán y en muchos lugares mucho más cerca de casa son, como diría el Príncipe de Gales, "escalofriantes".

MARK STEYN es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.

Diario Exterior (España)

 



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