Muchos de nosotros hemos escuchado la máxima de un personaje de una telenovela que decía: "como vaya viniendo vamos viendo", mensaje que empleaba para expresar lo innecesario e irrelevante de planificar, confiando en que de una manera medio esotérica podría resolver los problemas que se le presentaran y enfrentar exitosamente los obstáculos que surgieran.

Aplaudimos la improvisación cuando es parte de una acto dramático, un performance cómico o la respuesta necesaria para sobrevivir, mejorar o triunfar cuando lo que se planificó y organizó no da resultado y, forzosamente, debe crearse un camino diferente al preconcebido o preseleccionado. Rechazamos la improvisación producto de la desidia, de la indisciplina para planificar, de la posposición patológica de la importante función de analizar estratégica y tácticamente lo que se desea o necesita lograr y las acciones, personas, recursos y demás factores que deben confluir para quienes buscan ser efectivos, ecológicos y económicos en el logro de sus metas.

Se queda atrapado en la trampa del improvisismo cuando lo que se alcanza es por azar o mera casualidad, cuando no se sabe planificar o se sabe pero no se hace, cuando se ejecutan acciones sin anticiparlas ni determinar sus consecuencias directas e indirectas, cuando se actúa desorganizada y descoordinadamente, generando desperdicio de talento humano y de recursos tangibles o intangibles que pudieron haberse ahorrado o racionalizados.

Toda conquista trascendente, valorada y recordada en la historia fue producto de una ardua planificación y organización, las cuales con el condimento de la creatividad e innovación, son necesarias para imaginar y crear futuro, conquistar espacios, vencer fronteras internacionales, lograr nuevos mercados que nos mereceremos si somos hábiles para mostrar pasión y ejecución planificada y organizada.