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16/04/2006 | Entre dos miedos

Enrique Serbeto

Se escuchan cada vez más claramente los rumores que presagian un nuevo conflicto bélico en Oriente Medio. Ojalá me equivoque, pero lo de Irán es como uno de estos choques de trenes de las películas mudas, cuando ves a las dos locomotoras en la misma vía, avanzando inevitablemente hacia el topetazo.

 

Ya se ha dicho otras veces que si uno se pone en el pellejo de los dirigentes del régimen religioso iraní, una bomba atómica es el único instrumento que les puede garantizar la supervivencia de su tiranía, sabiendo que las tropas norteamericanas y de la OTAN están ya en su vecino occidental (Irak) y el oriental (Afganistán) manteniendo al país entre una especie de bocadillo geoestratégico. Y al mismo tiempo, todos sabemos también que permitirle a los iraníes tener su propia bomba atómica provocaría inevitablemente una carrera de armamentos en toda la región, en la que no pocos países riquísimos en petróleo desearían de forma automática dotarse a su vez de material del mismo calibre.

Pero el arma nuclear no sirve de nada si no está programada adecuadamente para ser disparada hacia un objetivo concreto. Una bomba atómica almacenada en un polvorín no es más que uno de los objetivos que han de ser destruidos en los primeros instantes de una confrontación bélica. Cualquier general sabe que si uno quiere tener un efecto disuasivo con el armamento nuclear tiene que estar dispuesto a programarlo con un objetivo concreto, para que en caso de conflicto pueda ser lanzada antes de que los misiles enemigos le caigan encima. Cuarenta años ha vivido el mundo bajo la amenaza del holocausto atómico como para tomárselo a broma.

Y todo esto sucede con el petróleo a setenta dólares el barril. ¿Ha pensado alguien hasta donde puede llegar el precio si otro de los principales productores del mundo se enreda en un conflicto de estas dimensiones? Y en el mejor de los casos, lo menos que va a pasar es que las Naciones Unidas decreten sanciones económicas contra Irán, lo que no contribuirá en absoluto a engrasar el mercado energético.

Por ello, recomiendo no esperar a que llegue lo inevitable. La batalla mundial por la energía ha empezado ya y los consumidores tenemos todas las de perder. Y si en una cosa tiene razón los iraníes es en que este abandono voluntario de la energía nuclear civil es una decisión suicida. La tecnología es perfectamente fiable, la disponibilidad de combustible está en niveles razonables y hablando con realismo, la contaminación que produce es infinitamente menos peligrosa que la de los hidrocarburos. Lo que pasa es que sucumbimos muy fácilmente a ciertos miedos irracionales, y sin embargo no nos asustan nada los anuncios de que nos quedaremos sin electricidad, aunque ese sea un riesgo auténtico.

eserbeto@abc.es

ABC (España)

 



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