En este ámbito  deben diferenciarse las categorías básicas, sobre todo en un mundo globalizado, de potencias hegemónicas y de emergentes actores en el nuevo panorama mundial. Para estos efectos, es indispensable distinguir entre nuestros objetivos estratégicos que son los prioritarios, los tradicionales e históricos y aquellos que, con visión de futuro, deben ser evaluados como complementos a nuestro desarrollo y seguridad.

El gobierno actual, salvo los primeros tropiezos, contradicciones y hasta exabruptos diplomáticos, mejoró considerablemente el entorno externo, dotándolo de protagonistas profesionales y de experiencia. Nuestras representaciones antes los principales foros mundiales y continentales como las Naciones Unidas, la OEA y algunas vitales legaciones han sido cubiertas con criterio político y acertada selección, que incluso han contrastado con los variados desatinos en el plano interno. Existen  excepciones, probablemente por razones políticas, pero que no constituyen motivos de preocupación y hasta de incomodidades como sucedió en gobiernos anteriores.

Este esmero y cuidado del cual es acreedor el Gobierno, debe ser precautelado hasta el momento de entregar el mando constitucional de la República; por tanto, debe observar en estos últimos meses extremada prudencia en los cambios diplomáticos -únicamente los indispensables- a fin de no incurrir en ligerezas que  no serían imputables al gobierno sino al país.

El nuevo Gobierno constitucional de Chile ha dado muestras de seriedad y amistad con el Ecuador, al designar -como corresponde a un país amigo y solidario  que se inicia- a un importante político y diplomático de trayectoria nacional e internacional. Tal decisión, mantenida desde que ese país recobró la democracia, evidencia el grado de importancia que le dan a las relaciones con nuestro país que, por tanto, está obligado a corresponder.