Gobernar: (Del lat. gubernāre)

1. tr. Mandar con autoridad o regir algo. U. t. c. intr.
2. tr. Dirigir un país o una colectividad política. U. m. c. intr.
3. tr. Guiar y dirigir. Gobernar la nave, la procesión, la danza. U. t. c. prnl.
4. tr. Manejar a alguien, ejercer una fuerte influencia sobre él.
5. tr. vulg. Componer, arreglar
6. tr. ant. sustentar (ll proveer del alimento necesario).
7. intr. Dicho de una nave: Obedecer al timón.
8. prnl. Regirse según una norma, regla o idea
9. prnl. ant. comportarse.

Ahora bien, tratar de acertar cuál de estas acepciones corresponde a la conducta presidencial se torna complejo por demás.

En primer lugar, la autoridad del jefe de Estado es tan relativa como la mismísima historia oficial. Mucho “compadrito” frente a ciertos sectores de la sociedad pero de una debilidad extrema ante aquellos capaces de escriturar la vía pública aún en pleno centro de la ciudad. La autoridad no está en los gritos ni en las verborragias de barricada. Tampoco está en un grupo de batalla capaz de reverenciar la más absurda de las barrabasadas.

En segundo término, podemos convenir en que un país sólo puede ser guiado en la medida en que exista un objetivo claro, un destino común, un mapa trazado. La Argentina de hoy día está, sin embargo, tan a la deriva que prever lo que vendrá es como dilucidar, sin letras ni palabras, un crucigrama.

La posibilidad de que Néstor Kirchner tenga el control de sus hombres, es decir del gabinete nacional se desvanece ante la realidad de los últimos días: cambio de figuritas ante la avanzada de precios - ponemos a Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio -, y el procesamiento para el Secretario de Agricultura, Miguel Campos. Si este, es el modo como se controla y maneja el rebaño podemos estar seguros que el pastor está fallando.

Ahora bien, si Luis D’Elía puede asumir un cargo tras la toma a una comisaría, el bloqueo a estaciones de servicios y una larga serie de hechos más que polémicos, ¿por qué no podría, Miguel Campos, mantenerse en su cargo? Y al resto de la manada, más le vale salir en su defensa, ¿quién puede, sino, tirar la primera piedra?

En ese desorden de cosas, se pudo saber también que, en Balcarce 50, el descontrol es amplio. En los últimos días parece que ha habido más pugilistas en los despachos que funcionarios. La casa no está orden, sólo vamos zafando…

A esta altura, resulta poco serio plantearse siquiera, la remota posibilidad de que existan reglas o normas capaz de frenar o, al menos, regular la conducta del jefe de Estado. El “hago lo que yo quiera” parece ser la única consigna férrea, y el desentenderse de las consecuencias la única ley que le impera.

Hay sí, una serie de muletillas que, en boca de los actuales dirigentes, se venden como políticas de Estado. Tal es el caso de los “derechos humanos”, aunque, es sabido que cuando ese binomio se convierte en tema es porque algo huele raro. Lo mismo sucede con la “seguridad”, cuando comienza a mencionársela es porque vamos mal. Hay ciertas cosas que, en países serios o desarrollados no necesitan siquiera devenir en vocablos. No se habla de ellas porque se las puede dar por sentado.

Finalmente, no es complejo establecer que, la última acepción al término que venimos cotejando no es factible aplicar al quehacer presidencial. Rijámonos por los hechos que son objeto del conocimiento ciudadano: desplantes, prepotencia, exabruptos, sobre saltos…

Recientemente: la ausencia a la gala de la Reina de Holanda, pero en la jurisprudencia hay material más amplio para afirmar que si algo no caracteriza al jefe de Estado es su conducta oficial.

En este ámbito, la política exterior da vastas muestras de una dirigencia regida, únicamente, por el estado de ánimo del Presidente. Ahora bien, las idas y vueltas con los jefes de Estado de la región, los abrazos con Hugo Chávez, Evo Morales y los postrer desplantes, pueden ser mirados como intereses creados entre “pares” pero, la afrenta a uno de los países más serios del planeta -como Finlandia- merecería un capítulo aparte… 

Posiblemente, a Néstor Kirchner le resulte muy difícil entender que en los países civilizados, los derechos de propiedad son sagrados. La empresa privada no es avasallada por intereses populistas ni se rige según las circunstancias políticas.

Lejos de nacionalismos obsoletos, habría también que detallar qué se pretende hacer con la inmigración ilegal. Convertirla por obra y gracia de una cuadra o dos de fila en “ciudadanía legal” no condice con una política de Estado precisa sino que atiende más a una medida efectista de tinte netamente popular.

Con un sistema de salud colapsado, con mano de obra desocupada, con el INDEC que establece que el salario de la mitad de los trabajadores en la Argentina es menor a los 600 pesos pero la canasta básica asciende casi a los 900… esta oleada de inmigrantes “legalizados” puede tornarse un boomerang insospechado.

En definitiva, lo que está claro es que, en la Argentina, se está haciendo cualquier cosa pero no se está gobernando. Se juega con la extorsión a ver quién tuerce el brazo, se manipulan asuntos que debieran ser sagrados y se habla de democracia cuando lo que impera es un sistema de prebendas y acuerdos trasnochados que salen a la luz cuando la única preocupación pasa a ser llenar la Plaza de Mayo.

En este trance, Mayo surge como un mes agitado donde los 31 días del calendario se limitarán a uno: el 25 cuando, Néstor Kirchner, confirme con su hacer que el país seguirá sin gobierno por un tiempo, quizás, excesivamente largo…

“Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios” Abraham Lincoln

GABRIELA POUSA
(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)