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30/01/2013 | Malí: ganar la batalla no es ganar la guerra

Luis de Vega

Los yihadistas escapan de las ciudades y se agazapan en la retaguardia del desierto sin darse por vencidos.

 

Si nos fiamos de las autoridades francesas, sus militares apenas han pegado tiros para echar de Gao y Tombuctú, principales ciudades del norte de Malí, a los yihadistas que las controlaban de manera salvaje desde hace casi un año. Tampoco parece que los grupos armados estén presentando batalla en la ciudad de Kidal, la más alejada de la capital y cuyo aeropuerto han tomado este miércoles las tropas de la alianza.

Eso no significa que el trabajo de pacificar la zona y restaurar la autoridad de Bamako esté hecho. Ganar unas cuantas ciudades no significa ganar el inmenso norte de Malí. Las rencillas y ajustes de cuentas están a la orden del día. Árabes y tuaregs son víctimas de aquellos que los señalan como cómplices de la barbarie cometida en los últimos meses.

París, que quiere en todo caso huir como de la peste de una posible afganización del conflicto que retenga allí a sus tropas más de lo necesario, ya ha dicho que cuanto antes serán los Ejércitos de países africanos los que afiancen las posiciones ganadas y cooperen con los militares locales. Puede ser una lotería tratar de adivinar cuánto puede durar este proceso, en el que esos ejércitos contarán son ayuda logística -como drones estadounidenses- y de inteligencia occidental.

Pero el territorio que tratan de poner bajo su autoridad franceses y malíes tiene una extensión de aproximadamente 800.000 kilómetros cuadrados (más de una vez y media España) y por él llevan moviéndose y actuando con plena impunidad yihadistas y terroristas desde hace más de una década. Es una enorme extensión de terreno sin gobierno desde hace mucho y que no parece que vaya a ser gobernado en su integridad a corto plazo.

Todo apunta, gracias a esa geografía, a que los grupos armados del entorno de Al Qaida del Magreb Islámico (AQMI) no han tenido que escapar de Malí -podrían hacerlo a países vecinos por las porosas e inhóspitas fronteras- para huir de la superiodidad militar del enemigo. El accidentado norte de la región de Kidal es una madriguera de complicado acceso ideal como retaguardia.

Estos rebeldes, además de tener esta tierra como santuario, cuentan con el escudo de una decena de rehenes extranjeros de los que ocho son franceses y, además, disponen de tiempo. Por eso no hay que descartar un próximo enfriamiento del conflicto armado -si se le puede calificar así- y que la contienda se vea salpicada de nuevos secuestros o golpes rápidos en forma de atentados terroristas o rafias en localidades concretas. El modelo del ataque a la planta de gas en Argelia puede repetirse en un intendo por parte de los radicales islámicos por recordar que no han acabado con ellos. La muerte de 38 rehenes extranjeros en la que ha sido la más espectacular acción de AQMI es prueba de ello.

Ejército bajo mínimos

Por otro lado, el Ejército malí además de débil tiene su credibilidad en mínimos históricos, especialmente desde que en marzo pasado el capitán Sanogo encabezara el golpe de estado que defenestró al presidente Amadou Toumani Touré. El programa de formación que quiere impulsar la Unión Europea (UE) ha de ser consciente de que la amalgama de etnicas, colores de piel y origen regional ha minado desde hace años la integridad del Ejército de Bamako.

Hay que recordar también que los militares que pusieron pies en polvorosa en el norte del país con el alzamiento insurgente de hace un año habían sido formados en esas mismas tierras durante varios años en lucha antiterrorista por instructores del Ejército estadounidense.

Habrá que ver también qué papel desempeñan los independentistas tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), que fueron los primeros en rebelarse contra el poder central de Bamako antes de que los grupos yihadistas y afines a AQMI les tomaran la delantera con el fin de imponer la «sharía» (ley islámica). Los primeros días del despliegue internacional ofrecieron sus servicios a París, pero no hubo respuesta. En todo caso, a largo plazo su papel puede ser fundamental para tratar de afianzar la estabilidad en la zona, aunque todo dependerá del grado de entendimiento de esos tuaregs con Bamako con respecto a sus reivindicaciones.

ABC (España)

 


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