¿Por qué una humilde mujer se enferma del corazón por aborrecer a Chávez mientras comparte con amargura un pequeño apartamento con su hermano chavista? ¿Por qué la sociedad venezolana está dividida por dos visiones diametralmente opuestas sobre una misma persona y su mensaje? Unos sienten que han descubierto la verdadera senda, la luz de un faro (Chávez) que guiará a Venezuela hacia un mundo mejor (Socialismo del Siglo XXI) a pesar de que quien les señala su destino es un déspota que abusa intensamente del poder político, económico, militar y mediático y controla perversamente todos los poderes públicos. Mientras otros sufrimos al pensar y sentir que progresivamente se está destruyendo a Venezuela, su futuro y el de nuestros hijos. Se nos está arruinando moralmente y se despilfarran y roban nuestros enormes recursos mientras la población continúa empobreciéndose. No es fácil encontrar respuestas.

El profesor Mark Lilla en su libro Pensadores Temerarios nos narra la forma en que algunos intelectuales del siglo XX fueron hipnotizados por las tiranías de Hitler y del comunismo soviético. Posiblemente el más importante de los filósofos de ese siglo, el alemán Martin Heidegger, quedó tan hechizado por Hitler que a una pregunta sobre la posibilidad de que un hombre tan poco preparado pudiera gobernar a Alemania, respondió la descomunal estupidez "La cultura no importa. Mire sus maravillosas manos". En el epílogo del libro, Lilla describe las razones del embeleso de algunos intelectuales por los regímenes totalitarios. La primera sostiene que la Ilustración fue la madre de las tiranías. Considero es una construcción muy intelectual. La segunda es una mezcla de irracionalismo religioso y pasiones humanas. Lilla nos describe el papel de estas tiranías que "juegan con la idolatría de la tierra y la sangre (Bolívar, Zamora), la histérica obsesión por las categorías raciales (los indios y la negritud frente al blanco imperialista), la glorificación de la violencia revolucionaria como fuerza purificadora (la impunidad en los asesinatos políticos y en el atropello a la propiedad privada), el culto a la personalidad (Chávez) y las orgiásticas manifestaciones de masas". La tercera es el compromiso repentino que sienten algunos al suponer que pueden modificar radicalmente el destino del país y del mundo.

De "luchar " contra las inhumanas fuerzas del poder político y económico. Lo que nunca quieren ni querrán reconocer estos seducidos seguidores (una porción importante de venezolanos) es que históricamente todas estas tiranías dirigidas por un encantador de serpientes destruyen inexorablemente un pasado construido con mucho esfuerzo y no logran construir un mundo mejor. El siglo XX es testigo cruel de estas tragedias provocadas por líderes mesiánicos. ¿Cómo abrirle la mente a estos venezolanos que han caído en el embrujo de quien representa la barbarie destructora? ¿Cómo sacarlos de este infame narcótico trance? Un hipnotizador que se aprovecha inmoralmente de las necesidades de su pueblo.