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22/04/2006 | Sudáfrica: un capitalismo de ''compadrazgo''

John Reed

El sueño de esta nación se ve amenazado por la corrupción destapada en la comunidad empresarial

 

En septiembre, un sujeto armado disparó y mató a Brett Kebble, un hombre blanco y conocido magnate del sector de la minería en Sudáfrica. El asesinato, aún sin resolver, ocurrió en un camino cerca de Melrose Arch, un distrito de grandes oficinas en Johannesburgo donde deambulan por igual blancos y gente de color con poder. El crimen impactó a una comunidad empresarial que se enorgullece de su rectitud y su respeto al estado de derecho.

Phumzile Mlambo-Ngcuka, vicepresidenta sudafricana y ex ministra de Minerales y Energía, describió a Kebble, conocido por su papel en negocios que incrementaron el poder económico de la comunidad negra empresarial, como un "gran sudafricano".

Siete meses después, sus palabras no podrían parecer más inapropiadas, pues auditores han puesto al descubierto el turbio legado corporativo de Kebble, quien defraudó a dos empresas mineras que encabezaba, Randgold & Exploration (R&E) y JCI, por casi 577 millones de dólares, de los cuales, casi 165 millones no podrán ser recuperados por los accionistas.

Los auditores también han descubierto evidencias de extensos vínculos financieros entre el fallecido empresario e importantes miembros del Congreso Nacional Africano (CNA), en el poder, y su liga juvenil. Una lista encontrada en el escritorio de Kebble después de su muerte, y titulada "Recuento de préstamos", incluía los nombres de varios pesos pesados en el CNA.

El CNA ha dicho que no está enterado de ningún préstamo que sus miembros hayan pedido a Kebble, y la directiva de R&E no está segura de la importancia de la lista. En todo caso, no eran ningún secreto los nexos de Kebble con importantes políticos del CNA.

Era un abierto defensor de Jacob Zuma, vicepresidente del partido y ex vicepresidente de Sudáfrica, quien ahora enfrenta cargos por violación y corrupción. Además, Kebble era conocido por las espléndidas fiestas qua cada año ofrecía para los principales funcionarios del CNA en Cape Town.

De todas maneras, el escándalo ha alentado las críticas hacia lo que se considera un capitalismo de "compadrazgo" en la principal economía de África, y coincide con la reciente publicación de un reporte del auditor general de Sudáfrica, que reveló que 11 ministros y viceministros del gobierno del presidente Thabo Mbeki no revelaron sus gestiones como directores de compañías.

La situación se calmó un poco cuando algunos funcionarios involucrados dieron explicaciones o desmintieron las acusiones. Pero los intereses empresariales de dos de ellos, incluyendo a la propia Mlambo-Ngcuka, son objeto de investigaciones.

Los auditores encontraron también que de entre los alrededor de 6 mil empleados de gobierno de menor nivel, hay mil 678 casos de intereses empresariales no declarados. Shauket Fakie, auditor general, dijo que dicha práctica revela "que existe un cierto conflicto de intereses" entre representantes del gobierno, incluyendo nexos con empresas que tienen negocios con el gobierno, casos que analizará en un reporte separado.

Los sudafricanos no son los únicos que tienen problemas para trazar la línea que divide la política de los negocios. No es, tampoco, un tema que afecte solamente a los países en vías de desarrollo, como ha demostrado la controversia relacionada con los conflictos de intereses del ex canciller alemán Gerhard Schroeder, y de Dick Cheney, el vicepresidente estadounidense.

El Índice de Percepciones sobre la Corrupción, publicado por la organización Transparencia Internacional, colocó a Sudáfrica en el lugar 46, de una lista de 158 países en los que se ha observado una conducta impropia de funcionarios. Eso significa que los abusos de poder por parte de funcionarios públicos sudafricanos es de una escala mucho menor a la corrupción observada en otras partes de África, Europa del este o Asia.

Sin embargo, evidencia anecdótica sugiere que el problema crece día a día. Después de todo, los sudafricanos han puesto muchas expectativas en su Estado post- apartheid. "Aún no somos Rusia, el nivel de corrupción es pequeño", dijo Duma Gqubule, asesor de negocios y analista que trabaja en Johannesburgo. "Pero no es algo de lo que debamos sentirnos orgullosos".

Financial Times (Reino Unido)

 



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