Del infierno de la «sharía» (ley islámica) al infierno de la guerra. Los habitantes del norte de Malí que escapan del conflicto armado a países vecinos alertan de reclutamientos forzosos por parte de los grupos yihadistas y del miedo a que los militares locales, en su inmensa mayoría de raza negra, hagan pagar los platos rotos de la guerra a los ciudadanos de piel clara, esencialmente tuaregs y árabes.

En una operación que dura ya doce días, la aviación francesa bombardeó este martes por vez primera el cuartel de Al Qaida en de Tombuctú. Se trata de una ciudad mítica en la historia de África y del Islam. Los yihadistas han destruido en los últimos meses buena parte de sus monumentos, que son Patrimonio de la Humanidad. Mientras, la alianza que integra junto al Ejército malí controlaba las ciudades de Diabali y Douentza, dos de las últimas posiciones ganadas por los grupos armados en su intento de llegar a la capital Bamako.

Venganza étnica

Los miembros del Movimiento para la Unidad de la Yihad en África del Oeste (Muyao), uno de los grupos terroristas que controla Tombuctú y las otras provincias del norte del país, «se mezclan entre la población para evitar los ataques». Lo cuenta a la agencia France Presse Iyad Ag Hadega, de 40 años, llegado el viernes al campo de refugiados de Goudebou, en Burkina Faso. «Reclutan a los jóvenes», denunci. Otro habitante, Ansarahoui Ag Albacher, está feliz de haber podido sacar a sus hijos y un sobrino del «enrolamiento» forzoso al que tratan de someterlos los rebeldes.

La organización humanitaria Intermón Oxfam, en un informe publicado ayer martes, afirma que los refugiados «hacen frente a numerosas amenazas, incluida violencia sexual, trabajo forzoso y reclutamiento forzoso por parte de los grupos armados que actuan en el norte de Malí».

Pero el miedo de estos ciudadanos no se centra solo en los grupos armados. Muchos señalan a los malíes de piel más clara, en su inmensa mayoría tuaregs y árabes, como principales soportes de esas bandas y saben que el Ejército, integrado en su mayoría por militares de raza negra, cometerá abusos en su contraataque. «Amparados por el Ejército, cada cual va a hacer justicia (por su cuenta) durante la liberación» del territorio que ahora controlan los yihadistas, piensa Ismael Ag Cherif, que llegó junto a su familia al campo de refugiados.

La llegada de tropas francesas el 11 de enero precipitó la misión militar internacional que no estaba prevista hasta otoño pero que se adelantó ante el avance de los yihadistas hacia la capital en su intento de imponer la «sharía» en todo el país. «Hemos vivido bajo el infierno de la sharía que nos imponen los islamistas», cuenta en Burkina a AFP Ismael Ag Cherif, que se expresa en tamachek, la lengua de los tuaregs. La amenaza ahora son también «sobre nuestra cabeza los bombardeos del Ejército francés», añade. Es «el segundo infierno».