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02/05/2006 | Cinco claves para entender la Bolivia de hoy . Un pentagrama con claves

Fernando Mayorga

Con ese sugestivo título, unos amigos argentinos me piden una suerte de carta de navegación para este que parece un mar de incertidumbre, una especie de brújula para marcar la dirección correcta, una mano para otear el horizonte.

 

¿Es posible disponer de esas pistas? No se me ocurren sino algunas palabras: cambio, transición, nacionalismo, multiculturalismo y recursos naturales. Palabras que desde el 18 de diciembre de 2005 adquirieron otro sentido y que marcan los avatares de nuestra sociedad.

1. La crisis no es el rasgo distintivo de la realidad boliviana de los últimos tiempos, sino el cambio. Crisis con cambio. Detrás de la conflictividad social y la inestabilidad política no debe buscarse solamente la debilidad de la sociedad política –el Estado- sino la riqueza de la sociedad civil. Han cambiado las reglas del juego, los actores políticos y sociales, las demandas de alta agregación, las miradas sobre la historia y los proyectos de futuro.

La crisis política no condujo a un callejón sin salida. Su resolución se produjo mediante un acuerdo que encauzó los conflictos a una solución democrática: elecciones generales anticipadas, asamblea constituyente y consulta popular para la descentralización política. La victoria electoral de Evo Morales sintetiza los cambios que se han producido en el país en cincuenta años de ires y venires de la revolución nacionalista de 1952 y en dos décadas y media de reformas en democracia.

2. La transición es el signo de esta coyuntura, pero es una coyuntura que dura varios años. Por tanto, es un proceso de transformación que implica varias dimensiones. Transformación de las relaciones entre el Estado y las empresas extranjeras en pos de un nuevo modelo de acumulación económica. Transformación de las relaciones entre el Estado y las regiones que se dirimirá en un modelo de descentralización política sepultando el centralismo.

Transformación del proyecto de nación a partir del reconocimiento de la diversidad de identidades sociales antaño subordinadas a un proyecto de homogeneización cultural. Bolivia vive un proceso de transición a una nueva forma estatal y la asignatura pendiente es la articulación de un nuevo principio hegemónico que articule de manera coherente las relaciones entre Estado, economía, política y sociedad.

3. El nacionalismo ha retornado al centro de la discursividad política y se expresa como soberanía estatal frente a los poderes foráneos. Empero, el nacionalismo de inicios del siglo XXI tiene actores campesinos/indígenas y nuevo proyecto de nación.

El discurso de Evo Morales Ayma recupera los códigos del nacionalismo revolucionario, sin embargo, el sujeto de la revolución democrática que propugna no es el pueblo como alianza de clases sino un conglomerado complejo de identidades sociales con predominio de lo indígena en su proyecto de reconfiguración de la comunidad política..

La victoria del MAS es el predominio de lo nacional-popular que busca enraizarse a lo nacional-estatal y de este encuentro depende la viabilidad de su proyecto que debe ser nacional para ser viable. La tensión entre “reforma del Estado” y “refundación del país” en el discurso del presidente Evo Morales Ayma puede convertirse en un desencuentro que impida el despliegue de su capacidad hegemónica.

4. El multiculturalismo como política de reconocimiento de la diversidad étnica de la sociedad boliviana ha adquirido visibilidad plena e incide en el debate sobre la reforma estatal apuntando al poder político. Ningún proyecto de reforma puede prescindir de este dato sociológico que antaño era obviado por los códigos nacionalistas y liberales.

El multiculturalismo fue reconocido e incorporado en las políticas públicas mediante las reformas constitucionales de 1995 y 2004 empero, en la actualidad, se manifiesta como propuesta política de reestructuración general del Estado a partir de la presencia de Evo Morales Ayma y el MAS en el manejo gubernamental. El espacio de discursividad política, empero, contiene también identidades regionales y proyectos de reforma con análoga capacidad de movilización.

El indigenismo y el regionalismo son las expresiones antidemocráticas de la reforma estatal y esto exige establecer una política de interculturalidad entendida como diálogo y concertación que evite la polarización y la exclusión. Se trata, como escribió un filósofo racionalista, de propiciar una “solidaridad entre extraños”, entre miembros de una comunidad nacional, entre compatriotas.

La realización simultánea -el próximo 2 de julio- de la elección de representantes a la asamblea constituyente (demanda del movimiento campesino e indígena, de organizaciones populares y partidos de izquierda, sobre todo el MAS) y del referéndum sobre las autonomías departamentales (reivindicación de los movimientos cívico-regionales, particularmente de los Departamentos de Santa Cruz y Tarija) pone en evidencia que existe la posibilidad de que la convivencia puede imponerse sobre los particularismos.

La interculturalidad es la única vía para la coexistencia de los particularismos étnicos y regionales y su prueba de fuego será la asamblea constituyente, cuando la descentralización política bajo un modelo de autonomías departamentales sea disputada por una propuesta de autonomías indígenas. Entonces sabremos si el pacto fue solo una tregua o el germen de una concertación nacional.

5. La gestión de los recursos naturales –particularmente, del gas natural- y el destino de sus beneficios constituyen el eje de la reformulación del modelo de desarrollo y uno de los elementos que sintetizan el debate sobre la reforma estatal. El renovado papel del Estado en este rubro, particularmente su relación con las empresas extranjeras, definirá las características de la resolución del clivaje Estado/mercado bajo pautas distintas al neoliberalismo.

El nacionalismo no es estatización sino protagonismo estatal en la definición de los medios y los fines del desarrollo económico, a partir del rechazo a la mera exportación de materia prima. Otro aspecto problemático es la distribución de los recursos generados por la explotación y exportación de los hidrocarburos puesto que el fortalecimiento del Estado irá de la mano con la descentralización política que puede ser vista o utilizada, por algunas élites regionales, como medio de mantenimiento o acrecentamiento de sus prerrogativas y para disputar al Estado su capacidad de representar o favorecer intereses generales.

Como se pregunta Fernando Calderón: “¿después del neoliberalismo, qué?”, la sociedad boliviana, -sus élites- se interroga respecto a las alternativas, empero, estas no pueden ser pensadas sin definiciones políticas. En suma, la política dirige los procesos sociales y es de esperarse que la política deliberativa impere en el proceso constituyente. Los bolivianos apostamos al rito. En la política, así como lo hacemos en las diversas facetas de la vida. Como siempre.

Fernando Mayorga
es la clave del Aurora.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 


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