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18/08/2012 | Colombia - Crimen organizado: ¿Y las redes detrás de la 'Oficina de Envigado'?

Juan Diego Restrepo

La captura de alias 'Sebastián' no es tan significativa como se intenta mostrar. Su representatividad en esa empresa criminal estaba relegada y su poder era limitado. Lo importante es identificar las redes que conforman esa estructura delincuencial para afectarla realmente.

 

La llamada ‘Oficina de Envigado’ es una empresa criminal diseñada desde hace por lo menos tres décadas para atender, inicialmente, una serie de negocios relacionados con el tráfico de drogas ilegales hacia diversas regiones del mundo; luego fue mutando hacia una estructura con más peso en diversos negocios legales e ilegales; después se integró al proyecto de las Autodefensas Unidas de Colombia y acabó fragmentándose. Pese a todo, no ha perdido su objetivo comercial, gracias a unas redes que la soportan.
Las ‘oficinas’ no son una creación de los criminales antioqueños. Se tienen referentes de ellas desde mediados del siglo XX, cuando los mafiosos italonorteamericanos crearon un espacio conocido como ‘la comisión’, en la que confluían los principales jefes de lo grupos o ‘familias’ de New York, Chicago, New Jersey, Kansas, Los Ángeles y Detroit. Realizaban encuentros periódicos para resolver disputas, elegir sucesores de aquellos que murieron y fueron capturados, se dividían mercados y áreas de negocios, se gestionaban soluciones a los problemas y se planteaban cambios en la estrategia para mantener la prosperidad.
 
Hoy las autoridades presentan la captura de Erik Vargas Cardona, alias ‘Sebastián’ como un certero golpe a esa organización delictiva, pero para las circunstancias que vive Medellín y su área metropolitana esa detención no es tan significativa como hábilmente quieren presentarla las autoridades a través de los medios de comunicación. Ya había perdido poder, estaba relegado de la organización y se limitaba a esconderse. Poco le “copiaban” en la calle. En últimas, ya no era un sujeto de peso entre la criminalidad organizada de la ciudad. Decirle ‘capo’ es un despropósito.
 
Se dice, además, que desde hace varios meses los narcotraficantes ya no se entendían con alias ‘Sebastián’, pues su enfrentamiento con alias ‘Valenciano’, su posterior debilitamiento y la persecución de las autoridades lo convirtieron en un hombre vulnerable para entenderse con él en asuntos de seguridad, control de rutas y distribución de droga a nivel local, que eran, en esencia, sus funciones dentro de la estructura criminal.
 
La llamada ‘Oficina de Envigado’ es mucho más que alias ‘Sebastián’, ha sido mucho más que alias ‘Valenciano’ y mucho más que todos aquellos que han pasado por allí. Ha perdurado a pesar de la muerte, desaparición, captura, entrega voluntaria o extradición de sus miembros más representativos. Académicos que han teorizado sobre el crimen organizado como Luis De La Corte y Andrea Giménez-Salinas advierten que “las organizaciones criminales son creadas con el fin de mantenerse operativas y rentables durante un largo periodo de tiempo o perpetuar su existencia sin límite alguno, con independencia de intereses individuales y vicisitudes externas” (Crimen.org, 2010).
 
No podemos perder de vista que esa ‘Oficina’ es una empresa y como tal tiene una división del trabajo que no se limita a un “gerente” y unos “empleados” dispuestos a correr riesgo con el fin de ganar plata; también hay unos “inversionistas”, unos “socios”, unos “amigos”, unos “enlaces” y unos “clientes”, igualmente decididos a arriesgar vidas y recursos para ganar más. Siempre se referencia al sicario, a las bandas, a los combos, pero a los de “cuello blanco” que están detrás de ‘Sebastián’ y de todos aquellos que, en el pasado, ocuparon su puesto, no se les menciona. Por diversas razones, esas investigaciones no prosperan. 
 
Es ingenuo pensar que aquellos rostros visibles de la ‘Oficina’ no tienen jefes y están desarticulados de redes especializadas. Nótese que siempre hay un hombre que está al frente de la organización, que se convierte en una especie de “representante legal”, pero que no es más que un punto del engranaje criminal. A alguien le tiene que rendir cuentas. El negocio del narcotráfico requiere de una infraestructura compleja para ser exitoso y perdurar en el tiempo. Y la historia muestra que la ‘Oficina de Envigado’ se ha logrado mantener, pese a las vicisitudes, lo que indicaría que, hasta el momento, no se ha tocado el núcleo central que la dinamiza. 
 
Obviamente la perdurabilidad de una empresa como la ‘Oficina’ no ha dependido de un solo hombre, mucho menos en los últimos años, cuando los que han ascendido son jóvenes sin experiencia en el campo político, útil para negociar con diversos sectores del narcotráfico y cohesionar la criminalidad, y con un afán extremo de adquirir no sólo poder económico sino un poder simbólico que les permita aparecer como ‘capos’. 
 
¿A qué se debe esa perdurabilidad? A mi juicio, a cuatro aspectos: el primero de ellos, a que sus redes criminales, tanto ilegales como legales, que también están más allá de los combos y las bandas de la ciudad metropolitana, no han sido atacadas de manera eficiente y eficaz para lograr su desestructuración definitiva.
 
El segundo aspecto es que las estrategias alcanzadas en asuntos como el lavado de activos provenientes del negocio del tráfico de drogas fundamentalmente, pero también de algunos otros como la extorsión, han logrado camuflar sus capitales en empresas legales, en sectores económicos lícitos, en actividades que no revisten ilegalidad. De esa manera se preserva la ganancia, se multiplica incluso, y sigue rentando para alimentar la codicia de los criminales.
 
Un tercer aspecto es su capacidad de renovación. Cada vez que se captura, asesina, desaparece, se entrega o se extradita a la persona que le asignan el papel de ser el “agente visible” de la ‘Oficina’, llega otro con más ambición para ocupar ese puesto. Y, finalmente, el cuarto aspecto está ligado al conjunto de relaciones que poseen con sectores de la Fuerza Pública y organismos judiciales, que garantizan unos ámbitos de impunidad para actuar sin ser castigados penalmente.
 
Por ello, para comprender mejor esas dinámicas criminales en Medellín y su área metropolitana, no basta identificar al “rostro visible” ni conocerle sus gustos personales, se requiere establecer cómo se están moviendo los narcotraficantes articulados a la ‘Oficina’ y aquellos que invierten dinero en los alijos de droga que van a los mercados internacionales. Esa debería ser la preocupación sustancial de las autoridades, pues son los que promueven la violencia para preservarse. Ha caído un delincuente, es cierto, pero es eso, uno más. Mientras, las redes, de las que poco se sabe, siguen mutando para blindarse y evitar que sus negocios sean alterados.
 
**Juan Diego Restrepo E., Periodista e investigador.

Semana (Colombia)

 


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