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03/05/2006 | Desertores - Los últimos de la guerra de Vietnam

Pedro Rodriguez

Han reemplazado sus barbas y melenas de «hippy» por canas y calvas. Sus ideales de no violencia para mejorar el mundo pertenecen más bien a un tumultuoso pasado con bastante sexo, drogas, «rock and roll» y una generosa ración de traumas al calor de la Guerra Fría.

 

Aunque aún disfrutan con las viejas canciones de Dylan o Joan Báez, ahora se tienen que mirar la próstata y preocuparse de cómo hacer frente a la tercera edad.

Pero para los desertores de Vietnam -en edad de ser abuelos- que durante su juventud eludieron sus obligaciones militares adoptando nuevas identidades o marchándose al exilio en Canadá, el largo brazo de la Justicia de Estados Unidos no descansa ni olvida. Tal y como quedó demostrado el pasado 9 de marzo.

Ese día, Allen Abney -residente en la zona canadiense de British Columbia- se disponía a hacer un viaje en coche con destino a Reno. Un trayecto por la zona fronteriza de Idaho que este hombre de 56 años había realizado en incontables ocasiones y sin problemas. Pero esta vez, al cruzar la frontera acompañado por su esposa, los agentes en la parte de EE.UU. le exigieron documentos de identificación adicionales. Al ordenarle que aparcara su vehículo, Allen supo inmediatamente que su pasado le había alcanzado. ¿Su delito? Hace 38 años desertó de los marines cuando estaba a punto de ser enviado a Vietnam.

Trasladado a una celda militar, según Allen, «me leyeron mis derechos y me explicaron los cargos. Otra vez era un marine». Se le facilitó un uniforme de faena, botas y un corte de pelo reglamentario. Su familia se apresuró a contactar con las autoridades consulares y conseguirle un abogado.

Su caso se remonta a 1968, cuando el entonces joven Allen, nacido en Kentucky pero criado en Canadá, se alistó en los marines, al anticipar que muy pronto sería llamado a filas porque su hermano ya había recibido la notificación. En un fin de semana de permiso para visitar México, Allen se refugió en Canadá, viajando desde Camp Pendleton hasta Vancouver.

Su situación podría haberse solucionado con las medidas de clemencia ofrecidas por los presidentes Ford y Carter. Pero Allen pensó que no merecía la pena aclarar sus cuentas.

El Pentágono ha desestimado una corte marcial, y ha optado por un expediente de expulsión no honorable y su rápida puesta en libertad. Como ha explicado un portavoz militar, los marines nunca olvidan. Según el teniente Lawton King, «a los treinta días de la deserción de uno de nuestros soldados se emite una orden de detención que se almacena en todos los sistemas informáticos». Según el Pentágono, por muy impopular que sea una guerra, la deserción no deja de ser un delito y mejoras de seguridad fronteriza adoptadas tras el 11-S explicarían la resurrección de «casos fríos» como el de Abney.

Sin embargo, las últimas detenciones de otros sexagenarios desertores alientan las críticas de activistas que creen que el Pentágono está intentando enviar una clara advertencia a su actual plantilla. Según los últimos datos oficiales, al menos 8.000 soldados han optado por incumplir sus compromisos castrenses en Irak.

A juicio de Lee Zaslofsky, de un grupo canadiense de apoyo a los desertores , «estas persecuciones, al margen de que sean vengativas, son muy poco eficaces». En su opinión, «la mejor manera de solucionar el problema que tienen las fuerzas armadas es terminar con la guerra en Irak inmediatamente». Conflicto que durante estos tres años ha costado las vidas de 2.300 militares y dejado 17.000 heridos en las filas estadounidenses.

Nuevos «casos fríos»

Por su parte, el Pentágono de Estados Unidos insiste en que sus tasas de deserción no han hecho más que reducirse desde el 11-S, y en que en 2005 sólo representaron un 0,24 por ciento de la plantilla de 1,4 millones de militares profesionales que ahora componen las Fuerzas Armadas norteamericanas. Y receurda, además, que durante lo peor de la era de Vietnam se acumularon hasta 33.094 desertores en 1971, el 3,4 por ciento de una plantilla entonces alimentada por un sistema de servicio militar obligatorio. Pero lo cierto es que en los últimos dieciocho meses los marines han resucitado y capturado 34 de estos «casos fríos».

A tiro pasado, nunca mejor dicho, Allen Abney ha insistido ahora en que si tuviera una segunda oportunidad no repetiría su deserción. Según Allen, «cuando tenía 18 años no pensaba como pienso ahora sobre el deber y el honor. Sabiendo lo que sé ahora, no hubiera hecho lo que hice».

ABC (España)

 



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